Rendija: Cada Centro Público de Investigación tiene una historia diferente, todos ellos son construcciones institucionales que han tomado años y múltiples esfuerzos de la comunidad científica del país para edificarlos: cuidémoslos.

La vida tiene sus propios argumentos
y aunque contados, no dejan de ser innumerables;
suficientes para alcanzar a ver con azoro
y recuperar la pluma y el papel;
una fidelidad a la escritura,
a la palabra reconocida,
a los poros del tiempo,
a sus generosas pausas.

Cuando tratamos de interpretar la realidad,
nos sorprende
porque va siempre adelante
a sabiendas de que ya fue;

el espejo roto del subconsciente
filtra sus pulsaciones
y drena las edades
en los incendios de sus humores.
Sus llamas y sombras desfilan
en el rugoso bronce
de la muralla nocturna.

La elasticidad del espacio
permite viajar en este tiempo.
El presente abraza su pasado;
los recuerdos se inmolan
en la pira de la conciencia;
fuegos que se extinguen
en la arcana y obstinada noche
que nos acoge.

El poder de la memoria
es saberse presente;
la indulgencia le pertenece.
La ceniza en el entrecejo
es el conjuro
para sortear el dolor.
Cada resurrección
es también una estrella
que se apaga.

El agua de la sangre,
y el sudor del sol,
son la alquimia del sacrificio enterrado.

Desde el origen
los cielos participan de la trama,
su comprensión
es inseparable del corazón:
el pedacito que alcanzamos a ver
es suficiente para explorar
el universo,
como si presintiéramos
que nuestro destino
tuviera que ver con todo ello.

Los dioses antiguos y ya no venerados,
andan por ahí de cualquier manera;
algo sabrán,
algo que nos dé un poquito la mano.

Tomás Calvillo Unna

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