Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades llega este viernes al catálogo de Netflix, después de su paso por festivales y salas de cine, para presentar al espectador el viaje existencialista de Silverio Gama a través de escenarios surrealistas construidos y diseñados por Eugenio Caballero, quien narra esta historia desde lo visual.
Ciudad de México, 16 de diciembre (SinEmbargo).- Silverio Gama (Daniel Giménez Cacho) entra al estudio de televisión al que no había visitado en años desde que se fue a vivir a Estados Unidos. Ahora vuelve triunfante para ser entrevistado por el reconocimiento que le darán en su país gracias su labor como periodista. Él atraviesa pasillos, plumas, bailarinas, camerinos y viejos conocidos hasta llegar al foro en el que hablará de su documental, pero entonces todo se congela. Su boca no emite una sola palabra que el inquisidor conductor del programa que lo trajo como su invitado estelar trata de sacar.
La secuencia pertenece a una escena de Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades, el filme más reciente del cineasta Alejandro González Iñárritu, un collage onírico que viaja a través del regreso de Silverio Gama a México, quien en su vuelta al país se descubre suspendido en un «limbo» lleno de realidades dolorosas y existencialismo.
El resultado de esta secuencia es obra del director de arte y diseñador de producción Eugenio Caballero, ganador del Óscar por El Laberinto del Fauno (Guillermo del Toro, 2006) y quien también ha trabajado junto a Alfonso Cuarón en Roma recreando la Ciudad de México de finales de la década de los 70. Hoy esta escena se ha convertido en una de sus favoritas y una de varias de esta cinta que lo regresó a filmar a los Estudios Churubusco, lugar que fue testigo de sus primeros trabajos.
«El universo de Bardo viene de alguna manera a través de la memoria de un personaje y eso es una cosa que a mí me interesa muchísimo. Este mundo está filtrado a través de esas memorias entonces para mí fue clave tener eso en mente cuando estábamos hablando de los espacios. Los espacios en Bardo no son necesariamente realistas y justamente vienen filtrados a través de un punto de vista muy específico», cuanta en entrevista con SinEmbargo.
El filme, que está disponible en el catálogo de Netflix a partir de este viernes, es el viaje íntimo y conmovedor de Silverio en el que se conjugan elementos surrealistas, otros que evocan las realidades dolorosas de México y unos más que juegan con el imaginario colectivo del mexicano, pero ¿cómo representar todo eso en la pantalla para el espectador logre entenderlo?
«Lo más complicado fue reflejar esta dualidad o esta incomodidad que el personaje tiene en todos lados, siento que Silverio es un personaje que nunca está completamente cómodo en ningún lugar. Es decir, no estaba cómodo en Estados Unidos, donde además ha tenido éxito y donde ha vivido los últimos años, pero él tampoco ya no pertenece a México. Al irse las cosas cambian y él se queda en un limbo».
Bardo transita entre escenarios complicados e inimaginables: un departamento en medio del desierto o cuartos que se inundan y son habitados por peces, sólo por mencionar algunos. Cada escena está llena de simbolismos que, por supuesto, iban más allá de sólo presentar imágenes hermosas:
«No nada más se trataba de hacer imágenes bonitas o imágenes que transmitieran, sino había que tener imágenes que tuvieran un tono específico, al final esto es una comedia, una comedia negra, una comedia distinta». Pero lo más importante, señala Caballero, era «no perder el tono de los sets», y para esto el diálogo con Alejandro González Iñárritu fue clave.
«Lo primero que empezamos a hablar fue del tono, ¿cuál sería el tono? Yo traté de interpretar lo que Alejandro trataba de contar en cada una de estas secuencias. Evidentemente esto es una ficción, Silverio parte de la memoria de Alejandro pero es un personaje de ficción, y eso es una cosa que es importante, una vez que está establecido eso, tienes que vivir como un personaje de ficción, no estamos haciendo un documental sobre el director en ese sentido».
La cinta es un ejercicio introspectivo de Iñárritu en el que él mismo se refleja en su personaje principal con viejas y nuevas ideas que han visitado su mente, aunque también, como su protagonista lo señala dentro del filme: “con unas cuantas falsedades”.
LA CIUDAD DE MÉXICO, ESCENARIO DE BARDO
Alejándose de convertir a Silverio Gama en un retrato del director mexicano, Eugenio comenzó a pensar de forma detenida cada detalle del personaje: cómo vivía, qué objetos tenía, cómo vestía, en qué lugares sería colocado. Y en este último aspecto, la Ciudad de México toma una fuerte relevancia, pues en ella suceden la mayoría de las transiciones.
El Castillo de Chapultepec se vuelve en el escenario de la muerte de Juan Escutia, una que se reimagina y es absurda; el Zócalo capitalino le da la bienvenida a un Hernán Cortés; y en las calles del centro histórico las personas caen y desaparecen.
«La película toca, efectivamente, mucho lugares de la Ciudad de México, siempre vistos con un lente extraño, por decirlo de alguna manera, pero que dan cuenta de la historia de este país. No es casual que rodáramos en el Zócalo, que de alguna manera es el centro neurálgico del país político-social ahora, pero lo fue siempre. Es el lugar donde se encuentra Cortés y Moctezuma, no hay más que eso, ahí estaban básicamente las ruinas de la ciudad prehispánica, de Tenochtitlan».
«Los edificios que están al rededor vienen desde el siglo VI, el inicio de la Catedral, está el Centro Histórico con la mezcla de edificios de los siguientes años, de los grandes palacetes vistos con estos ángulos más surrealistas. El Castillo se Chapultepec es un sitio que simboliza mucho y que además no fue fácil rodar ahí, evidentemente tiene su restricciones practicas, tanto así que construimos la Torre de Chapultepec en un estacionamiento para pode hacer la escena de Juan Escutia lanzándose, hicimos una reproducción exacta del tamaño y la insertamos digitalmente como muchos de las acciones que están ahí, esa decir, para poder rodar en todo estos lugares hay un ‘encaje de bolillo’ interesante, es decir, el Zócalo nunca estuvo completamente vacío, eso no pasa, entonces tuvimos que limpiarlo digitalmente», detalla Eugenio Caballero.
La interpretación visual de Bardo es la reunión de cinco décadas: los 70, 80, 90 y los 2000, las mismas del recorrido de la vida de Silverio Gama. Para representarlas, se cambiaron colores, toldos, puestos de comida y profundidades.
«Era básicamente un trabajo de edición de la realidad para poder llevarlo al mundo imaginario, al mundo de memoria de Silverio».
«Para mí era muy importante que hubiera este mosaico de lo que es esta Ciudad también. También es verdad que hablar de la Ciudad de México es hablar de escalas muy grandes y estos sets lo tenían de alguna manera, había una especie de cualidad épica en ellos».
Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades fue fotografiada por el director de fotografía nominado al Óscar Darius Khondji (Amour; Los siete pecados capitales) y escrita por Iñárritu y Nicolás Giacobone (duplaganadora del Óscar Birdman).
La película representó el regreso de Alejandro González Iñárritu para filmar en México después de dos décadas de no hacerlo desde Amores perros. El filme contó con el respaldo de un gran equipo de producción mexicano que trabajó en cada detalle.
«Una cosa que me parece muy inspiradora es que una película como esta necesitaba un equipo de profesionales muy exigidos todo el tiempo. […] Set tras set, tamaño tras tamaño, precisión, y el equipo mexicano que estuvo, ya no sólo hablamos de las voces, de los cineasta mexicanos, sino de una profesionalización maravillosa, una profesionalización muy precisa, la verdad es que tuve un equipo de ensueño», resalta Caballero.