Otatitlán proviene del Náhuatl, que significa “lugar sobre los otates” y fue otorgado por los Pochtecas (mercaderes viajantes) cuando Moctezuma Ilhuicamina sometió a los pueblos del alto y bajo Papaloapan.
Ciudad de México, 16 de febrero (SinEmbargo).– Otatitlán es un municipio veracruzano con un gran valor histórico, pues durante la época de La Revolución dio a México a dos grandes combatientes, los destacados Juan Prieto y el Capitán Ramón Prieto.
El nombre del municipio, que fue decretado así el 11 de diciembre de 1985, proviene del Náhuatl, que significa "lugar sobre los otates" (el otate es un árbol llamado el bambú mexicano) y fue otorgado por los Pochtecas (mercaderes viajantes) cuando Moctezuma Ilhuicamina sometió a los pueblos del alto y bajo Papaloapan.
Este imperdible lugar se encuentra ubicado al sur del estado de Veracruz y cuenta con una superficie de más de 50 kilómetros cuadrados. Aunado a ello, su territorio es regado por el río Obispo, el cual es tributario del río Papaloapan.
Su clima templado-húmedo lo hace un lugar reconfortante, pues la temperatura promedio ronda los 18 grados centígrados. Además, en este sitio coexisten los ecosistemas de bosque alto o mediano tropical perennifolio en los que habitan especies animales como conejos, tejones, mapaches, coyotes, palomas, pericos, garzas, grullas y reptiles. Posee una flora abundante en chicozapote, pucté, caoba y chicle.
Otatitlán es un lugar rico en gastronomía, música, tradiciones y costumbres, por ello, en tu próxima visita no puedes dejar de probar el típico Machuco, un platillo elaborado con plátano macho, chile verdes, ajo y manteca; o Tapistes, hechos con pollo, plátano, acuyo, jitomate y chile.
Para acompañar estos manjares es una excelente idea ambientar con la música representativa del lugar, por ejemplo, los sones jarochos, el danzón y las décimas.
PARROQUIA DE OTATITLÁN
El centro religioso de la localidad, que se comenzó a construir el 27 de agosto de 1597, destaca desde la entrada al pueblo por cualquiera de los accesos a Otatitlán se ve la torre del reloj y la gran cúpula recubierta de azulejo Talavera de color amarillo y negro. Su construcción muestra toques clásicos y neoclásicos que fusionan su belleza en este importante sitio.
Como dato curioso, la Parroquia se encuentra construida hacia el oriente-poniente, apuntando a la salida y puesta del sol. La edificación fue ordenada por la Cédula Real del Rey Felipe II, quien dispuso enviar cinco barcos cargados de mármol, pintura y herramienta de construcción, con 14 albañiles, al mando del Profesor e Ingeniero Don Manuel de Lambur.
Tiempo después, en al año 1860, un huracán destruyó el techo y la cúpula del centro religioso, por lo que se inició la reconstrucción de la Parroquía a cargo del arquitecto Don Diego Pérez y fue reinaugurada en 1876.
En su interior, las bóvedas y la cúpula están recubiertas de azulejo de Talavera, de colores negro y amarillo formando artísticos dibujos. Además, en sus cuatro pechinas estaban los frescos de los cuatro Evangelistas, San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan, pero años más tarde fueron cubiertos con pintura, así como la imagen de San Juan Bautista, que se encontraba en la entrada del bautisterio.
Algunos años más tarde, en 1881, el arquitecto José María Medina reconstruyó el altar mayor, mejor conocido como El Ciprés. Es necesario mencionar que en el altar se encuentra El Cristo Negro, un símbolo del sincretismo que se dio después de la conquista, antes de la llegada de los españoles, pues de acuerdo con lo relatado, en esta localidad se veneraba al Dios de los Pochtecas, Yacatecuhtli (Dios de los comerciantes), de color negro.
Por último, es preciso decir que la obra de la reconstrucción tuvo influencia neoclásica y sobre las columnas descansa una cúpula, que en su parte superior contiene tres esculturas que representan las tres virtudes teologales: la Fe, Esperanza y Caridad, que le conferían majestuosidad.