Antonio Ortuño habló con SinEmbargo sobre su más reciente novela, una historia “entrañable sobre la adultez, el fracaso y la amistad”, pero sobre todo con mucho metal de fondo.
Ciudad de México, 17 de septiembre (SinEmbargo).– La historia popular recuerda a la Armada Invencible como “aquella flota española XVII que naufragó antes de siquiera entrar en batalla”. Y otra historia, contada por Antonio Ortuño, que rememora los pasos de la otra Armada Invencible, una banda mexicana de metal cuyos cuatro integrantes, el Barry, el Yulian, el Mustain e Isaías, estuvieron a nada de triunfar, salvo que el destino los hundió a su manera.
Nombrada así: La Armada Invencible (Seix Barral), la novela de Ortuño se construye a manera de un documental sobre las grandes bandas de metal de la historia para hablar —desde la ficción y el humor— sobre los sobrevivientes de esta agrupación que a sus cuarenta y tantos años tratan de levantarse de la sacudida que les ha dado la vida y retomar el camino perdido.
“En cierto momento de la vida uno hace un alto y dice ‘cómo llegué aquí, qué pasó con aquella otra persona’. Desde luego ese es un reconocimiento un poco dramático pero también es un poco gracioso porque no somos zombis que estuvimos perdidos 25 años, tomamos racionalmente u orillados por la circunstancias las decisiones que tomamos y pues nos llevaron las cosas y sabemos muy bien porqué estamos ahí, sin embargo deploramos ese día o un buen día esa extrañeza de cómo acabé aquí y cómo renuncié a tal cosa”, comentó el autor en entrevista con SinEmbargo.
Ortuño reconstruye el naufragio de los miembros de esta agrupación originaria de Jalisco a partir de una “estructura de álbum con los capítulos como canciones con dos partes, con un lado A y un lado B”. De esta manera conocemos la perspectiva melancólica de Yulian a través de los derroteros de su vida como un ilustrado divorciado que sobrevive gracias a su amistad con El «Gordo» Aceves, siempre anhelante de lo que pudo ser y no fue; y por otro lado, el lector llena los huecos restantes a través de la mirada del Barry, el líder de la banda que decide en qué momento librar sus batallas.
La otra parte de la estructura narrativa la construye Antonio Ortuño a través de las entrevistas a los diferentes actores de este relato: “Es la pura tradición de las historias que se cuentan y que se han contado sobre el rock, es decir, tanto los documentales o la inmensa mayoría de los libros que tenemos sobre el rock están construidos con este mosaico de entrevistas, de las voces que están como contando la historia, porque además como es una historia si no de lo inmediato pero tampoco del pasado remoto en la que en buena medida muchos de los protagonistas viven todavía y se puede recurrir a esto”.
“Por eso me parece que el recurso de la entrevista, justificado por el documental, era importante para el libro y da la posibilidad de que no sea un discurso monolítico el de Yulian sino que haya más voces, voces distintas, que los personajes se puedan contar a sí mismos a veces en oposición o al menos matizando lo que dice Yulian y también que lo cuenten a él, el narrador del libro también es contado a través de los mismos personajes, no sólo la vida y opinión del señor Yulian sino que también lo narra Barry, lo narra Lupita, su exesposa; lo narra la Paty, lo narra el ‘Gordo’ Aceves, lo narran los demás y creo que eso ayuda a crear intimidad con los personajes”.
—Es decir, ¿vas entendiendo de qué manera es el fracaso de tus personajes a partir de la reconstrucción de lo que fue en su momento La Armada Invencible? —se le preguntó.
—Sí, claro que el rock siempre tiene esta página como de mitología en la historia de las bandas y por eso era necesario el peso del pasado también para entender a los personajes, pero para justipreciar mejor el precio que tiene La Armada Invencible, este grupo que parece estar a punto de hacerla y que tiene como este potencial enorme que no llega pero que de alguna manera está ahí como una suerte de leyenda de estos tipos que sacaron su disco y demás, y todos estos detalles que son medio míticos.
Ortuño precisó que él quería para la novela crear esa especie de mitología equívoca, y en ese sentido abundó en cómo muchos de los episodios de La Armada “en realidad son risibles, son fracasos, son terribles pero crean una mitología”, que le da a la historia una fluidez y que al mismo tiempo atrapa al lector desde el inicio en que comienza a conocer a Barry.
Pero la novela además, sirve además como un recorrido a través de las distintas bandas que marcaron la historia del metal.
“Desde luego hay una historia de metal por cada metalero porque cada quien construye su tradición y para algunos es más importante Led Zeppelin, para otros es Sabbath y para otros es Deep Purple, y para algunos la gran banda de los 80 es Megadeth y no Metallica o Iron Maiden. Entonces traté de construir para Yulian su propio evangelio. No se trataba de hacer una enciclopedia del metal que hubiera necesitado muchas más estaciones a estos brincos enormes de The Beatles, a Black Sabbath, a Metallica, pues es un poco hablar de los principales ochomil de la Cordillera del Himalaya, pero no quiere decir que no haya otras montañas altísimas”.
—¿Dónde quedó esa mitología?
— Eso creo que tiene que ver con muchas cosas, por un lado está la percepción, nuestra percepción está completamente secuestrada por las redes sociales y por las plataformas, y se toman decisiones que son ejecutivas y empresariales. Hoy justo estaba leyendo una nota, Ozzy tocó en el partido inaugural de la NFL y la televisión cortó básicamente todo su show, sacaron como 16 segundos de Ozzy, la gente en el estadio estaba enloquecida con la presentación y sin embargo no lo emiten, si fuera una estrella de pop desde luego lo hubieran sacado. Siempre ha habido una apuesta decidida por otro tipo de música que es mucho más comercial, que no es el metal, y ahora lo justifican con que Ozzy no es para todos los públicos. Bueno, pero por qué lo otro sí es para todos los públicos.
También es verdad, no quiero caer en este rollo de la nostalgia absoluta ni de ‘el pasado fue mejor’, pero desde luego en muchas bandas nuevas uno no encuentra lo que encontraba en las bandas antiguas pero también es cierto que cuando yo empezaba a escuchar música los dinosaurios del rock decían ‘esto no es como The Beatles, The Who, Pink Floyd’ y yo detestaba en esa época a los viejitos, a los que a mí me parecían viejitos, que se juntaban y hablaban de cuáles eran las 10 mejores canciones de Pink Floyd. Así que tampoco creo que convenga montarse en el pedestal y decir ‘todo lo que se hace ahora, sigue siendo una basura’, ha tenido mejores y peores épocas el rock.