Sabina Berman habla en entrevista sobre su más reciente novela, HDP, en la cual retrata al personaje ficticio Hugo David Prado, quien posee yates, mansiones, bancos, una televisora, una red extensa de tiendas y cien empresas más, el cual ha sido comparado, por sus similitudes, con Ricardo Salinas Pliego.
Ciudad de México 11 de julio (SinEmbargo).– La pandemia de la COVID-19 ha desenmascarado a una “nueva cepa” de empresarios “que están en la cima de la pirámide de sus consorcios y que ya no obedecen al poder político”, sino a una religión "cuyo poder reside en su simpleza": la del dinero, plantea la escritora Sabina Berman.
“Es una nueva cepa que se está dando en esta época de capitalismo salvaje globalizado [...] en la pandemia se dejaron ver varios (de estos empresarios). Yo no diría que son muchos. Se cuentan con los dedos de las dos manos. No son tantos. Para ser un HDP, lo que yo llamo un hijo de puta, se tiene que ser billonario en dólares y tener una fortuna colocada transnacionalmente y además ser devoto de la religión del dinero. Si una de las condiciones no está, pues uno no es un HDP”, comenta Berman en entrevista con motivo de su novela HDP (Planeta, 2021).
En este libro, Sabina Berman describe al multimillonario Hugo David Prado, quien posee yates, mansiones, bancos, una televisora, una red extensa de tiendas y cien empresas más, un perfil en el cual muchos han encontrado similitudes con Ricardo Salinas Pliego, con quien la escritora ha mantenido importantes diferencias a partir de su salida de TV Azteca, donde laboró como conductora.
“Yo estuve trabajando en un corporativo, donde su dueño, cuando la Organización Mundial de la Salud y el Gobierno del país ordenaron que se cerraran todas las empresas, decidió continuar con las empresas abiertas. Esto implicaba arriesgar la vida de sus trabajadores y también implicaba desobedecer a la autoridad política y entonces empezaron a suceder en el corporativo cosas que a mí me sorprendieron mucho”, habla Berman con respecto a qué fue lo que la llevó a escribir esta historia, sobre la cual hace el hincapié: “Yo estoy evitando usar nombres propios ahora sí que por razones no de ficción sino muy realistas”.
Para ella, las características de Hugo David Prado o HDP —como se le conoce en la novela a este protagonista en un juego de doble sentido al que orillan sus iniciales— son extensivas a otros hombres de negocios que han ignorado las recomendaciones de las autoridades sanitarias internacionales, y nombra a dos de ellos: Elon Muks y Jeff Bezos.
“Elon Musk durante la pandemia también desobedeció lo que nombraba la OMS o el Gobierno de Estados Unidos y siguió construyendo el cohete Falcon 9 porque él no se quería desviar de su programación de enviarlo”, dice sobre el primero. Y agrega con respecto al segundo: “Jeff Bezos no cerró su empresa Amazon, todos sabemos que se siguieron distribuyendo los paquetes de Amazon, lo que se dice menos es que las empacadoras siguieron abiertas”.
Aunque hay un punto, en donde hace énfasis a lo largo de la plática: la religión del dinero. “El dinero hoy día compra la justicia, compra la democracia, compra la belleza, todo lo compra el dinero. Ha erosionado desde adentro todos los valores humanistas que pretendemos tener. Ahora, uno se puede desintoxicar porque además el dinero es una cosa simbólica, ¿no?”
En ese sentido, señala que su novela busca abrir precisamente los ojos ante el protagonismo que ha adquirido el capital. “Digamos que la novela es un purgante para que dejes de creer en esto. Te des cuenta que el dinero te condena a la enajenación, al estar presente en la vida sin estar vivo”, expone.
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—La ficción es un reflejo de la realidad. Y en ese sentido —y sé que es una cuestión que se le ha planteado en diferentes ocasiones— iría mi primera primera pregunta: ¿Hugo David Prado es un reflejo de Ricardo Salinas Pliego o lo es del capitalismo voraz que representa?
—Una cosa no excluye la otra, pero precisamente yo estoy evitando usar nombres propios ahora sí que por razones no de ficción sino muy realistas que le dejo a cualquier lector imaginar.
—¿Cómo llega usted a plantearse una novela con un personaje, HDP, con esas características y sobre todo situarlo en un contexto como el de la pandemia que ha traído dolor y perdidas para la familias, con un contraste de este empresario para quien es todo lo contrario, ni dolor ni pérdidas?
—Yo estuve trabajando en un corporativo donde su dueño cuando la Organización Mundial de la Salud y el Gobierno del país ordenaron que se cerraran todas las empresas, él decidió continuar con las empresas abiertas. Esto implicaba arriesgar la vida de sus trabajadores y también implicaba desobedecer a la autoridad política y entonces empezaron a suceder en el corporativo cosas que a mí me sorprendieron mucho; por ejemplo, se creó una segunda explicación de la pandemia. Se decía que era como una gripa, que solo moría gente que rondaba los 80 años, que era mentira que era muy contagiosa y mucho menos que fuera muy fatal y esto también se propagaba por la televisora del consorcio y entonces yo empecé a tomar notas de lo que sucedía a mi alrededor y platiqué con mucha gente, platiqué con oficinistas, con afanadoras, con ejecutivos, con médicos del consorcio, que es un consorcio de 100 empresas, es una pequeña civilización, y este consorcio se empezó a separar del resto de la civilización, ya no del país, sino del mundo, y a crear su propia civilización con su versión de los hechos. Bueno, a mí todo ese proceso me resultó muy perturbador y la novela está basada en las cosas que investigué.
—En México la mitad de la población vive en algún tipo de pobreza, y al mismo tiempo albergan a varios de los hombres más acaudalados de la región. ¿Hugo David Prado es un botón de muestra de estos hombres acaudalados o su cepa es de otro tipo, de un tipo del cual tenemos que tener cuidado?
—Yo creo que es una nueva cepa. Es una evolución de los hombres acaudalados, es una nueva cepa que se está dando en esta época de capitalismo salvaje globalizado. Es el hombre que están en la cima de la pirámide de sus consorcios y que ya no obedece al poder político y en la pandemia se dejaron ver varios. Yo no diría que son muchos. Se cuentan con los dedos de las dos manos. No son tantos.
Para ser un HDP, lo que yo llamo un hijo de puta, se tiene que ser billonario en dólares y tener una fortuna colocada transnacionalmente y además ser devoto de la religión del dinero. Si una de las condiciones no están, pues uno no es un HDP. Es una nueva cepa.
—¿Podría nombrar a algunos de los empresarios de esta nueva cepa?
—Por ejemplo, Elon Musk durante la pandemia también desobedeció lo que nombraba la OMS o el Gobierno de Estados Unidos y siguió construyendo el cohete Falcon 9 porque él no se quería desviar de su programación de enviarlo y no quiso cambiar ni un sólo día el lanzamiento del Falcon 9. Esto implicaba que cientos de trabajadores estaban trabajando en condiciones que procuraban sus contagios; a él no le importó. Lo delataron, le tomaron fotos, y dijo, ‘a mí no me importa, yo sigo adelante’. Y siguió adelante.
Otro es Jeff Bezos; Jeff Bezos es el mayor del mundo. Jeff Bezos no cerró su empresa Amazon, todos sabemos que se siguieron distribuyendo los paquetes de Amazon, lo que se dice menos es que las empacadoras siguieron abiertas. Ya cuando se sabía que la sana distancia no era suficiente protección porque el virus se quedaba en el aire suspendido. No le importó y siguieron las empacadoras abiertas. Y menos se dice que las fábricas donde trabajan cientos de miles de trabajadores en condiciones de esclavitud en los páises del tercer mundo y producen muchos de los productos que distribuye Amazon también siguieron abiertas.
Dime dónde hay un artículo en un periódico de circulación internacional que haya publicado esto. O sea, ya no acatan poderes políticos porque los poderes políticos son locales, ellos son transnacionales.
—Precisamente en el mundo de ficción que crea, este hombre sin escrúpulos piensa ir más allá del poder económico. En México estamos en la antesala de las elecciones presidenciales. ¿Cree que veremos a hombres de negocios en la boleta? De ser así, ¿en verdad tienen oportunidad de trascender en sus planes?
—Yo creo que podríamos ver en la boleta a un multimillonario y el gran atractivo es que son creyentes de una religión, que es la religión del dinero, y son los grandes triunfadores de esa religión. Son la muestra de que esa religión es buena de seguir y aunque sea contra lógico los sigue la gente que ellos explotan.
Esta es una de las cosas que trato en la novela, cómo en este consorcio, es verdad, muchos se quedaron trabajando porque era gente que si no cobraba su quincena no tenía qué comer. Entonces tenía que elegir entre morirse del bicho, de COVID-19, o morirse de hambre. Pero otros que sí tenían, los ejecutivos medios y los altos ejecutivos, son gente que gana mucho dinero mensualmente y que tienen ahorros y propiedades, también se quedaron, y lo único que lo explica es la religión del dinero. La religión del dinero dice: ‘el único sentido de la vida es hacer dinero, y el único marcador confiable en la vida, es el dinero’.
¿Quieres saber si algo es bueno o es malo? Si te da dinero es bueno. Si te hace perder dinero, es malo. Una religión muy simple. Su poder reside en su simpleza. Y como te decía, lo más paradójico es que haya gente que no tiene casi dinero, que vive a la quincena, que son devotos de esta religión, y creen que es justo que tengan patrones que ganan al día 3 mil 500 veces más que ellos. Les parece justo y normal y mantienen a sus patrones. Bueno, en una maqueta de un consorcio yo retrato un sistema del capitalismo salvaje, no me lo propuse, sino que cuando estaba describiéndolo me fue dando cuenta que eso es lo que estaba resultando. Ahí están todas las clases sociales. Falta una, que son los desechables, los que están esperando ansiosamente que algún día los contraten, y están desempleados. Y esos, los más pobres, son bien importantes en esa pirámide porque son los espantapájaros. Los que están más abajo, ven a estos que ni siquiera tienen trabajo y les da terror salirse de la pirámide.
—En ese sentido entra en juego con, uno de los personajes centrales de HDP, con ella la cuestión que tiene de frente, ¿es una cuestión ética ante los abusos que muchos empleados han tenido que sortear ante la pandemia?.
—Valeria no tiene un problema ético. Valeria es una egresada de la Escuela de Negocios de Harvard y es nuestra narradora. Y entonces, nos va explicando con conocimiento de causa lo que está sucediendo. Lo que ella tiene es un cuerpo demasiado empático. Eso es lo que ella no sabe resolver. Ella sí siente lo que están pasando los otros y se le vuelve insoportable el dolor ajeno y tiene una gran necesidad de resolver el dolor ajeno. No es una cuestión ética, de hecho es una persona que no cree en la ética humanista de la sociedad, realmente ella es una nihilista, en lo único que cree es en la verdad del cuerpo.
—Sabina, ¿cree que la COVID-19 ha demostrado que el actual modelo económico necesita cambiar?
—Sí, yo lo que quisiera es que la gente lea la novela y se reconozca en estos espejos y al final cuando cierre la tapa de la novela tenga grandes deseos de abrir la puerta del sistema e irse. Irse del sistema.
—A nivel mundial no sólo los empresarios han impuesto sus intereses, también lo han hecho los países más ricos sobre los que tienen menos recurso. ¿esta enfermedad ha sacado lo peor de nuestra sociedad globalizada?
—Ha desnudado cuál es la verdadera creencia de la especie humana en este momento histórico: el dinero.
Si pones atención a estas noticias que nos llegan de que Estados Unidos acapara las vacunas y no siente ninguna obligación de distribuirlas y te das cuenta que la gente pues sí, se queja suavemente, pero en realidad casi todos están de acuerdo. Saben que esa es la ley del dinero. aceptamos estas cosas porque todos hemos llegado a creer en la religión del dinero.
Digamos que la novela es un purgante para que dejes de creer en esto. Te des cuenta que el dinero te condena a la enajenación, al estar presente en la vida sin estar vivo. El dinero hoy día compra la justicia, compra la democracia, compra la belleza, todo lo compra el dinero. Ha erosionado desde adentro todos los valores humanistas que pretendemos tener. Ahora, uno se puede desintoxicar porque además el dinero es una cosa simbólica, ¿no?
—Por último, Sabina, al final de la pandemia los más ricos seguirán en su lugar y los menos favorecidos muy seguramente peor, ¿hay alguna lección que aún no aprendemos con la reconfiguración en la que nos ha sumergido la pandemia?
—Creo que hay un sector de la población que sí está saliéndose del sistema capitalista a nivel personal porque se dan cuenta que los HDP no van a salir igual de ricos. Ya salieron el doble, el triple, el cuádruple de ricos.
Las clases medias están saliendo empobrecidas. En México uno de cada cinco clasemedieros cayó a la pobreza, uno de cada cinco, tres millones de empresas cerraron. Entonces, si te quedas dentro de la pirámide capitalista, pues la lucha va a ser más dura porque hay mucho menos que repartir. El dinero estará concentrado, aún más que antes de la pandemia, en la cima. No tiene sentido. La vida está en otra parte, la vida está en nuestra naturaleza que es donde nos conectamos la nuestra, ahí está nuestra felicidad, no está en el sistema capitalista.