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Alejandro Calvillo

25/12/2018 - 12:03 am

La muerte del juego entre nuestros niños

La primera es la situación de violencia que existe en México y que los recluye en sus casas, perdiendo el espacio cotidiano de encuentro y juego con sus similares.

""El juego es una condición para el desarrollo de los niños y el bienestar de la sociedad. Una sociedad, por los derechos de los niños y por su bienestar debe brindar las condiciones para que sus niños jueguen". Foto: Especial

Algo común entre los asesinos seriales que estudió el doctor Stuart Brown, psiquiatra e investigador en medicina clínica, fue la carencia de juego en su infancia. A través del juego en la infancia nos relacionamos con otros, nos encontramos y establecemos reglas y las hacemos respetar, nos sociabilizamos. Si uno observa a los niños jugando podrá darse cuenta que en muchas ocasiones dedican más tiempo a discutir las reglas que a jugar. Este es un proceso de sociabilización fundamental. No sólo se establecen las reglas que deben seguirse, nos encontramos con otros, hacemos alianzas, generamos empatías, nos hacemos seres sociales.

En una sociedad sumergida en la violencia, como la mexicana, uno de los más importantes objetivos debería ser establecer las condiciones para recuperar el juego entre los niños. El juego, como lo establece el doctor Brown y quienes lo han estudiado, es la base del desarrollo de una vida saludable y, por lo tanto, de una sociedad saludable. Se podría decir a un país, a una nación: “cómo juegan sus niños nos dirá que tan saludable es su sociedad”.

Los niños en nuestro país viven en una situación que atenta de manera doble contra el juego y con ello contra su desarrollo. La primera es la situación de violencia que existe en México y que los recluye en sus casas, perdiendo el espacio cotidiano de encuentro y juego con sus similares. La segunda es una situación global creada por la sociedad de hiperconsumo que atenta contra el juego al incorporar a los niños al mercantilismo, las marcas y las estrategias de las corporaciones que los inducen a buscar la satisfacción en marcas y juguetes que los aíslan, juguetes que les niegan la creatividad y que están bien programados para convertirse en obsoletos.

Si el juego entre las crías animales es un proceso claro de aprendizaje y maduración, de comprensión de los roles con los otros, de aprender las formas de comunicación y las estrategias de sobrevivencia; entre los humanos, el juego cumple esos factores y aún más, al formarse e integrarse la cría humana en sociedades más complejas que las animales. Aparte del aspecto de sociabilización que cumple el juego está un área esencial humana: la creatividad. Los niños crean mundo con diversos objetos, convierten unas ramas en una cueva o un árbol en una guarida, una tela en un barco o en un fantasma, inventan juegos y establecen reglas.

Sin embargo, en la sociedad de hiperconsumo, creada por el capitalismo salvaje, diversas expresiones de la vida, al ser capturadas por el mercantilismo, pierden totalmente su naturaleza. En la sociedad guiada por la ganancia, el juego creativo no es “productivo”, no genera ganancia. La curiosidad, la creatividad o el propio aburrimiento que puede ser la fuente para impulsar la imaginación, no son redituables. ¿Quién defiende el juego?

El juego es tan importante para el crecimiento, para nuestra conformación como individuos sociales durante nuestra infancia, que las Naciones Unidas lo han reconocido como un derecho dentro de la Convención por los Derechos de la Infancia. Su ausencia, sin duda, contribuye a la falta de sociabilización y favorece la formación de sociópatas.

Los dos aspectos que están aniquilando el juego, la mercantilización de los juguetes y el aislamiento de los niños por el entorno violento, pueden enfrentarse recuperando los espacios de encuentro para los niños, espacios libres de la comercialización, donde puedan recuperarse los juegos colectivos. Las escuelas deben ser espacios donde se promuevan este tipo de juegos, sin embargo, estos espacios deben recuperarse a escala de los barrios. En estos espacios no sólo se recrean lazos sociales entre los niños, también entre los adultos, especialmente entre las mujeres, lo que es necesario para la pacificación y el establecimiento de iniciativas comunitarias.

En el barrio popular que habito, Santa Úrsula Coapa, uno de los lugares de cohesión social que existían eran los lavaderos establecidos en los manantiales. Desaparecieron los lavaderos y con ellos ese espacio de encuentro comunitario. Los espacios verdes son actualmente la alternativa, su recuperación, y donde no existen, su creación, son fundamentales para mejorar las condiciones de desarrollo de los niños y las comunidades. De ahí que las luchas vecinales por espacios verdes tienen una trascendencia profunda.

El último espacio que podía haber sido recuperado como área verde en este barrio, donde la pobreza y drogadicción es alta, fue destinado a multifamiliares del INVI. Los vecinos lucharon por que no fuera así, la entonces delegación de Coyoacán, no escuchó. Una vez más entendí la necesidad de tomar acciones como bloquear la calzada de Tlalpan para que se escuchara nuestra demanda.

Gran parte de los departamentos del multifamiliar del INVI que fueron repartidos entre grupos políticos, no han sido ocupados. Los árboles centenarios que había en ese gran terreno, donde llegaban cada día por la mañana una gran parvada de loros, así como el muro de piedra que lo rodeaba y que existía desde la revolución, fueron destruidos. Era un deseo, un sueño de la comunidad que ese lugar fuera un parque, especialmente para los niños, ahora es un multifamiliar que lleva ya varios años a medio ocupar.

Los niños deben jugar, es su derecho, debemos como sociedad revalorar el juego, entender su valor, el papel que cumple para el bienestar de nuestros niños y la sociedad. Debemos darles a los niños las condiciones para que puedan jugar, para que puedan encontrarse en condiciones de seguridad, para que puedan salir de su aislamiento, para que se encuentren, imaginen y sobretodo: jueguen.

Alejandro Calvillo
Sociólogo con estudios en filosofía (Universidad de Barcelona) y en medio ambiente y desarrollo sustentable (El Colegio de México). Director de El Poder del Consumidor. Formó parte del grupo fundador de Greenpeace México donde laboró en total 12 años, cinco como director ejecutivo, trabajando temas de contaminación atmosférica y cambio climático. Es miembro de la Comisión de Obesidad de la revista The Lancet. Forma parte del consejo editorial de World Obesity organo de la World Publich Health Nutrition Association. Reconocido por la organización internacional Ashoka como emprendedor social. Ha sido invitado a colaborar con la Organización Panamericana de la Salud dentro del grupo de expertos para la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia. Ha participado como ponente en conferencias organizadas por los ministerios de salud de Puerto Rico, El Salvador, Ecuador, Chile, así como por el Congreso de Perú. el foro Internacional EAT, la Obesity Society, entre otros.

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