El escritor Jorge Comensal habló con SinEmbargo sobre su más reciente novela, un relato que reflexiona, sobre esos secretos familiares que queman la memoria, pero también sobre la crisis ambiental que nos acecha desde hace años, además de ahondar en otras temáticas, como las adicciones.
Ciudad de México, 9 de octubre (SinEmbargo).– Una joven, Karina, y su abuela, Rebeca, buscan una tumba sin encontrarla en el Panteón Dolores. Ambas van guiadas por la memoria de Rebeca, la cual tiene que remontarse décadas atrás para orientarse. Eso no es suficiente, no logran ubicarla. Ese es el germen de Este vacío de hierve (Alfaguara), del escritor Jorge Comensal, una novela que ocurre en la Ciudad de México, en el 2030, en una realidad en donde la capital aún se recupera de un incendio en el Bosque de Chapultepec.
“Tuve que ir buscando hacía dónde iba y hacia dónde venía esa historia, descubrí imaginado lo que venía: un incendio en el panteón civil de Dolores, que iba hacia la revelación de un secreto familiar, que fungía como un vacío hirviendo al interior de Karina y de su abuela, también, un vacío que cada una llena de maneras diferentes, por un lado la bebida para la anciana, por otro lado, el conocimiento objetivo del mundo que le da certeza a Karina, pero el vacío sigue ahí, y sólo gracias al descubrimiento de la verdad se podrá empezar a llenarlo, tal vez no puede llenarse el vacío, pero sí apaciguar ese hervor”, comentó el autor en entrevista con SinEmbargo.
La novela de Comensal se propaga como el fuego hacia todos lados. El tiempo en sus letras avanza y retrocede al mismo tiempo que el misterio recalcitra y mantiene en vilo a los lectores. La historia reflexiona, sí, sobre esos secretos familiares que queman la memoria, pero también sobre la crisis ambiental que nos acecha desde hace años, además de ahondar en otras temáticas, como las adicciones.
La historia se conduce a través de Karina, una física de 25 años que trabaja en una teoría cuántica de la gravedad, quien a partir de una confesión involuntaria de su abuela, Rebeca, sobre la muerte de sus padres buscará las respuestas que merece saber, y lo hará con la ayuda de Silverio, un vigilante del Panteón de Dolores, donde yacen los padres de Karina, y que hasta hace poco sucumbió a las llamas del incendio del Bosque.
“Karina algo que nunca ha podido entender y que apenas comienza a confrontar en la misma novela es el alcoholismo de su abuela y de su padre, y la muerte accidental de los padres, que es la historia oficial que a ella le habían contado, no era congruente con muchos otros detalles, de eso ella no se había hecho consciente, y también eso genera una tensión enorme con su abuela”, platicó Jorge Comensal.
El autor explicó que él quería explorar la desintegración familiar, “no en un sentido moralino” sino a partir de una tragedia “o por cómo está constituida ahora la sociedad, está en crisis, esa institución, y necesitamos conformar otros tipos de familias y encontrar otras maneras de suplir lo que antes era una imposición, que, por ejemplo, era que los cuidados le correspondiera por necesidad a las mujeres de la familia o que los matrimonios se mantuvieran a fuerza unidos sin escapatoria cuando la relación ya no funcionaba, entonces, cuando se quitan todos estos impedimentos, se necesita algo más para que la sociedad funcione”.
Silverio, por ejemplo, es un caso paradigmático del padre ausente, del padre desobligado que no paga la pensión alimenticia, que no está en la vida de su hija, hasta que la experiencia cercana a la muerte en el incendio lo hace tratar de redimirse y de convertirse en un padre responsable, y eso permite que entre él y su hija, haya una relación más horizontal, y que él haga un esfuerzo por acercarse a ella, detalló.
“Me interesaban esos temas, cómo podía reconstruirse, o más bien crearse, casi de la nada, un vínculo entre padre e hija en la adolescencia, y luego cómo podría sobrevivir el vínculo nieta-abuela, después de lo que sucede en la historia de la novela”, ahondó Comensal.
—¿Abres esta ventana para reflexionar sobre la cuestión de la familia, pero también sobre la crisis ambiental? —se le cuestionó.
—A mí me parece que para pensar y para enfrentarnos a la crisis tanto climática como zoológica y ambiental que estamos viviendo, la extinción masiva, el cambio climático, pensar el apocalipsis nos paraliza, no lo ubico como una distopía ni una situación donde se desmorone la sociedad, más bien muchas cosas siguen funcionando con mucha normalidad, simplemente cuando hay un incendio en el Bosque de Chapultepec, el Ejército entra, controla la situación, la vida, digamos, del Estado mexicano continúa, y la vida también de los capitalinos, a pesar de las dificultades que voy sugiriendo por ahí, como la escasez crónica de agua, las olas de calor.
No obstante, indicó que más que hablar de la realidad concreta de la Ciudad de México, él quería hablar de un espacio universal, “donde las ciudades tan grandes son islas de calor, donde las olas de calor se padecen mucho más que en las ciudades más pequeñas [...] entonces estos son detalles de la realidad que se van presentando, y a mí lo que me interesaba, sobre todo, a través del personaje de Daenerys, (la hija de Silverio) era mostrar una sensibilidad, y una empatía, y una solidaridad, diferente a la que nuestras generaciones tuvimos, tal vez, con la vida silvestre, y una manera distinta de ver el mundo, sin hacerlo como una condena de las otras, porque realmente en la novela para Rebeca ese no es un tema, tampoco tanto para Karina”.
—¿Te vales de todos estos personajes para demostrar cuales son las múltiples visiones que se pueden tener sobre una situación real?
—Sí, totalmente, quería poder ver con ese calidoscopio las distintas perspectivas de la ciudad y también subrayar las semejanzas con las cosas que no cambian, y las que regresan a pesar de que creamos que ya están enterradas, regresa el pasado a buscarnos, y eso se manifiesta en la plaga, que le llaman en algún en la novela, de fantasmas que provoca el incendio del panteón. Si imaginamos el periodismo amarillista que cubrió la nota y los rumores de lo que oía la gente sobre gritos que había en el incendio y demás, se genera la convicción masiva de que millones de fantasmas salieron de ahí esa noche, y entonces toda la gente empieza a convivir de nuevo con sus difuntos, de los que probablemente no se habían acordado también en décadas, y ese regreso del pasado a buscarnos me interesaba también explorarlo.
—¿Es decir, el fuego ni quiera es suficiente para acabar con el pasado?
—Y la vida sobrevive, ahí hay también una esperanza implicada en el hecho de que el fuego arrasa con todo y todo vuelve a crecer, y vuelve a salir, y se transforma, eso es parte de lo que nos puede ayudar a navegar este momento, a no caer en la parálisis angustiosa de que el mundo se termina, sino que más bien de que el mundo sigue y hay que luchar por salvar en el mundo lo que nos parece valioso, sin caer en la desesperación.