Jorge Alberto Gudiño Hernández
11/04/2020 - 12:04 am
Estadística e interpretaciones
A mediados de esta semana, el doctor López-Gatell dio una suerte de clase magistral sobre estadística y sus aplicaciones en el terreno de la epidemiología. Resulta evidente que el subsecretario bien podría dedicarse a la academia: es claro, articulado, didáctico y tiene una considerable dosis de paciencia. Tenerlo como profesor en algún curso universitario o […]
A mediados de esta semana, el doctor López-Gatell dio una suerte de clase magistral sobre estadística y sus aplicaciones en el terreno de la epidemiología. Resulta evidente que el subsecretario bien podría dedicarse a la academia: es claro, articulado, didáctico y tiene una considerable dosis de paciencia. Tenerlo como profesor en algún curso universitario o de posgrado sería, sin duda, benéfico para sus alumnos.
Exagero cuando digo que fue una clase. Fue una explicación sobre un complejo fenómeno en epidemiología. Lo interesante fue la forma en la que cruzó los datos de dos fuentes de información diferentes: el número de casos reales registrados del Covid y los reportes de un sistema de monitoreo de la Influenza (el Centinela) con capacidades ampliadas para este nuevo virus. Para quienes se han dejado maravillar por una demostración matemática, por la revelación oculta tras un teorema o por algún arrebato de lucidez producto del manejo de fórmulas, es casi seguro que disfrutaron de las explicaciones del doctor aunque, en realidad, apuntalaban una realidad más dura: el número de contagios de la enfermedad en México debería multiplicarse por 8, por 10 o por 12.
Eso es algo que ya se sabía. Desde el principio de la pandemia se ha hablado del subregistro de casos en México y en todo el mundo debido a características muy particulares del bicho en cuestión: muchos pueden tenerlo y no enterarse; otros pueden confundirlo con un resfriado o una gripa; su periodo de incubación es bastante extenso y demás. Pese a ello, la revelación de López-Gatell cimbró en un sentido doble.
Por una parte, estaban quienes se dijeron sorprendidos al tono de “ya ven, el gobierno nos estaba ocultando información”, cuando, visto en retrospectiva, parece ser falso. Insisto, lo del subregistro es algo que se sabía y ya muchos habían hablado y escrito en torno a la necesidad de ponderar los números que se nos mostraban.
Por la otra, estuvieron quienes le aplaudieron al subsecretario. No sólo por su claridad, que bastante mérito tiene, sino por ser capaz de articular conclusiones a partir de dos sistemas funcionando de forma paralela. Entonces, las loas llegaron por doquier. A fin de cuentas, a diferencia del resto del orbe, aquí sí se han tomado las medidas adecuadas a partir de la información con que se cuenta. En otras palabras, gracias a la prevención, el azar o el modelo con el que se contaba, más las nuevas capacidades, estamos monitoreando el problema casi sin pruebas físicas debido a que, como también se sabe, México es uno de los países que menos ha hecho.
En realidad, todo suena bien o más o menos. Quienes hemos tenido acercamientos a la estadística avanzada en diversas disciplinas, sabemos que se puede abusar fácilmente de los datos y de la información. El ejemplo más claro (y divertido) es ese índice que se llama correlación. Éste indica qué tanto una serie de datos está relacionada con otra. Por ejemplo, el gasto de una familia está correlacionado de forma estrecha con su nivel de ingreso. Es evidente. El procedimiento estadístico nos arroja un número y ya. Pero la correlación no implica causalidad. Existen varias páginas de Internet donde se dedican a publicar correlaciones ridículas. Piénsese, si no, en que hay una estrecha correlación numérica entre el número de arañas que encontró una señora en su casa durante la primavera y las veces que llovió en las antípodas de su domicilio. Para no ir a divertimentos tales, también se puede abusar de otras formas. Durante algún periodo, se sabía que uno de cada tres coches que circulaban en esta ciudad tendría un percance al año. Esto no significaba, empero, que uno estuviera obligado a chocar cada tres años.
En fin, la estadística es una herramienta descriptiva muy poderosa. También inferencial. A mí me quedó muy clara la explicación del doctor López-Gatell. Hasta la disfruté aun cuando nos habló de la gravedad del momento. Pese a ello, no puedo asegurar que su intencionalidad didáctica sea necesariamente cierta. Me da la impresión de que la clase magistral impartida fue un mecanismo para convencernos de que se está haciendo lo mejor posible. Y eso, justo eso, no es una conclusión evidente tras analizar el ejercicio estadístico. Tampoco es algo que se pueda evaluar justo ahora. Eso sí, deseo profundamente que así sea.
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