Óscar de la Borbolla
04/04/2022 - 12:03 am
La fórmula para vivir
«Hoy estoy convencido de que La fórmula para vivir no existe, y no porque no se hallan descubierto verdades valiosísimas, sino porque la vida, la vida humana, no es una, sino múltiple, diversa, cambiante y cada persona está rodeada por un contexto absolutamente singular (…)».
Mucho se ha escrito acerca de saber vivir: está la sabiduría de pensadores occidentales como Aristóteles, Seneca, Montaigne, por solo mencionar algunos dando brincos a través de los siglos, y están también los maestros orientales del arte de vivir: Lao Tse y Chuang Tse, quienes me han regalado muchas horas de reflexión profunda; quiero decir que existen bibliotecas enteras que contienen a sabios de todas las épocas y geografías, y yo, sin embargo, no he encontrado nunca La fórmula para vivir.
Cuando digo «fórmula para vivir» me refiero a una gran receta, un listado de instrucciones que pudiese contener la respuesta a todas las preguntas, algo así como una solución total.
Alguna vez creí que esa fórmula existía y que figuraba en la inscripción con la que se encontraban quienes acudían al antiquísimo templo de Delfos; esa inscripción donde se encuentra el archiconocido lema que Sócrates convirtió en la divisa de su vida: «Conócete a ti mismo». Un lema que se entiende mejor cuando se lee en su contexto: «Si tú ignora las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros. Ser humano, conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses»; y aunque se trata de una hondísima sentencia y me siento aludido por ella, pues me interesa el conocimiento, resulta, no obstante, una recomendación extraña para quienes —y son muchos— no aspiran al conocimiento, sino a muchísimas otras finalidades de la vida que son igualmente válidas: ser felices, obtener poder, dinero; estar completos, o sea, contento; dominar alguna de las artes, papar moscas y tantas otras metas que, en sentido estricto, insisto, son derroteros válidos en los que cada cual empeña su vida.
La invitación a conocernos resulta útil, aun en el caso de que no interese conocer «el universo y a los dioses», pero, por más importante que sea conocernos, no deja de ser más que una indicación muy general que no resuelve la casuística de la vida.
Luego de buscar mucho la gran fórmula he encontrado, no lo niego, algunas sugerencias de enorme valor: aceptar el cambio, restar importancia a lo material, pasar inadvertido y muchas otras que aún sabiéndolas no he podido o no he querido practicar. Hoy estoy convencido de que La fórmula para vivir no existe, y no porque no se hallan descubierto verdades valiosísimas, sino porque la vida, la vida humana, no es una, sino múltiple, diversa, cambiante y cada persona está rodeada por un contexto absolutamente singular, aun en el caso de ser conacionales, miembros de la misma familia o incluso gemelos que viven bajo el mismo techo; para cada individuo hay una circunstancia donde, obviamente influyen los grandes trazos, pero lo que más cuenta son los detalles, los factores pequeños.
Las fórmulas, las recetas siempre sirven para hacer lo mismo: si revolvemos nitrato de potasio, carbón y azufre, en determinadas proporciones, siempre obtendremos pólvora. Parece increíble que esta obviedad la haya olvidado. ¿Cómo podría haber una fórmula para la vida si lo que realmente existe no es la vida, sino diversidad de vidas y, además, en permanente cambio?
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