Alejandro Páez Varela
06/03/2023 - 12:08 am
Cabeza de algodón, cuernos de diablo
¿Cómo puede López Obrador ser visto de manera tan distinta por un mismo pueblo? ¿Cómo puede dar esperanza en unos y provocar tanto odio en otros?
Pues bien, el sexenio se acaba. Hay que esperar el cierre electoral en Estado de México y Coahuila y casi inmediatamente después entraremos en la selección de candidatos presidenciales, lo que jalará la atención de la gente más aún hacia 2024. La “mañanera” seguirá siendo poderosa y hasta el último día continuará como un faro para el movimiento lopezobradorista e incluso para la administración pública. Pero la agenda nacional, que ha sido dictada por Andrés Manuel López Obrador durante todos estos años, tendrá una nueva fuente de temas. Como es de esperarse. Sean Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard, lo que plantee la o el abanderado de la izquierda (su idea de país, sus proyectos) será la novedad. Y los medios multiplicarán además el mensaje de quien sea el candidato de la alianza PRI-PAN-PRD y quizás Movimiento Ciudadano.
López Obrador ha sido un mandatario muy, muy cercano a la gente. Deliberadamente, sus conferencias son mensajes directos a las bases: da lecturas públicas de Historia, exhibe a sus contrincantes y trata de comunicarse con quienes reciben bombardeos constantes de radio y televisión. Y eso ha acentuado sus rasgos personales al punto de que, así como es capaz de poner en marcha el odio más visceral y profundo en algunos, así también suscita respeto y veneración entre otros. Pero, según todas las encuestas atendibles (salvo las GEA-ISA y otras, que llevan años manipulando cifras), los que lo odian son muchos menos que los que lo apoyan. Eso le permitirá seguir siendo un foco de atención hasta finales de septiembre de 2024, aunque ya tengamos Presidenta o Presidente electo.
Pero hasta por su propio bien y por bien del movimiento, a partir del desarrollo de la campaña presidencial y hasta la elección y la entrega de la Banda Presidencial, AMLO deberá ir bajando la marcha. Retirándose de a poco. Y luego se irá, en un acto en solitario o acompañado por muchos pero se irá, y su boleto será de ida y no tendrá regreso. O eso ha dicho insistentemente desde 2018. No hay razón para pensar que regrese, a menos de que lo obliguen a defenderse públicamente. Para que eso suceda tendría primero que perder la izquierda en 2024 y lo veo difícil.
Para las élites que han gobernado México desde distintas posiciones de poder (élites empresariales, académicas, partidistas, intelectuales, mediáticas, etcétera) el último día de López Obrador será, o aparentará ser un día de fiesta. Lo mismo que para quienes han perdido privilegios o fueron expulsados del paraíso del dinero público. Para otros será un día amargo que podría compensarse con el triunfo de la izquierda en las presidenciales, como parece que será.
¿Cómo puede un mismo hombre ser visto de manera tan, pero tan distinta por un mismo pueblo? Ese es un misterio que se repite en muchos otros líderes carismáticos del mundo y que queda a la perfección en AMLO.
Para algunos podría no ser un misterio, siquiera, y se explica en que tenemos dos países distintos cohabitando un mismo México. La conductora Lilly Téllez decía la semana pasada, a propósito de la llegada de Tesla a Nuevo León: “El norte de México es nuestro motor de desarrollo, bienvenido Elon Musk”. Alguien le respondió: “Sí, pero en el sur también se necesita inversión de esa magnitud. Ya nos toca”, a lo que ella reviró: “Sí, ya les toca, pero trabajar”.
La sonorense, como Gabriel Quadri y como otros dentro de la derecha, ven un México dividido en dos, incluso geográficamente: un México pujante del centro para arriba y otro al sur, mayoritariamente indígena, que “no trabaja” y que por lo tanto “no paga impuestos”.
Hay, claro, visiones más inteligentes y elaboradas que las de Téllez y Quadri. Su idea de que el sur indígena es flojo e improductivo viene de prejuicios rancios, bruñidos en los tornos del odio supremacista; del llamado “clasismo científico” o “clasismo/racismo biológico” que descalifica a unos (en su caso, “los del sur”) para destacar la superioridad de otros sólo por el hecho de hacer nacido como han nacido. Es el mismo supremacismo que justificó la persecución del pueblo Yaqui y el despojo de los rarámuri, entre Sonora y Chihuahua, por ejemplo. Es el mismo argumento que dio una “justificación moral” a los blancos para imponerse sobre los demás en el norte de México.
Será interesante ver cómo reaccionarán los sonorenses si la señora Téllez hace campaña en su tierra. La posición que ocupa se la robó a los ciudadanos haciéndose pasar como “de izquierda”, pero llegará un momento en el que tendrá que verle la cara a la gente como es: una mujer blanca de derechas. Últimamente ha ido a Hermosillo y, vaya, qué manera de fingir el acento. Revisen los videos. Finge acento sonorense, lo marca. Será interesante cuando regrese, ya sin máscara. A ver qué le dicen los votantes de piel morena, que son la mayoría. Porque en su ignorancia (el odio supremacista es básicamente ignorancia refinada) no mide que los que habitan el sur de México son casi del mismo tono de piel –que tanto aborrece– de los que habitan los barrios de clases alta, media y baja en las ciudades del norte.
Me regreso al planteamiento: ¿Cómo puede un mismo hombre, López Obrador, ser visto de manera tan, pero tan distinta por un mismo pueblo? Es un punto interesante. Creo que hay una parte de los ciudadanos que aprendió a ver con otros ojos a la izquierda. Creo que son millones los que aprendieron, en estos años, a ver un nuevo estilo de Gobierno. Creo que el más grande reto de los siguientes meses para el Presidente, y él mismo lo ha reconocido en público, es realmente ofrecer una baja en los números de la violencia y someter a los cárteles. Es urgente que lo haga. No sólo es Guanajuato: San Luis Potosí, Zacatecas y Tamaulipas, por decir, en donde hay gobiernos que simpatizan con su 4T, están en una emergencia. Se necesita que el Presidente apriete a la Guardia Nacional. Y también creo que López Obrador necesita estar muy atento del Ejército. Todos sabemos que no hay un Ejército, sino que son varios ejércitos. Se le ha dado mucho poder a un cuerpo que en el pasado ha sido represor; que ha sido utilizado para reprimir a la izquierda. Cuidado.
¿Cómo puede López Obrador ser visto de manera tan distinta por un mismo pueblo? ¿Cómo puede dar esperanza en unos y provocar tanto odio en otros? Es interesante la pregunta y tendrá sin duda ocupados a muchos en responderla. Los que lo odian no tienen empacho en decirlo: no hay causa, no hay discurso y elaboración de discurso: lo odian, punto; y ya mañana verán si hay o no proyecto alternativo de país, pero por ahora es odio y punto. Y son millones los que lo odian. Lo llaman “dictador comunista” que pretende quemar las iglesias y agarrar a varazos a curas, monjas y beatos. No importa que él mismo sea un hombre religioso: están seguros que tiene cuernos y es satanás, o al menos adorador de satanás, como dijo el opositor Pedro Ferriz de Con.
Pero una mayoría, según las encuestas, ven a un hombre responsable, preocupado por México. Saben que se quedará corto en muchas otras cosas, pero aún así estiman que va por el camino que ellos desean. Los seguidores más radicales de AMLO –que no se visten de negro ni marchan con rifles, antorchas y palos como lo hacen los fascistas– le llaman “cabeza de algodón” y promueven la idea, que no prosperará, de que se reelija. “Cabeza de algodón”, a manera de cariño. Cotton head, le escriben. Como digo: son dos visiones muy distintas sobre un mismo individuo y hasta las encuestas lo reflejan así. No pueden siquiera ponerse de acuerdo. Vean las de febrero:
El Financiero:
54 por ciento aprueba a AMLO, 46 lo desaprueba.
Buendía y Márquez:
65 por ciento aprueba a AMLO, 29 lo desaprueba.
Demotecnia:
74 por ciento aprueba a AMLO, 16 lo desaprueba.
Enkol:
69 por ciento aprueba a AMLO, 27 lo desaprueba.
Pues sí, el sexenio se acaba. Los días que vienen serán todavía más cortos porque así acelera el sexenio. Según el ponderado de encuestas de Oráculus, AMLO es, en el mes 50 de su mandato, el Presidente mejor calificado en los últimos 40 años. Y no es que lo quieran mucho las casas encuestadoras, que digamos. El sexenio aprieta y puedo garantizar que muchos extrañarán a López Obrador, sobre todo la oposición: ¿qué motivo encontrarán para ir al Zócalo si él ya no está? ¿Con qué otra justificación podrán convocar a marchar si AMLO se va y no represa?
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