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Ernesto Hernández Norzagaray

10/08/2019 - 12:05 am

Elogio del debate público

Yo, como muchos otros, al menos espero que en el mediano o largo plazo López Obrador quede como un referente rebelde, un personaje que logró su sueño de transformación de un sistema corrupto y corruptor en otro donde la decencia se vuelva un valor intrínseco en la vida pública.

"Me pregunto, ¿es bueno que un Presidente salga todos los días a esa misión que sacude a franjas del país sea en uno u otro sentido?". Foto: Galo Cañas, Cuartoscuro

No hay semana en que el Presidente López Obrador no muestre su verbo más provocador. Lo hace consciente del revuelo que habrá de provocar sus afirmaciones contundentes y concluyentes. Una de las últimas fue esa disquisición histórica entre “periodismo y ciclos transformadores” donde terminó acusando a la revista Proceso de conservadora y le reclamó qué no se esté “portado bien con nosotros”.

Esto, como era de esperar, provocó inmediatamente reacciones en cadena en uno y en otro sentido del arco de opiniones, incendió las redes sociales y no faltaron, ¿cómo?, los calificativos al punto de que algunos ya ven un Chávez revivido.

No estoy seguro de esa representación política, de lo que sí estoy seguro es que estamos ante algo inédito en la vida pública mexicana, nuevo en las relaciones del poder con los gobernados, qué el Presidente se brinque las trancas del protocolo y la prudencia que han normado las relaciones con la prensa a la que frecuentemente “no se le veía, ni se le oía”, cuándo no se le estrangulaba por otros medios o se le halagaba con premios y prebendas.

Para el poder presidencial, la prensa, durante mucho tiempo fue una suerte de sombra fantasmal que desaparecía con la magia de un “cañonazo de cincuenta mil pesos”, como recomendaría Álvaro Obregón, y en otros con el estrangulamiento por la no compra de publicidad oficial.

Aquella frase memorable de López Portillo “de no pagó, para que me peguen” ha quedado cómo registro impoluto de la manera como se lograba la magia del equilibrio mediático. Hoy el nuevo López ha contraído el gasto en publicidad por razones de austeridad republicana, lo que eso signifique, y ha tenido que llenar el hueco con un face to face a través de las conferencias mañaneras donde lo mismo marca agenda que polemiza con sus críticos de todos los tamaños y colores, dentro o fuera de Palacio Nacional y eso es lo novedoso, lo que estruendosamente está cambiando la conversación pública y qué muchos no logran asimilar por ignorancia o prejuicio y es cuando aparecen las respuestas rápidas inconscientes o interesadas.

Me pregunto, ¿es bueno que un Presidente salga todos los días a esa misión que sacude a franjas del país sea en uno u otro sentido?

Las encuestas de percepción más serias indican que hay un descenso en la popularidad que generaron las primeras decisiones que tomo su Gobierno, pero estás siguen siendo altas, del 60% o más y, eso podría o no significar que este directamente vinculada a las conferencias mañaneras.

En la percepción sobre un gobernante influyen un sinfín de factores que delinean la opinión de los entrevistados sea a favor o en contra.

Y es que, hay una cosa que nadie debería regatearle a López Obrador, su capacidad de favorecer el debate público, el intercambio de puntos de vista, el enriquecimiento propio con la opinión de los contrarios, si le creemos que “escucha al pueblo sabio”.

Robert Dahl, uno de los teóricos más reconocidos de la ciencia política contemporánea, señala en uno de sus libros más elocuentes que la buena democracia se construye en el debate público y la calidad de la información que genera. Si aceptamos el dicho del académico norteamericano podríamos colegir que en México hay un incremento tanto de la información como del debate público.

Eso es saludable, tiene un efecto directo sobre la percepción informada, y es cuando escuchamos e intercambiamos puntos de vista, contrario al dogma, a las ideas de hoy y para siempre. Nos obliga a pensar diverso, sacudir inercias ideológicas y políticas, y eso da impresión que no se valora y frecuentemente se va mejor al refugio del temor y el dogma.

La sociedad mexicana está viviendo para decirlo con una imagen, un sello transicional, una época posTelevisa que incluso alcanza a Televisa, que durante décadas fue o aspiró ser la conciencia transfigurada de la sociedad mexicana hoy se actualiza con un talante más crítico, abierto, polémico, a tono con los tiempos de la emergencia ciudadana y los latidos agitados de la 4T. ¿Le alcanzará para superar el descrédito? No lo sé, pero si una empresa de este tipo está cambiando, algo le debe a AMLO.

Y esa revolución de las opiniones, ya es una contribución cultural relevante, que seguramente valoraremos cuándo atemperen los ánimos polarizadores. No para eternizar a López Obrador en el poder, sino para ir mucho más allá de donde estamos, con una opinión pública informada y crítica, capaz de exigir que las instituciones que nacieron como expresión de la demanda ciudadana, llámese organismos autónomos o sistemas ad hoc que cumplan con su función social largamente simulada.

Yo, como muchos otros, al menos espero que en el mediano o largo plazo López Obrador quede como un referente rebelde, un personaje que logró su sueño de transformación de un sistema corrupto y corruptor en otro donde la decencia se vuelva un valor intrínseco en la vida pública.

Que vengan instituciones fuertes capaces de evitar el temor de muchos por el hiperpresidencialismo -qué hay que reconocer deja mal parado a su propio gabinete cuando AMLO enmienda planas - y es que lo que tenemos es a un Presidente que tiene prisa, que siente que está en su último aire, que necesita aprovechar cada minuto como le sucede frecuentemente a quien ha sufrido un infarto y estuvo bajo las linternas incandescentes escuchando voces y el sonido metálico de los instrumentos quirúrgicos. Y además, sabe que el “salta pa tras” puede volver a aparecer en el momento más inesperado luego de una jornada de trabajo o un coraje, como el sucedido recientemente en SLP con el grupo de profesores que pedían le jalara las orejas al Alcalde potosino.

¡Es el sentido de la angustia, la desesperación del Presidente, la invitación de corregir, de ser solidarios con su visión de país…! el resto, el debate público, llegó para quedarse, es nuestro, incrementado.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

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