Francisco Ortiz Pinchetti
12/04/2019 - 12:03 am
Te pasas, Andrés
Desde entonces sus agresiones a la prensa han sido constantes, casi siempre en un tono bromista y coloquial. Ante cualquier información que le es adversa, independientemente de su veracidad, alude al mote de “prensa fifí” para descalificarla o satanizarla. Considera a los medios que la publican como “adversarios” y “conservadores”, enemigos de México y por ende del pueblo, que él representa.
Nadie podría afirmar que el semanario Proceso haya tenido una actitud complaciente frente a los gobiernos priistas y panistas de los últimos 40 años. Y no recuerdo en todo ese tiempo que alguno de los presidentes de la República haya descalificado públicamente a la revista fundada en 1976 por Julio Scherer García y un centenar de periodistas expulsados de la cooperativa editora del diario Excélsior por un golpe urdido desde Los Pinos por Luis Echeverría Álvarez ese mismo año.
No lo hizo José López Portillo ni aquel 7 de junio de 1982 cuando trató de justificar el retiro de la publicidad oficial a Proceso con aquella frase tan célebre como cínica de “¿te pago para que me pegues?”. Tampoco Miguel de la Madrid Hurtado. Ni Carlos Salinas de Gortari, cuyo Gobierno fue objeto de un seguimiento crítico permanente, como ningún otro medio, por parte del semanario, sus reporteros, articulistas y caricaturistas, en particular entre éstos Rogelio Naranjo, que lo dibujó de entrada con una banda en el pecho que ponía “usurpador”. Menos el mediocre Ernesto Zedillo Ponce de León, el último de los priistas antes de la transición del año 2000.
Tampoco lo descalificaron, pese a informaciones en ocasiones poco sustentadas, siempre feroces, los mandatarios panistas Vicente Fox Quezada y Felipe Calderón Hinojosa, ya retirado Scherer García de la dirección del semanario. Ni el nefasto Enrique Peña Nieto a pesar de su fama de vengativo.
Antes de tomar posesión, el 5 de noviembre de 2018, Andrés Manuel López Obrador (según informó textual la propia publicación en su portal web), calificó a la más reciente edición de la revista Proceso de “amarillista y sensacionalista”, se dolió de dos imágenes incorporadas por la publicación que a su juicio lo hacen ver “decrépito y chocheando” y luego reivindicó su respeto a la libertad de expresión.
En un mensaje difundido a través de sus redes sociales, el entonces Presidente electo aludió, sin invocar el nombre del semanario, a la “polémica” desatada el fin de semana por la portada de la edición 2192 del semanario, donde aparece su rostro con el antetítulo “AMLO se aísla” y el título “El fantasma del fracaso”. “Una revista sacó una foto, no sólo la de la portada, sino también al interior, donde aparezco así, decrépito, chocheando, y el título de la portada, dice que estoy sólo y que se avizora el fracaso. Muy sensacionalista, amarillista la revista, pero es normal… Así es la libertad, así es la democracia, es pluralidad, es libertad de expresión, no es pensamiento único y yo no aspiro a ser un dictador. Yo aspiro a representar una república democrática”, dijo. Fue un pésimo síntoma.
Desde entonces sus agresiones a la prensa han sido constantes, casi siempre en un tono bromista y coloquial. Ante cualquier información que le es adversa, independientemente de su veracidad, alude al mote de “prensa fifí” para descalificarla o satanizarla. Considera a los medios que la publican como “adversarios” y “conservadores”, enemigos de México y por ende del pueblo, que él representa.
Andrés esgrime siempre en sus confrontaciones con los medios a los que considera instrumentos de los enemigos del cambio que él postula su derecho de réplica, que nadie le niega. No lo usa sin embargo para desmentir o corregir una información falsa o inexacta y exhibir pruebas, sino para el epíteto intolerante y la descalificación.
Ante la solicitud de un reportero de que evitara tales manifestaciones contra los medios y los informadores, para poner fin a confrontaciones incluso peligrosas, respondió con una nueva agresión. Calificó –e insultó-- a los que considera integrantes de la prensa fifí como “fantoches, conservadores, hipócritas, doble cara”.
López Obrador aseguró que su autoridad moral y política [sic] le permite usar su derecho de réplica ante los dichos de la prensa lo que antes, dijo, no sucedía. “Entonces, yo tengo autoridad moral, entonces, por eso cuando estoy viendo que hay una actitud tendenciosa de la prensa, porque eso no tiene nada que ver con la polarización, siempre ha existido una prensa conservadora, una prensa fifí. Yo no inventé lo de fifí”, expresó.
Al colmo llega ahora el tabasqueño al pedirle al diario Reforma, --de nuevo entre bromas, con ambigüedades y evasivas, pero de manera reiterada— que en aras de la transparencia revele sus fuentes y diga quién le entregó el borrador de la carta que él envió al rey de España y que el periódico publicó.
Alega de manera equivocada –o mañosa—que “todos estamos obligados, la vida pública tiene que ser cada vez más pública, es un buen debate eso, la transparencia nada más. ¿La obligación de transparencia es del Gobierno o de todos? Y en particular los medios, los medios, es interesante el tema porque para mí los medios son organismos de interés público, o sea y se tiene también que cumplir con una ética, no debe de haber privilegios, es distinto, con respeto, la libertad de expresión, la libertad de manifestación de ideas, la libertad de prensa, pero cuando se trata de asuntos así, ¿por qué no revelar la fuente? Sería interesantísimo, o sea, es un buen tema de investigación".
Me parece que la sola petición del Presidente es un atentado grave a la libertad de prensa, como lo advirtió Ana Cristina Ruelas, directora de la agrupación Artículo 19. "La protección de fuentes es un principio internacional. Solicitar revelar las fuentes es preocupante porque puede generar un efecto inhibidor de las mismas fuentes y, por lo tanto, truncar el ciclo informativo", puntualizó la especialista.
El mandatario parece ignorar que quienes están obligados por la Ley a la transparencia son los funcionarios públicos, no los particulares, porque manejan recursos públicos, como le replicó María Marván Laborde, ex presidenta del IFAI: "Una cosa es un medio de opinión pública, un medio de comunicación y otra cosa es un ente gubernamental u organismo de Estado que vive de recursos públicos y que rinde cuentas por recibir recursos públicos, "La Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública no tiene, absolutamente, nada que ver con la información que manejan los periódicos y la revelación de fuentes".
En alud cayeron sobre Andrés Manuel los cuestionamientos y las críticas de organismos defensores de la libertad de expresión, especialistas y legisladores. No obstante, al día siguiente reiteró su petición a Reforma. Se pasa, por Dios. El tema debiera ser no sólo motivo de muy seria preocupación, sino de una respuesta contundente del gremio. Son avisos.
Válgame.
@fopinchetti
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