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Ernesto Hernández Norzagaray

05/10/2018 - 12:03 am

El movimiento del 68 y Morena

Resulta, inevitable, vincular los actos conmemorativos del 2 de octubre de 1968 con la llegada de Morena al poder presidencial, como también no ver en la ofrenda floral que AMLO depositó en la Plaza de las tres Culturas, un acto de gran simbolismo por el futuro de las libertades públicas.

Resulta, inevitable, vincular los actos conmemorativos del 2 de octubre de 1968 con la llegada de Morena al poder presidencial, como también no ver en la ofrenda floral que AMLO depositó en la Plaza de las Tres Culturas, un acto de gran simbolismo por el futuro de las libertades públicas.

50 años han transcurrido desde los días aciagos que concluyeron con la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, el encarcelamiento de cientos de estudiantes y profesores en el Palacio Negro de Lecumberri o en el Campo Militar número 1, la huida desesperada de otros tantos, dentro y fuera del país y, aunque suene chusco, la proscripción de intelectuales del tamaño de Hébert Marcuse o Jean Paul Sartre.

Sin embargo, de aquellos momentos de lucha por las libertades públicas, expresadas en los 6 puntos del Pliego Petitorio del CNH queda el sedimento, la impronta rebelde, señalada por Octavio Paz que por primera vez en muchos años estábamos en sintonía con el mundo.

Con los movimientos estudiantiles que se vivían en Paris, Berkeley, Berlín, Buenos Aires y Praga que al unísono cuestionaban los patrones culturales dominantes de la segunda posguerra y prefiguraba un mundo distinto al que Paz describe en Tiempo Nublado cuando critica la bipolaridad autoritaria que encarnaban Estados Unidos de Norteamérica y la URSS.

El poder global expresado en toda su significación violenta en el macartismo y el gulag, como también en sus manifestaciones en el ámbito de lo familiar, la autoridad o las instituciones de control social o los partidos políticos tradicionales, en aquel momento todo se puso en entredicho, constituyendo una revolución cultural de alcances duraderos para las siguientes décadas.
En México los cambios vinieron en menos de tres años con la liberación de los presos políticos, la derogación del delito de disolución social, la llamada apertura democrática echeverrista, el reconocimiento del derecho a manifestarse o el de voto a los jóvenes de 18 años.

Más tarde, en 1978, llega la reforma política más importante del siglo XX, que amplio los cauces de participación a las expresiones ideológicas y políticas hasta entonces proscritas, que hasta ese año no tenían reconocimiento legal y se encontraban toleradas, pero en condiciones de marginalidad en la vida pública, o segregadas a espacios restringidos.

Sin embargo, el mayor impacto sucedió silencioso pero extensivo en el ámbito social, los años setenta fueron una verdadera revolución especialmente en los grandes centros urbanos y a través de la música, el teatro, las artes, y, sobre todo, en las relaciones interpersonales como nunca había sucedido en nuestro país.

Vinieron las primeras alternancias en los gobiernos en los municipios del país y en 1989 la primera derrota del PRI en el estado de Baja California con lo que se reconfiguraba una nueva distribución el poder público, aparecieron los primeros gobiernos sin mayoría legislativa y en 2000 llega la alternancia en la Presidencia de la República, aquello que parecía imposible de lograrse, luego de haberse cometido en 1988 el gran fraude electoral conocido como la “caída del sistema”.

Claro, en este proceso de progresismo político, de transformaciones institucionales, las resistencias al cambio no se dejaron sentir sino por el contario mostró su rostro más violento a través de sus formas abiertas y subrepticias, la alternancia como lo han dicho muchos no significaba un cambio de régimen pero tampoco la erradicación del talante autoritario incluso criminal como fueron los asesinatos de los cientos de perredistas, Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu (incluida, por supuesto, la nueva violencia que llegó con la hornada de políticos “alternativos” a lo existente, a lo podrido, lo indeseable).

Los cincuenta años del movimiento estudiantil coincide felizmente con el arribo victorioso de los agregados de la izquierda PCM-PSUM-PMS-PRD y su nueva terminal Morena, que es sin duda alguna, la continuación de la confluencia de la diversidad de los estudiantes y profesores, artistas y escritores, obreros y campesinos de izquierda que fueron a parar a Lecumberri por haber cometido el delito de disolución social que no era otro que el delito de manifestarse y cuestionar a la autoridad en el espacio público.

Ahora bien, el triunfo arrollador de Morena si bien se explica por el hartazgo ciudadano ante malas políticas públicas, también por la persistencia de las luchas a favor del patrimonio nacional y la ampliación de las libertades y la justicia.

Se puede decir que eso no es privativo de la agenda de izquierda partidaria y es una verdad mayúscula, la lucha por las libertades públicas está más allá de un sello partidario ya que es patrimonio de quienes han contribuido y contribuyen desde distintas trincheras en forma silenciosa y mejor todavía sin presupuesto público.

No obstante, lo mejor de Morena está obligada a ampliar las libertades públicas y con ello desechar lo que algunos alertan no sin una cierta dosis de maledicencia, el riesgo de la refundación del PRI a través de la ideología del nacionalismo revolucionario, y de ser tal tiene el gran desafío en un país que ha dado pasos gigantescos en el terreno de la privatización de lo público con el subsecuente efecto sobre la vida de cada uno de los mexicanos.

Entonces, Morena ¿es la encarnación de aquel ideario libertario o solo es beneficiario histórico del 68?, sé que la respuesta despierta muchas dudas pero aun con todos los matices que se le quiera poner las coincidencias están ahí, muchos líderes del 68 han acompañado a AMLO durante décadas, sea en el PRD o en Morena; la declaración de que Morena es un partido-movimiento es otro de los rasgos coincidente porque está destinado a levantar demandas; así mismo, el respeto y la ampliación de las libertades públicas es una de las grandes ofertas del próximo gobierno y el compromiso explícito de la lucha contra la corrupción y por la rendición de cuentas en la función pública.

Cierto, la corrupción no estaba en los seis puntos del pliego petitorio, sin embargo, tampoco ausente en la presidencia imperial. Era parte indispensable del engranaje de la maquinaria del sistema político y ha permanecido hasta llegar a niveles escandalosos.

Finalmente, el movimiento estudiantil del 68 aun cuando fue derrotado militarmente, qué es una forma pírrica de victoria, resurge de sus cenizas con viejas y nuevas demandas, no es una fecha sin más en nuestra efeméride patria, está en los sentimientos de las personas y ese es el gran desafío que hoy tiene Morena.
Por eso, y más, tiene grandes coincidencias.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

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