«Por la esperanza, esa es la razón que me hace escribir de los tan anhelados propósitos de año nuevo, esperanza de que la gente sepa que puede cambiar la realidad que hoy nos gobierna, y darse cuenta de que no está escrita en piedra y que con una decisión es más que suficiente para quebrar la inercia con la que nuestras vidas se deslizan por el tiempo. El ímpetu con que deseamos cambiar y agregar un ángulo de 90 grados a esa línea recta que llamamos destino, para ir a otro lado, para conocer nuevas cosas, para experimentar lo desconocido.», escribe Blanka Alfaro.
Ciudad de México, 30 de diciembre (SinEmbargo).- Cada fin de año, como estamos acostumbrados, escuchamos por aquí y por allá las mismas frases una y otra vez, no importa en qué parte del mundo estemos, año con año en cada rincón en el que se celebre hay esta connotación de renovación, de una nueva oportunidad de empezar a hacer las cosa bien, en donde podemos hacer borrón y cuenta nueva.
Por lo general escucho «¡este año me pondré a dieta!», «ahora sí ¡el gimnasio será lo mío!», «¡este año comenzaré a ahorrar!», «¡me compraré el auto que tanto quiero!», entre muchas otras gastadas pero esperanzadoras frases que inundan los últimos días del año tratando de reiniciar nuestro sistema que a lo largo de 365 días se ha venido resquebrajando con la inexorable realidad del día a día de nuestra vida.
¿Por qué no entramos al gimnasio y seguimos la dieta este año que se fue? Por favor no me lo tomes a mal ¡no soy pesimista! si algo tenemos los activistas fuertemente abrazado como si fuera la última gota de agua es la esperanza, es querer que lo imposible se haga posible, es querer ver ese cambio por el que luchamos día a día, por más lejano que parezca; y entonces ¿por qué mencionar las casi siempre tan fallidas promesas de año nuevo?
Por la esperanza, esa es la razón que me hace escribir de los tan anhelados propósitos de año nuevo, esperanza de que la gente sepa que puede cambiar la realidad que hoy nos gobierna, y darse cuenta de que no está escrita en piedra y que con una decisión es más que suficiente para quebrar la inercia con la que nuestras vidas se deslizan por el tiempo. El ímpetu con que deseamos cambiar y agregar un ángulo de 90 grados a esa línea recta que llamamos destino, para ir a otro lado, para conocer nuevas cosas, para experimentar lo desconocido.
Hace muchos años de pequeña veía un programa en la televisión, un “artista” puso un pollito vivo fuera de un museo en EU (no recuerdo cual museo era) bajo una plancha de metal que pendía de un cordón, conforme pasaba el tiempo el cordón perdía fuerza y la plancha de metal indudablemente aplastaría al pollito matándolo inmediatamente, el horror me invadía, yo había tenido un pollito (de esos que malamente venden afuera de las escuelas, pero ese tema lo dejaré para después) y había aprendido a quererlos, sabía que eso estaba mal y no podía hacer nada para pararlo, sin embargo, la noticia tomó un rumbo diferente cuando activistas de PETA (People for the Ethical Treatment of Animals) irrumpieron en el lugar y detuvieron aquel que yo consideraba un asesinato a sangre fría, rescataron al pollito y uno de ellos habló frente a la cámara para dejar en claro que ellos no permitirían estas atrocidades.
Crecí pensando en lo especiales que eran estas personas y como me gustaría ser como ellos, pero también crecí pensando que yo no era ese tipo de persona, que si fuera millonaria, que si yo sólo era una persona “común y corriente”, y sí, el tiempo confirmó que efectivamente sólo soy una persona común y corriente, con nada especial, sin súper poderes (aunque no pierdo la esperanza en que algún día me salgan), tal y como cualquier otro humano sobre esta tierra.
PERO también me di cuenta que aquellos activistas tan especiales eran gente común, como yo, que un día tuvieron un propósito nuevo, que no perdieron la esperanza, y que decidieron hacer algo por ayudar, por cambiar la realidad que los rodeaba, fue entonces cuando decidí seguir siendo común porque no se necesita tener poderes especiales para cambiar las cosas, para tener un propósito y llevarlo a cabo, sólo tenemos que tomarlo en serio.
Este año que comienza es una oportunidad nueva para para no ser especiales y poder cambiar el mundo, este año 2019 tengo la esperanza de que mucha gente común como yo se una a cambiar la vida de todos aquellos que hoy sufren opresión, mi propósito de año nuevo es no perder la esperanza.
Diría Benedetti:
«No te rindas
por favor no cedas
aunque el frío queme
aunque el miedo muerda
aunque el sol se esconda
y se calle el viento.»
Es sólo cuestión de decisión.