Ricardo Ravelo
13/01/2023 - 12:04 am
CDMX: Seis cárteles, en disputa territorial
«Aunque las autoridades siempre han negado la operación de cárteles en la Ciudad de México, lo cierto es que al menos seis grupos criminales tienen amplia actividad».
La ciudad de México ya es asiento de cárteles, aunque las autoridades sólo reconocen que existen bandas dedicadas al narcomenudeo. Un reporte de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) señala que en la capital del país operan seis cárteles y que se disputan el control territorial y el mercado de consumo de drogas. Estos cárteles son Sinaloa, Jalisco, Familia Michoacana, Tláhuac, Unión Tepito y Anti Unión Tepito. Todos, sin excepción, operan con unas veinte tipologías delictivas, entre otras, el narcomenudeo, las extorsiones, secuestros y el cobro de piso.
Aunque las autoridades siempre han negado la operación de cárteles en la Ciudad de México, lo cierto es que al menos seis grupos criminales tienen amplia actividad en la capital del país: dominan municipios completos, donde mueven droga a granel, cobran el llamado derecho de piso, secuestran y trafican con personas.
En septiembre de 2021, la Secretaría de Seguridad Pública Ciudadana, a cargo de Omar García Harfuch, desmanteló una célula del grupo “Los Chapitos” afincados en Tlalpan, particularmente en la zona conocida como Topileo. Las capturas no cortaron de tajo esa red del cártel de Sinaloa.
En esa zona, que conecta a la ciudad de Cuernavaca por la carretera libre, “Los Chapitos” habían alquilado una casa de seguridad donde escondían a personas privadas de su libertad. En la región, los habitantes detectaron sus actividades y los denunciaron tras la ejecución de varios secuestros
Según los vecinos del lugar, el grupo criminal se movía a deshoras de la noche, portaban pasamontañas y andaban fuertemente armados. En la casa de seguridad había tres personas plagiadas en el momento en que la propiedad fue cateada por la policía.
La zona de Topilejo, en Tlalpan, se había convertido en una extensión del Cártel de Sinaloa, el más poderoso de América Latina, de acuerdo con datos de la DEA, la agencia antidrogas norteamericanas.
La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, presume que la capital del país cuenta con la mejor policía de todo el territorio nacional; también pregona que no hay cárteles.
Sin embargo, en la ciudad de México no sólo se refugian los líderes y operadores de los principales cárteles del país: también han extendido sus redes criminales y cuentan con amplios mercados para la distribución de todo tipo de drogas, desde cocaína y heroína hasta las llamadas drogas de diseño, que han causado una explosión en el mercado de consumo.
De acuerdo con reportes oficiales, en la ciudad de México operan seis cárteles. Estos son Unión Tepito, Anti-Unión Tepito, Sinaloa, Cártel de Jalisco, cártel de Tláhuac y la Familia Michoacana, que además de Michoacán también cuenta con una base de operaciones en el estado de México, principalmente en Ecatepec, el municipio más grande del país.
El miércoles 11, el secretario de Seguridad Pública Ciudadana de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, informó sobre la detención de once personas que presuntamente participaron en el atentado contra el periodista Ciro Gómez Leyva. Entre el grupo se dijo que seis de ellos participaron directamente en los hechos. Sobre sus antecedentes, se informó también que pertenecen a una célula delictiva que opera en la capital del país y en el Estado de México. García Harfuch dijo que uno de los detenidos es el líder de la célula. Se llama Pedro Pool “N”, quien participó en el ataque armado contra el periodista.
Para la autoridad se trata de células, pero en realidad se trata de brazos, extensiones de los principales cárteles que operan en el territorio nacional. Estos grupos se disputan el enorme mercado de consumo; tienen operadores en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), hasta donde arriban los cargamentos de droga que, después, son guardados en bodegas clandestinas y distribuidos en bares, cantinas, antros de todos los niveles, casas de juego, prostíbulos, table dance y discotecas de colonias populares y de postín, como Polanco, Las Lomas, El Pedregal de San Ángel, Santa fe, entre otras.
Todos estos grupos criminales operan, además, con varios giros: el cobro de piso –una realidad en la ciudad de México — venta de protección, prostitución a través de mujeres traídas del extranjero que son explotadas en el negocio sexual; manejan la piratería y todas sus actividades se realizan, según las fuentes consultadas, con el apoyo de policías de la Ciudad de México, la misma que según la jefa de Gobierna es una de las más eficaces del país.
CDMX, territorio de cárteles
Durante más de una década, las autoridades de la Ciudad de México –la más poblada de América Latina y una de las más grandes del mundo –han negado la presencia de los cárteles de la droga. Sin embargo, los datos consultados dan cuenta de otra realidad:
En las calles de la capital del país, en bares, prostíbulos y cantinas, muchos localizados en zonas exclusivas como las colonias Roma, Polanco, Condesa o Zona Rosa, con frecuencia ocurren asesinatos, secuestros y extorsiones, pero todo se le atribuye a la delincuencia común cuyos líderes habitan en zonas y barrios violentos, una suerte de submundo donde todo huele a ilegalidad.
En gran medida, la estrategia de las autoridades capitalinas ha consistido en voltear hacia otro lado, a la provincia, donde los líderes criminales se disputan el mercado de consumo y los territorios, pero en la Ciudad de México siempre se han negado las operaciones de los más importantes cárteles del narcotráfico, aunque sea una realidad irrefutable.
En la medida en que los grupos criminales fueron creciendo en el país, antes y después del sexenio de la guerra que encabezó Felipe Calderón, los jefes de los cárteles utilizaron a la Ciudad de México como un refugio seguro. En la gran metrópoli no había ajustes de cuentas, se decía entonces; tampoco ejecuciones al estilo Sinaloa, Guanajuato o Jalisco; menos persecuciones y balaceras, como ocurre en Tamaulipas.
En las distintas administraciones de la capital del país uno era el discurso y otro los hechos. El control del crimen organizado –que no el combate –permitió que los grandes capos del narcotráfico adquirieran fastuosas mansiones para vivir o pasar algunos días en lo que se enfriaban sus plazas de la violencia.
En la Ciudad de México vivió Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”, cuando era jefe del cártel de Juárez. Antes, en 1988, estuvo preso en el reclusorio Sur, acusado de uso de arma prohibida. Permaneció tres años preso. Recobró su libertad y, en unos cuantos meses, se entronizó en la jefatura del cártel juarense luego del asesinato de Rafael Aguilar Guajardo, ocurrido en 1993 en Cancún, Quintana Roo.
En Chimalhuacán, al norte de la ciudad, vivía Eduardo González Quirarte, “El Flaco”, publirrelacionista del cártel de Juárez y hombre de confianza de Carrillo Fuentes. Otros que habitaron en la ciudad de México fueron los hermanos Beltrán Leyva, jefes de una de las células más poderosas del narcotráfico. Luego, Arturo Beltrán, “El Barbas”, se mudó a Cuernavaca y se instaló en un lujoso departamento frente a la zona militar, donde fue abatido por efectivos de la Marina en 2010.
Dámaso López, el famoso “licenciado”, socio de Joaquín Guzmán Loera, fue detenido en un departamento de la ciudad de México mediante un operativo coordinado por Omar García Harfuch, quien fue atacado a balazos en la ciudad de México, según él mismo reconoció, por el Cártel de Jalisco Nueva Generación, otro de los cárteles emblemáticos que están asentados en la capital del país.
Antes de la captura de Ovidio Guzmán, la semana pasada, el hijo de Joaquín Guzmán Loera se paseaba por la ciudad de México impunemente. Reportes de inteligencia militar sostienen que solía pasear por plaza Delta, al sur de la ciudad de México.
Hombres al servicio de Ismael “El Mayo” Zambada, entre otros su hermano Jesús “Rey” Zambada, controlaron el tráfico de drogas en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México durante el sexenio de Felipe Calderón.
De acuerdo con expedientes de la época, este personaje operaba con protección oficial y, ahora se sabe, que su principal protector era Genaro García Luna, entonces poderoso secretario de Seguridad Pública.
Durante el gobierno de Miguel Ángel Mancera, la presencia del narcotráfico fue negada reiteradamente. El exjefe de gobierno y actual senador de la República por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) aceptó que en la Ciudad de México había delincuencia, bandas dedicadas al narcomenudeo y a otros delitos, pero rechazó que hubiera cárteles de la droga.
Sin embargo, la realidad ya no pudo ocultar más. Ante la narcodinámica que enfrenta la Ciudad de México, la jefa de gobierno, Claudia Cheinbaum reconoció en una ocasión al abordar el tema:
“Siempre ha habido presencia de estos cárteles en la Ciudad de México, el problema es que no había violencia, el problema es que se les dejó crecer mucho y nos toca controlar eso y entregar una ciudad segura. Una cosa era que declarativamente se decía que no había cárteles, pero otra es que se les creyera”.
Con cárteles o delincuencia común lo cierto es que la violencia ha crecido en la Ciudad de México. Ahí está el caso, por ejemplo, del asesinato de Roberto Ronquillo, estudiante de la Universidad de “El Pedregal” y de Leonardo Avendaño, alumno de la Universidad Intercontinental, así como el ataque armado que dejó al menos dos personas muertas, dos lesionados y varios detenidos en calles de la colonia Héroes de Padierna, ocurridos en el perímetro de la alcaldía de Tlalpan.
De acuerdo con informes oficiales tanto federales como de la Secretaría de Seguridad Pública Ciudadana de la Ciudad de México, los cárteles locales han aumentado. Y también los delitos cometidos por sus operadores. Su portafolios de actividades, particularmente el narcomenudeo, es amplio. Se ofertan todas las drogas, desde marihuana, cocaína, crack, piedra, metanfetaminas, sustancias sintéticas variadas hasta heroína, incluso de la negra, la más cara y la más adictiva, según expertos.
Los cárteles locales que han sido denunciados por su fuerte dinámica son son Tláhuac, Unión Tepito, Los Manzanares, Neza, Los Cambrones y Fuerza Anti-Unión.
A estos se suman amplias redes criminales de los cárteles de Sinaloa y Cártel de Jalisco Nueva Generación, que encabeza Nemesio Oseguera y cuyos tentáculos se han extendido a lo largo y ancho de la capital del país gracias a la sociedad que establecieron con el cártel Unión Tepito, uno de los más violentos. La Familia Michoacana Nueva Generación, cártel renovado con operadores y sicarios, también se asentó en la ciudad de México.
De acuerdo con informes de la Secretaría de la Defensa Nacional, en la zona metropolitana –que incluye el Estado de México y sus municipios más grandes –Ecatepec y Cuautitlán Izcalli –operan cárteles michoacanos y guerrerenses.
Se trata de Los Caballeros Templarios, La Familia Michoacana y células del cártel del Milenio, que está representado por la familia Valencia. Según una fuente consultada, que solicitó el anonimato por temor a represalias, en la periferia de la Ciudad de México y en el corazón de la capital del país también tienen gran operación los cárteles de Los Rojos –su territorio de asiento es Morelos –y Guerreros Unidos, cuya base de operaciones es el estado de Guerrero.
Ambos cárteles son descritos en los informes como “sumamente violentos”, tanto, que al cártel de Guerreros Unidos se les atribuye la desaparición y muerte de los 43 estudiantes de Ayotzinapan, ocurrido en 2014, cuyo caso sigue bajo investigación por parte de la Fiscalía General de la República que ya echó por tierra la llamada “verdad histórica” construida en el sexenio de Enrique Peña Nieto y que se basada en la tesis de que los normalistas fueron asesinados y quemados en el basurero de Cocula, municipio de Iguala.
Las dudas sobre las operaciones de grandes cárteles pesaban en el imaginario colectivo hasta antes del viernes 26 de junio, pero después de ese día la realidad dio un gran viraje.
Esa mañana, el secretario de Seguridad Pública Ciudadana de la Ciudad de México, Omar García Harfuch se dirigía como de costumbre a la reunión que todos los días sostenía con la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum. Al cruzar por la avenida Reforma y Prado Norte, 30 sicarios, presuntamente del Cártel de Jalisco, ya lo esperaban.
El grupo estaba fuertemente armado. Habían preparado el atentado tres semanas antes. Estuvieron refugiados en una casa de seguridad de Tláhuac. Portaban rifles de asalto, Barret calibre .50, metralletas, granadas, entre otras. Cuando el funcionario cruzaba por esas calles le atravesaron un camión y abrieron fuego en contra del vehículo en el que se transportaba. Ahí murieron su jefe de escoltas y uno de sus choferes. El funcionario sólo resultó herido, aunque no de gravedad. Salvó la vida por el blindaje de su camioneta y por la rápida reacción de la policía capitalina.
Desde la sala del hospital Médica Sur, donde fue atendido e intervenido quirúgicamente, García Harfuch informó, a través de su cuenta de Twitter, que los autores del ataque fueron sicarios del Cártel de Jalisco. La afirmación causó sorpresa, sobre todo, porque todavía no se iniciaban formalmente las investigaciones ni se habían emitido conclusiones al respecto. Sin embargo, el funcionario ya lo sabía.
Desde entonces, para los habitantes de la capital del país ya no queda ninguna duda: en la ciudad de México operan varios cárteles y sus actividades son tan habituales como ocurre en Tamaulipas, Veracruz, Sinaloa, Quintana Roo, Tijuana, Nuevo León, las plazas más violentas del narcotráfico.
Según la fuente citada e informes de la Secretaría de Seguridad Pública, la causa del ataque a García Harfuch pudo haberse decidido por los golpes que ha asestado al cártel Unión Tepito, socios del CJNG.
Y es que desde que García Harfuch tomó posesión del cargo, en octubre de 2019, empezaron los golpes a ese grupo criminal, aunque sin mucho éxito. En enero de este año, se implementó un operativo en Tepito, con el apoyo de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Durante los cateos, se aseguraron vehículos, dinero en efectivo, droga de todo tipo –marihuana, cocaína, crack, entre otras –y varios cráneos humanos que formaban parte de un altar propio del culto a la Santería.
Fueron detenidas 27 miembros del grupo criminal y presentados ante un juez federal bajo cargos de delincuencia organizada. Sin embargo, menos de 48 horas después todos los detenidos fueron puestos en libertad por falta de pruebas.
Sobre el atentado contra García Harfuch circulan dos versiones: la que él mismo difundió atribuyéndole la autoría al CJNG y otra más que establece que el funcionario podría estar coludido con un cártel rival al que encabeza “El Mencho”, lo que habría provocado la ira de esa organización criminal.
Los cárteles de la Ciudad de México se disputan el mercado de las drogas en zonas como Tepito, Tláhuac y la zona de fiestas y “reventones”, el corredor Roma-Condesa, una de las más concurridos porque es la que concentra una buena cantidad de bares, cantinas, prostíbulos, casas de cita y negocios de los llamados giros negros.
En estos bares es común la violencia y hasta los crímenes. Un ejemplo: La madrugada del pasado 15 de abril de 2021 se escucharon balazos a la salida de la discoteca “Denbauw”, localizada en la colonia Condesa. Los disparos cegaron la vida de un sujeto.
Habitantes de la zona dijeron que es común este tipo de asesinatos a las afueras de los bares por temas de drogas o ajustes de cuentas. Se trata de una guerra entre grupos de narcotraficantes, sobre todo entre los cárteles rivales que se han enfrentado a La Unión-Tepito, el más violento y el que tiene el control del narcomenudeo en buena parte de la capital del país.
Crímenes como estos ocurren todos los días, muchos de ellos tienen que ver con la disputa de los grupos criminales, pero las investigaciones se quedan pendientes y en ocasiones los casos ni siquiera se investigan, por lo que la impunidad se robustece.
La dinámica de los cárteles es amplia. Según datos de la Fiscalía capitalina, todos estos grupos trabajan al menos con 25 tipologías delictivas; las más socorridas son el secuestro, tráfico de drogas de todo tipo, incluidas la de diseño, así como el cobro de piso y las extorsiones. A estas se añade la venta de protección y el control de los llamados giros negros.
Así, la ciudad de México ya no es la excepción de la regla: el crimen opera tan abiertamente como en cualquier otra ciudad del país.
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