Los modelos de trabajo actuales, que no ofrecen salarios justos, pero sí exigen mayor productividad y jornadas largas de trabajo, propician que la gente «pierda su libertad» a cambio del dinero que al menos alcance para cubrir alguna de sus necesidades básicas.
Ciudad de México, 5 de febrero (SinEmbargo).- A diferencia de lo que se considera, la esclavitud moderna es parte de la vida diaria de muchas personas alrededor del mundo. Sí, en pleno 2022. Esto se debe a que a mayoría de las personas víctimas de la esclavitud trabajan en industrias como la agricultura, la pesca, la construcción, la manufactura, la minería, los servicios y el trabajo doméstico.
De acuerdo con una iniciativa de la Organización Internacional de Trabajo (OIT), nombrada «Los 50 para la libertad» —en la que despliegan un protocolo sobre como erradicar el trabajo forzoso—, hay muchos mitos en torno a lo que es y no es la esclavitud moderna, sin embargo, la realidad muestra que 3 de cada mil personas —desde la niñez hasta la adultez— viven bajo esta situación.
Si bien se considera que la esclavitud pertenece al pasado, ya que tiene raíces antiguas en la historia, aún existe de muchas formas diferentes en la que se ejerce este abuso a los derechos humanos. La trata de seres humanos, la servidumbre por deudas y el trabajo doméstico forzoso son sólo algunos ejemplos.
Hasta 2016 había alrededor de 25 millones de mujeres, hombres, niñas y niños en condiciones de esclavitud por trabajo forzoso, y si viviesen en la misma ciudad, sería la cuarta ciudad más grande del mundo después de Pekín. Además los datos de la OIT dejan ver que apenas hace seis años, había 5.9 por cada mil adultos y 4.4 por cada mil infantes víctimas de la esclavitud moderna.
Si bien ya se advertía que estas cifras eran modestas debido a la complejidad de recabación de datos, en 2020 un estudio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estimó que 29 millones de mujeres y niñas son víctimas de la esclavitud moderna, por lo que el total de personas alrededor del mundo bajo este esquema es mayor a los 40 millones.
Como parte de la esclavitud moderna también se incluyen los matrimonios forzosos, en los que se estiman más de 15 millones de personas en el mundo, y un 25 de niñas y adolescentes de América Latina están en este tipo de uniones. También por género, las mujeres y las niñas representaban el 71 por ciento de las víctimas de esclavitud moderna, lo cual se ve fortalecido debido al trabajo del hogar y de cuidados no remunerado, que se ha agravado con la pandemia de COVID-19.
«Se estima que 40.3 millones de personas fueron víctimas de esclavitud moderna en 2016. En otras palabras, en cualquier día del año 2016, es probable que hubiera más de 40 millones de hombres, mujeres y niños obligados a trabajar contra su voluntad bajo amenazas, o viviendo en un matrimonio forzoso al que no habían prestado su consentimiento», expuso la organización.
De los 40.3 millones de víctimas de la esclavitud moderna, 16 millones de personas estaban sometidas al trabajo forzoso en la economía privada. Si bien usualmente se considera que la esclavitud moderan sólo está representada por los trabajos sexuales y la trata de personas, las actividades laborales cotidianas como la agricultura, la manufactura y la construcción son algunas de las que aportan mayor número de personas en esta situación.
Según el estudio, en el trabajo forzoso del sector privado, un total de 9.2 millones, un 57.6 por ciento, de mujeres se ven afectadas por dicha situación, mientras que para los hombres la cifra es menor, con 6.8 millones, es decir, un 42.4 por ciento. La mitad de estos hombres y mujeres, 51 por ciento, estaban sometidos a régimen de servidumbre por deudas –método en el que se utilizan las deudas para obligar a la prestación de tareas laborales–, proporción que se eleva por encima del 70 por ciento en el caso de los adultos obligados a trabajar en tareas agrícolas, en el trabajo doméstico o en la manufactura.
La estimación de la OIT resaltó que la mayor proporción de trabajo forzoso se ubicó en trabajadores domésticos (24 por ciento), seguido de los sectores de la construcción (18 por ciento), la manufactura (15 por ciento), y la agricultura y la pesca (11 por ciento).
«A casi un cuarto de las víctimas (24 por ciento) se les han retenido sus salarios o se les ha impedido irse mediante amenazas de no pagarles los salarios adeudados. A esto le siguen las amenazas de violencia (17 por ciento), los actos de violencia física (16 por ciento) y las amenazas contra los familiares (12 por ciento). Entre las mujeres, el 7 por ciento de las víctimas comunicó actos de violencia sexual», se lee en el documento.
En el caso del trabajo forzoso impuesto por el Estado, hasta 2016 4.1 millones de personas eran víctimas éste. «Esas personas eran ciudadanos reclutados por las autoridades del Estado para participar en tareas agrícolas o de construcción con fines de desarrollo económico; jóvenes conscriptos militares obligados a llevar a cabo tareas de naturaleza no militar; personas obligadas a prestar servicios comunitarios no decididos por sus comunidades y sin beneficios para estas; o presos obligados a trabajar contra su voluntad».
Uno de los mitos que rodea la esclavitud moderna es que ésta sólo ocurre en países pobres o en desarrollo, pero contrario a esa idea, muchos países ricos también siguen en la réplica de estos modelos, y en varias ocasiones son las mismas gigantes empresariales de los lugares más ricos del mundo quienes invierten su dinero en regiones de bajos recursos, aprovechando su necesidad ofreciendo bajos sueldos y poca o nula protección social.
Los migrantes también son una población vulnerable ante los trabajos forzados y la esclavitud moderna, pues se ven persuadidos a aceptar empleos mal remunerados y con largas jornadas para conseguir un poco más de dinero de lo que conseguirían en sus países de origen.
trabajoforzado-esclavitud-en-el-mundo-2016El trabajo forzado y la esclavitud moderna han resultado «tan productivos» para sus empleadores, que a nivel mundial ha generado ganancias de más de 150 millones de dólares. De los beneficios al año, 51.8 miles de millones provienen de Asia y el Pacífico, 46.9 de países desarrollados y de la Unión Europea, 13.1 miles de millones de África, 12 miles millones de América Latina y El Caribe, y 8.5 miles de millones de Oriente Medio.
Según los registros de la OIT, hasta 2016 los beneficios anuales por víctima del trabajo forzado y la esclavitud moderna eran de hasta 34.8 miles de dólares de países desarrollados y de la UE; 15 miles de dólares en el caso de Oriente Medio; seguido de 12.9 miles de dólares en países de Europa central y Europa sudoriental; y de 7.5 miles de dólares en Latinoamérica. Y si bien por sector de explotación la trata de personas y la explotación sexual es el de mayor contribución monetaria anual (con 21.8 miles de dólares por víctima), la construcción, industria, minería y servicios se colocó en segundo lugar (4.8 miles de dólares por víctima al año). Casi a la par se ubicó la agricultura y el trabajo doméstico (con 2.5 y 2.3 miles de dólares por víctima al año).
Si bien América no tiene las cifras de esclavitud moderna que existen en países asiáticos, africanos y de medio oriente, los datos de Walk Free revelaron que al menos 10 países de América Latina y el Caribe, incluido México, aún tienen alta prevalencia de este tipo de atentado contra los derechos humanos. Los casos más alarmantes en el continente se ubican en Venezuela y Haití. El registro de la organización ubicó a todos los países de la región en riesgo medio a alto de incrementar sus cifras de víctimas de la esclavitud moderna.
LAS MUJERES Y LA ESCLAVITUD
El estudio “Prácticas nocivas profundizadoras de la desigualdad de género en América Latina y el Caribe», realizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la pandemia de coronavirus ha provocado que las prácticas de trabajos del hogar y de cuidados no remunerados aumenten considerablemente en la región, afectando principalmente a mujeres, niñas y adolescentes, a quienes se les impone este tipo de laborales por creencias machistas y patriarcales que se perpetran debido a los roles de género. En países como México, Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Panamá, Paraguay y Colombia se encuentran las mayores tasas de participación de los niños en el trabajo remunerado con jornadas laborales también mayores; en contraste, el tiempo destinado al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado es ampliamente superior en las niñas.
De hecho, en México las niñas y adolescentes casadas o en convivencia destinan un total de 46.4 horas a la semana, el caso es muy similar en Guatemala, donde dedican 47 horas semanales al trabajo no remunerado, mientras que en Colombia son 40.8 horas, lo que es equivalente a los límites de horas semanales de trabajo establecidas por ley en muchos países. Pese a ello, aún no hay cálculos precisos del impacto que la pandemia generó en la esclavitud moderna.
Otro de los trabajos que más afecta a las mujeres en el mundo es de la manufactura y la confección de ropa. En este último caso, las empresas que las fabrican se encuentran en países de bajos recursos alrededor del mundo, por lo que se aprovechan de la necesidad de la gente y la hace trabajar en malas condiciones laborales y con salarios precarios. Uno de los ejemplos más recordados de la fatalidad de dicha industria es el caso ocurrido en 2013, en Bangladesh, cuando el derrumbe de un edificio que albergaba cinco talleres de confección dejó un saldo de por lo menos mil 120 personas muertas y casi tres mil heridas. La prensa reportó que grietas graves aparecieron en la construcción un día antes, sin embargo, los trabajadores fueron llamados para trabajar al día siguiente. El 24 de abril, alrededor de las 9:00 horas, el edificio colapsó con sus víctimas en el interior, la gran mayoría eran mujeres, pobres y con hijos, a quienes dejaban en una especie de guardería en el mismo lugar. En aquel momento también se informó que algunas de estas trabajadoras cobraban solamente alrededor de 500 pesos al mes por su labor.
En octubre de 2020, Grace Forrest, cofundadora de la organización antiesclavitud Walk Free, dijo que una de cada 130 mujeres y niñas vive en esclavitud moderna. “La realidad es que hay más personas viviendo en esclavitud hoy que en ningún momento en la historia”, dijo Forrest en una conferencia de la ONU. El reporte presentado en ese entonces por la organización Walk Free subrayó que las mujeres representan 99 por ciento de todas las víctimas de explotación sexual forzada, 84 por ciento de todas las víctimas de matrimonios forzados y 58 por ciento de todas las víctimas de trabajos forzados.
MÉXICO: JORNADAS LARGAS Y POCO DINERO
México es el país con jornadas laborales más extendidas a pesar de que la Ley Federal del Trabajo, en su artículo 61, marca que la duración máxima de la jornada será de ocho horas la diurna, siete la nocturna y siete horas y media la mixta. A cambio, los empleados reciben la mayoría de las veces un salario bajo. Walk Free define la esclavitud moderna “como la eliminación sistemática de la libertad de una persona, en la que la persona es explotada por otra por ganancia personal o financiera”, por lo que en ese sentido, a mayor jornada laboral, menor tiempo fuera del trabajo y disponibilidad para otras cosas, como la recreación.
Aún con la pandemia de coronavirus, con la que se redujeron las jornadas laborales y cambiaron las dinámicas de trabajo, en promedio los mexicanos laboran 2 mil 124 horas al año, muy por encima de la media de mil 687 entre los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). En términos cotidianos, 10.3 millones de mexicanos trabajan más de 48 horas semanales (tomando en consideración 5 días laborales), lo cual también rebasa el promedio de las jornadas laborales de ocho horas diarias.
De este total, 5.2 millones de asalariados y subordinados laboran entre 9.8 y 11.2 horas diarias en promedio, tomando en consideración 5 días de trabajo. Los otros 5.1 millones de personas laboran más de 56 horas a la semana, es decir, 11.2 horas diarias.