Rafael Dumett

El Espía del Inca, la historia de una conspiración para salvar a un emperador

Rafael Dumett

El Espía del Inca, la historia de una conspiración para salvar a un emperador

Rafael Dumett

El Espía del Inca, la historia de una conspiración para salvar a un emperador

12/06/2022 - 12:05 am

El escritor peruano Rafael Dumett habló en entrevista con SinEmbargo sobre su novela El Espía del Inca, una historia sobre un plan para liberar al Inca Atahualpa, la cual es reeditada por Alfaguara.

Ciudad de México, 12 de junio (SinEmbargo).– Atahualpa, el último “emperador” inca, fue capturado por los españoles en noviembre de 1532 estuvo en cautiverio alrededor de ocho meses y, a pesar de que se pagó un rescate de un cuarto de oro y dos de plata para que fuera liberado, sus verdugos le arrebataron la vida en julio de 1533. 

Hasta aquí el hecho es conocido. Sin embargo, detrás del asesinato del Inca Atahualpa hay un rumor sobre una conspiración para liberarlo que pudo desencadenar su destino funesto. El escritor Rafael Dumett encontró esta historia en las crónicas de la época, la cual apenas si era mencionada en unas líneas, y ahondó en ella. El resultado: El Espía del Inca, su primera obra que vio la luz en 2018 y que ahora es editada por Alfaguara.

“Se escuchaban rumores de que había presencia de tropas en torno a Cajamarca, la ciudad donde estaba capturado el Inca y los españoles tenían miedo de que ellos realizaran un intento de rescatarlo en cualquier momento. Estos rumores fueron mencionados en varias crónicas y, sobre la base de estos rumores de que había un intento de preparación de rescatar al Inca Atahualpa, es que yo me permití imaginar las características de este intento infructuoso de rescate”, comentó el autor en entrevista con SinEmbargo

Dumett compartió que los lectores mexicanos podrán encontrar ciertas similitudes en esta historia y la Conquista que emprendieron los españoles en el territorio nacional: “creo que hablar de un gobernante, de un tlatoani capturado o asesinado no es algo que les sea ajeno. Tampoco creo que les sea ajeno el hecho de que haya una serie de grupos étnicos como los tlaxcaltecas que se unieron a los españoles en un momento determinado para poder ayudarles a realizar esta Conquista”. 

En ese sentido, señaló que hay muchos puntos en común entre la Conquista de México y la del Perú. Francisco Pizarro, dijo por ejemplo, se inspiró de manera muy directa e incluso tuvo una reunión con Hernán Cortés para replicar su estrategia. “Por eso, a pesar de que la Conquista de México se realizó entre 1519 y 1521, y la del Perú se realizó 12 años después, creo que hay muchos puntos en común que hacen posible que si un lector mexicano se acerca a esta novela, no le sea completamente ajena la trama que narra”.  

La historia narra esta conspiración planeada por el general Cusi Yupanqui, un personaje histórico quien fue el que ideó la conspiración para liberar al Inca Atahualpa, quien para estos fines reclutó a un espía cuya labor fue la de dar seguimiento a los españoles, vistos a su llegada a Cajamarca como unos “extraños barbudos” que estaban montados en “llamas gigantes y premunidos de mortales cilindros en los que habitaba Illapa, el dios del Trueno y el Relámpago”.

En los registros de la época, compartió Dumett, se habla de un espía que “subestimó los poderes que estos señores (los españoles) tenían, hizo comentarios despectivos acerca de sus capacidades para poder caminar en las montañas, cómo se sofocaban, cómo los caballos tenían dificultades para subir las montañas, se les quebraban las patas a algunos. Ese fue el problema con ese espía, que no funcionó”.

Por esta razón, Rafael Dumett construyó a su personaje Yumpacha, Oscollo Huaraca o Salango, sus diferentes nombres, un hombre que personifica la esencia de un espía: 

“En general los espías son personas bastante perspicaces porque tienen que tener habilidades para poder informar sobre realidades que no conocen, tener artes para poder deshacerse de oponentes y para poder convencer a personas para convertirlos en nuevos informantes para el bando de uno. Eso quise hacer, crear un espía común y corriente”. 

El Espía del Inca, una novela de Rafael Dumett. Foto: Random House.

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—En esta novela, El Espía del Inca, que reeditas con Random House, retratas la captura del Inca Atahualpa por los españoles en Cajamarca. ¿Cuál es la trascendencia e importancia del secuestro y posterior asesinato de este personaje?

—En primer lugar, voy a contar la trama de la novela, que es bastante básica. En noviembre de 1532, el Inca Atahualpa fue capturado por los españoles, estuvo en cautiverio por más o menos ocho meses y, a pesar de pagar un rescate de un cuarto de oro y dos de plata, fue asesinado por los españoles en julio de 1533. Se escuchaban rumores poco antes del asesinato y en alguna medida esto fue lo que ocasionó el interés de los españoles de asesinar cuanto antes a Atahualpa. Se escuchaban rumores de que había presencia de tropas en torno a Cajamarca, la ciudad donde estaba capturado el Inca y los españoles tenían miedo de que ellos realizaran un intento de rescatarlo en cualquier momento. Estos rumores fueron mencionados en varias crónicas y, sobre la base de estos rumores de que había un intento de preparación de rescatar al Inca Atahualpa, es que yo me permití imaginar las características de este intento infructuoso de rescate. 

La historia si bien no es familiar a los mexicanos, creo que la Conquista por parte de los españoles no es algo que les sea ajeno para nada, creo que hablar de un gobernante, de un tlatoani capturado o asesinado no es algo que les sea ajeno. Tampoco creo que les sea ajeno el hecho de que haya una serie de grupos étnicos como los tlaxcaltecas que se unieron a los españoles en un momento determinado para poder ayudarles a realizar esta Conquista. De alguna manera tengo la impresión de que hay muchos puntos en común entre la Conquista de México y la del Perú. Francisco Pizarro se inspiró de manera muy directa, tuvo una reunión específicamente con Hernán Cortés para copiar estrategia. Por eso, a pesar de que la Conquista de México se realizó entre 1519 y 1521, y la del Perú se realizó 12 años después, creo que hay muchos puntos en común que hacen posible que si un lector mexicano se acerca a esta novela, no le sea completamente ajena la trama que narra.  

—Existe aún esta idea de traición sobre los aliados de los pueblos originarios con los que llegaron de Europa. ¿Cómo se dieron estas alianzas en Perú?

—Completamente natural, es anacrónico hablar de traición. El traductor Felipillo es un personaje muy interesante puesto que muy probablemente fue capturado en las zonas de las actuales costas de Ecuador o el norte del Perú. Es absolutamente improbable que él hablara quechua, el idioma de los incas. Imagínate estar en la posición de este chico joven de 14 o 13 años que lo han sacado del lugar en el que vivía y ha vivido cuatro o cinco años en España, ha aprendido la lengua de los españoles y le piden que a su regreso él traduzca una lengua que él no conoce. Es un drama humano. Además le piden que tenga solidaridad con este inca, que muy probablemente destruyó su pueblo. Hay una analogía muy interesante de este personaje de Felipillo como un personaje que ustedes también tienen, que es la Malinche. Ella no era una mexica, muy probablemente era maya. He leído que tiene muy mala reputación o por lo menos muy ambigua en la historia mexicana... 

—Existe el concepto malinchista para referirse a un mexicano que antepone los intereses de otra cultura por encima de la propia…

—Una traidora. Pero cómo se le puede pedir eso si no era mexica. Por su historia personal posiblemente había sido sometida y discriminada por los mexicas. Si te pones a pensar e incluir esas variables, muy probablemente un líder étnico de la época de los Andes del Perú, ponte en su lugar, está observando concretamente que el inca le está pidiendo que tribute más hombres para las guerras que libran, le pide que los pocos hombres que están en la edad de trabajar tengan que servir más tiempo en las tierras del inca, supongamos que le pide más tributo en términos de ropa que debe entregar en los depósitos del inca y aparecen estos señores, que no son dioses, y que son potenciales aliados que pueden ayudar  a liberarse de ellos.

Con qué criterio puedes calificarlos de traidores, sobre la base de qué. También se habla de ‘traidores a su raza’, cómo se les puede pedir que operen en función de una categoría que solamente fue inventada tres siglos después. La raza no existía. Hay un momento en la novela con el traductor Martinillo, un español dice algo y el Inca Atahualpa tiene curiosidad por saber qué ha dicho este español y el traductor le dice que lo que está diciendo es que ‘para ser indio, eres muy ingenioso’. Atahualpa, por supuesto, pregunta qué es ‘un indio’. Utilizar categorías anacrónicas, perspectivas que pertenecen a otras épocas, no nos ayuda para poder comprender a estos personajes que son nuestros ancestros, que son parte de la familia. Ese es el ejercicio al que he intentado invitar a mis compatriotas a realizar y sospecho que no es un ejercicio al que los mexicanos sean ajenos. 

—Entiendo que el general Cusi Yupanqui existió y fue el hombre que ideó esta conspiración para liberar al Inca Atahualpa. ¿Cómo llegó a tus manos la historia de esta conspiración, qué tanto pudo avanzar antes de verse truncada con el asesinato de Atahualpa?

—Esta conspiración ha sido mencionada en varias crónicas, pero la que habla de manera más puntual es en unos dos párrafos nada más. Claro, en la crónica de los incas se habla un poco más en detalle de las características muy aisladamente de este general Cusi Yupanqui que se infiltró en Cajamarca y no dice mucho más, dice que se escondía en una de las casas y estaba preparando, y es todo. También hay que tener mucho cuidado, como he tratado de tenerlo, con todo aquello que se menciona en las crónicas que no necesariamente es fáctico. De hecho, el hecho de que en una crónica dicen una cosa y a veces se refieren a ese mismo hecho diciendo una cosa diferente, entonces eso también hay que reconocerlo. Esa conspiración es mencionada en la narración de los incas de Juan de Betanzos y menciona su protagonista con nombre y apellido, lo cual no necesariamente implica que este personaje haya existido ni que esa conspiración haya existido. Simplemente es mencionada. Sobre la base de esta anécdota me permití imaginar este posible intento de rescate.   

—Por otra parte has dicho que el espía Yumpacha, Oscollo Huaraca o Salango, sus diferentes nombres, no existió aunque sí hubo un espía, por llamarlo así. ¿Es el espía que te hubiera gustado en esa trama para liberar al inca Atahualpa?

—En primer lugar hay que señalar que el espía era otro, no fue el encargado de la conspiración para liberar al inca Atahualpa, sino fue enviado por los capitanes para averiguar quiénes eran esos señores. El problema con él es que subestimó los poderes que estos señores tenían, hizo comentarios despectivos acerca de sus capacidades para poder caminar en las montañas, cómo se sofocaban, cómo los caballos tenían dificultades para subir las montañas, se les quebraban las patas a algunos. Ese fue el problema con ese espía, que no funcionó. 

El mío lo decidí porque me di cuenta que no era suficiente con el general Cusi Yupanqui, necesitaba alguien que estuviera adentro, a lado de Atahualpa preparando esta conspiración con él coordinando y ahí se me ocurrió la imagen de este espía. Para que este espía fuera alguien funcional, tiene que tener algunas características y me gustaría que las descubrieran cuando lean la novela. 

Ahora bien, el género del espionaje no es una cosa que sea moderna, de hecho en los libros de espionaje que me ha tocado leer me he topado con esta enunciación que señala que el espía es el segundo oficio más antiguo del mundo, el primero ya sabemos cuál es. En general los espías son personas bastante perspicaces porque tienen que tener habilidades para poder informar sobre realidades que no conocen, tener artes para poder deshacerse de oponentes y para poder convencer a personas para convertirlos en nuevos informantes para el bando de uno. Eso quise hacer, crear un espía común y corriente. 

—Los mensajes cifrados a través de nudos son sencillamente fantásticos. ¿Qué tanto investigaste de esta manera de comunicarse, qué tan usual era su uso y sobre todo en qué condiciones?

—Estás hablando de quipus, posiblemente uno de los productos culturales más originales que produjo la cultura inca. Es un artefacto constituido por cuerdas y nudos con hilos de colores, un instrumento para comunicarse. He leído todo lo que he podido leer sobre estos instrumentos y hay una serie de conclusiones a las cuales uno puede llegar. En primer lugar, está completamente demostrado que eran instrumentos de contabilidad que utilizaban el sistema decimal, lo cual impidió que los españoles pudieran comprenderlo, los españoles no manejaban el sistema decimal sino hasta finales del siglo XVI. Ese instrumento era utilizado para todo aquello que pudiera ser convertido en patrón de información, es decir, calendarios astronómicos, presupuestos, listas de entregas de ofrendas, también patrones textiles, musicales e historiadores sospechan que también fueron utilizados como narraciones utilizando patrones narrativos que fueran memorias para los encargados de transmitir información, que se llaman amautas en la cultura inca.

El tipo de quipus que muestro en la novela no son necesariamente quipus que existieron realmente, pero son posibles. Algunos de ellos sí son existentes, cuando hay de presupuestos, de censos; esto está completamente comprobado porque los incas hacían censos de hombres y mujeres en edad productiva para poder utilizarlos y saber cuánto le iban a pedir a cada comunidad; cuántos hombres de guerra podían extraer del pequeño grupo étnico y para eso tenían que censarlos. Estos censos se producían cada uno o dos años. Todo esto no es mi imaginación, está demostrado. Lo de los quipus narrativos sí es una especulación con base sólida y estos instrumentos de comunicación secreta también son perfectamente posibles utilizando la mentalidad de los habitantes de los Andes del siglo XVI.

Obed Rosas
Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.