Jaime García Chávez
30/08/2021 - 12:03 am
Atlacomacuspana
Estos movimientos, no me cabe duda, son sintomáticos de una debilidad estructural que hoy se ve oculta tras la popularidad, tendencialmente decreciente del Presidente de la República.
Sin gloria y sin pena se fue Olga Sánchez Cordero de la otrora poderosa Secretaría de Gobernación. Fue una especie de florero en el legendario edificio de Bucareli. Del edén nos ha llegado Adán Augusto López Hernández, que deja la gubernatura de Tabasco para subir al altiplano. En alguno de sus libros, López Obrador narra cómo los políticos de las tierras bajas fracasan cuando escalan a la ciudad de los volcanes.
La abogada Sánchez Cordero, por su forma de ser y su carrera en lo que llaman el “antiguo régimen”, desentonaba con los tipos personales que la Cuatroté ha puesto en boga. Rica, con mansión en Estados Unidos y privilegios del poder desde su paso como Ministra de la Suprema Corte, doña Olga tuvo el encargo desde 2018 hasta ahora de lo que se llama “política interior”.
No encontró en su desempeño el oficio para resolver los grandes diferendos sociales que hay en el país porque, apegándose a su estilo, no le era dado encarar y entrar en disenso con su jefe, que ahora prescinde de ella remitiéndola a su escaño senatorial, en lo que es congruente esta mujer, pues nunca se ha movido en las alturas del trapecio sin una red firme de protección. En pocas palabras, su hoja de servicio nos queda a deber, a pesar de lo cual su carrera política continúa en las alturas. Se especula si actuará como contrapeso de Ricardo Monreal en el camino que construye hacia el Palacio Nacional o la reapertura de Los Pinos, porque todo es posible.
La reemplaza Adán Augusto López Hernández, un priista de pura cepa –en Tabasco no hay de otros– quien ocupó algunos cargos en el pasado, durante mucho tiempo al servicio del PRI, luego del PRD que lo hizo parlamentario en el Congreso de la Unión, y de manera natural ha desembocado en el partido Morena del Presidente. El peso de los hechos así lo dice, fue necesario moverlo de su cargo de Gobernador en el edén porque la vertebración de la administración pública federal está construida para reclamar toda lealtad, y el terruño jala y jala fuerte.
No es el primer tabasqueño que va a un cargo de importancia capital. Ahí está un agrónomo en Pemex, otros personajes de la misma región en Bienestar, lo que permite conjeturar que está en ciernes la creación de un grupo que pretende tener una vida paralela con el muy sonado Atlacomulco, que fundó un político mediocre pero de mucha fama como Isidro Fabela. En el horno se cuece Atlacomacuspana, y qué mejor que se engrose con un Adán nacido en una polis llamada Paraíso.
El nuevo titular luce pergaminos académicos de renombre obtenidos en Francia que acreditan su cercanía con los temas de política y administración. Se impone deshuesar la anatomía de su Gobierno para ver el tamaño de sus arrestos y concluir si una formación académica produce un buen político en un alto cargo como Gobernación. Es una tarea pendiente y muy pronto sabremos de esto para sacar conclusiones con mayor sustento.
Pero lo que estamos constatando ahora es una constante: para López Obrador la lealtad es lo primero, lo demás puede llegar después. Llama mi atención poderosamente que en todos estos años de transición, si arrancamos de las postrimerías de la década de los setenta del siglo pasado, ninguna figura destacada de la izquierda ha escalado a los niveles de la Secretaría de Gobernación. Hay hombres y mujeres con la formación y la capacidad para esos cargos, pero si son de izquierda y quedan muy pocos, es más que obstáculo para escalar. El sino priista persigue a este país.
Estos movimientos, no me cabe duda, son sintomáticos de una debilidad estructural que hoy se ve oculta tras la popularidad, tendencialmente decreciente del Presidente de la República. La temprana renuncia del primer Secretario de Hacienda y Crédito Público y ahora de la extitular de Gobernación no son poca cosa para valorar que el equipo gobernante no termina de solidificarse para dar resultados eficaces y eficientes.
Y es que los leales, muy leales hasta la abyección, no sirven en un Gabinete para crear el mejor andamiaje por el que puede transitar un Presidente de la República. Le tienen miedo paralizante, y siendo un necio como lo es el Presidente, menos.
Lo digo porque lo sé de cierto y porque los malos sueños que ha sacado de la historia deficientemente leída, lo proyectan a la pesadilla de que así como hubo un influyente grupo sonorense, luego otro de Atlacomulco, no se descarta el rebautizo de la tierra de leales que le da Tabasco a López Obrador y que ya podemos llamar Atlacomacuspana.
Si este grupo resulta efímero, pasará a la historia como doña Olga: sin pena pero también sin gloria, por más que se haya denominado a lo que sucede en el país como “Cuarta Transformación”.
27 de agosto de 2021
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