Las peores consecuencias del cambio climático están por venir y es un reto enorme para los países ricos y para los países en desarrollo, dice Wayne Swan, ex Tesorero y Viceprimer Ministro de Australia y miembro de la Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional, en este artículo exclusivo para los lectores de SinEmbargo.
Ciudad de México, 17 de diciembre (SinEmbargo).– Ha sido un año de desastres naturales. Después de "Irma", "María", "Harvey", el huracán "Florencia" dejó un paisaje de desolación en el Caribe. Las temperaturas extremas en el hemisferio norte han causado incendios devastadores en Europa y los Estados Unidos. Argentina sufrió la sequía más grave de su historia en 70 años y la ciudad de México, la más grande de la región, se quedó sin agua durante una semana.
Las peores consecuencias del cambio climático están por venir. Es un reto enorme para los países ricos y para los países en desarrollo, una tarea de Sísifo: ¿cómo recaudar los ingresos suficientes para responder a las grandes catástrofes y, al mismo tiempo, tratar de sacar de la pobreza a miles de millones de personas?
Mira a América Latina y el Caribe. Relatos de sequías extremas seguidos de fenomenales inundaciones que prácticamente destruyen cosechas enteras y sacuden la paz social abundan en la región. Solo 18 por ciento de la población vive en zonas rurales, pero estas son, cada vez más, fábricas de pobreza. América Latina y el Caribe sigue siendo la región más desigual del mundo, y los desastres naturales tienden a empeorar esta situación.
Segundo el primer informe del Observatorio Iberoamericano de Cambio Climático y Desarrollo Sostenible, América Latina pierde entre 17 mil et 27 mil millones de dólares por el cambio climático.
La solución para evitar estas pérdidas y sus consecuencias en términos de desigualdad social está en invertir significativamente en infraestructuras que apunten a lograr sociedades resilientes y economías sostenibles. Una prioridad es el abasctecimiento de agua a todos los sectores sociales. Unos 106 millones de personas aún no disponen de un saneamiento adecuado. A ese número se le suman entre 12 y 81 millones de habitantes más que sufrirán de escasez en 2020 a causa del cambio climático.
Para hacer frente a todos estos desafíos se requieren ingresos.
Con un promedio del 22.7 por ciento del PIB, la recaudación de impuestos en la región, muy por debajo de la media de la OCDE, que es el 25.1 por ciento. Es un nivel totalmente insuficiente para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible. En muchos países, el sistema tributario se apoya principalmente en los impuestos sobre el consumo, que resultan más gravosos para los grupos de ingresos bajos y medianos. A esto hay que añadir las estrategias de elusión y evasión de impuestos. De acuerdo con las estimaciones de la Cepal, las pérdidas de recaudación del impuesto sobre la renta de las empresas van del 27 por ciento del ingreso potencial de la tributación de las empresas en el Brasil al 65 por ciento en Costa Rica y el Ecuador.
Además, los gobiernos otorgan un trato de favor a las compañías multinacionales en materia de impuestos, por medio de reducciones excesivamente generosas de las tasas de los impuestos de sociedades en muchos países de la región. Esos incentivos son justificados con el argumento de que el país se ve forzado a “competir” con otros posibles destinos de inversiones. Sin embargo, los estudios muestran que para los verdaderos inversores directos, factores como la calidad de la infraestructura, una mano de obra sana y cualificada, el acceso a los mercados y la estabilidad política importan mucho más. Y para la sociedad, esta política tiene un precio muy elevado. Menos ingresos fiscales significa menos dinero para construir servicios públicos e infraestructura vitales, por no mencionar menos dinero para prepararse para los efectos de los desastres naturales.
Los únicos ganadores en esta carrera hacia el fondo son las multinacionales, que terminan pagando casi nada de impuestos. Vito Tanzi, ex jefe de la División de Política Tributaria del FMI, ha calificado a estas empresas “termitas fiscales” por haber carcomido los cimientos de los sistemas tributarios en todo el mundo. En su reciente libro, “Termitas del Estado”, Tanzi reconoce que si bien ninguna casa fiscal escapa de estas plagas fiscales, los países en desarrollo -especialmente aquellos con recursos minerales- son particularmente vulnerables.
Las economías en desarrollo como las de América Latina dependen en gran medida de las bases del impuesto sobre la renta de las empresas. De hecho, el FMI informa de que los ingresos perdidos por la evasión fiscal en los países en desarrollo son 1.3 veces superiores, en porcentaje del PIB, a los de las economías avanzadas.
Es una lucha dura que implica enfrentar a las élites, superar una profunda resistencia institucional, intentar logras formas inclusivas de crecimiento, eliminando los niveles inaceptables de pobreza y construyendo sistemas de salud y educación de calidad para todos.
Pero la lucha está en marcha. El debate mundial sobre la evasión fiscal de las multinacionales sin escrúpulos está empezando a dar sus frutos. Las campañas de la sociedad civil han llevado a la creación de un modelo para la presentación de informes país por país que podría revelar a la magnitud de la evasión fiscal en la región. La Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional (ICRICT, por sus siglas en ingles), de la que soy miembro, propone un programa audaz de normas fiscales internacionales desde una perspectiva de interés público mundial.
En las dos últimas décadas, América Latina ha hecho grandes progresos hacia sus objetivos de desarrollo sostenible. Por lo tanto, sería una tragedia que la clase media emergente de la región no saliera adelante porque las empresas multinacionales siguen saliéndose con la suya eludiendo los impuestos y saqueando a estas naciones de su riqueza.