Jorge Alberto Gudiño Hernández
03/12/2022 - 12:05 am
¿Un reflejo del país?
"Así que no, las derrotas de México en los mundiales no son un reflejo directo de lo que sucede en nuestro país, no se puede politizar de esa forma ni llegar a esa conclusión de forma directa".
Acostumbrados a la derrota, somos capaces de emocionarnos cuando se abre una rendija por la que apenas se cuela la luz. Eso sucedió hace algunos días cuando la selección mexicana fue eliminada del Mundial. Vi el partido con uno de mis hijos, el más pequeño. Por su edad, no estaba acostumbrado a la ilusión que provocan las posibilidades ni al consecuente sentimiento de abandono que genera el resultado. Su tristeza tuvo, pues, algo de belleza. Pasarán algunos mundiales antes de que se acostumbre, si es que eso es posible.
Se le pueden reprochar a la selección mexicana su baja calidad de juego, su consecuente eliminación y, los que más saben, algunos asuntos técnicos. Se le pueden reprochar al futbol nacional un montón de cosas, el discurso manido respecto a renovar el sistema o todo lo que sucede fuera de la cancha. Lo que no se puede reclamar es la falta de emociones: esos minutos en los que, pese a los resultados previos, volvió a ponerse la esperanza sobre la mesa. Calificar parecía posible. Y era entretenido sumarse a la intensidad con la que se especulaba acerca de los goles faltantes en uno u otro partido, el peso de una tarjeta roja para Polonia o la relevancia del penalti fallado por Messi. De nuevo, volvíamos a jugar con las ilusiones.
Incluso sonaba ingrato el reclamo en torno a por qué no jugábamos siempre así. Como si, al día siguiente, España, Alemania, Costa Rica y Japón no hubieran padecido trances similares: los cuatro estuvieron calificados en algún momento del partido, los cuatro estuvieron eliminados también. Es claro, si siempre hubieran jugado a su máximo nivel, las cosas podrían ser diferentes. Vaya uno a saber.
Me interesó, al día siguiente de la eliminación, una plática entre papás a las afueras de la escuela. Uno sostuvo que el resultado era un reflejo de las condiciones del país. Otro estuvo de acuerdo y lo extrapoló: el futbol (sus resultados) siempre son un reflejo del país. La indignación tras la derrota hizo que muchos asintieran. Llegó, entonces, la voz de uno de ellos, emitida desde la racionalidad. Explicó por qué no era así. El ejemplo más claro era la eliminación de Alemania, que nunca hubiera habido un campeón del mundo entre los noruegos, finlandeses, daneses u otros países que son referentes de buenos gobiernos y estados. Además, Brasil, el pentacampeón, no puede presumir de un siglo de buenas condiciones para sus habitantes, de buenos gobernantes, de estabilidad en todos los sentidos.
Así que no, las derrotas de México en los mundiales no son un reflejo directo de lo que sucede en nuestro país, no se puede politizar de esa forma ni llegar a esa conclusión de forma directa. Sin embargo, también es cierto que mucho del manejo de la selección pasa por todos los vicios nacionales. También, que mucho de lo identitario se puede filtrar a ciertas formas de juego. Entonces, es probable que algunas de las causas que nos eliminan consistentemente, sí sean un reflejo de lo que sucede en el país. Unas sí y otras no.
Lo interesante viene de la sospecha. Si fuera cierta la afirmación, significaría que, en cuanto México ganare el Mundial, implicaría que nuestro país vive en una era dorada. Algo que, tristemente, suena aún más improbable que el sexto o el séptimo partido. La sospecha es otra, la que me hace conjeturar que habría muchos que preferirían que ganáremos el Mundial aunque las cosas con el país sigan como hasta ahora, como siempre, pues, como de costumbre.
Vendrán años y mundiales intensos, supongo. Los que me pondrán frente a la pantalla con mis hijos y en los que seré testigo, de primera mano, de cómo sus desilusiones se alimentan de esperanza. Algo que ya es recurrente pero que, de cualquier modo, no deja de sorprender.
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