Ernesto Hernández Norzagaray
29/06/2018 - 12:01 am
Entre la esperanza y el autoritarismo
Elías Canneti en su libro Masa y Poder que le mereció el Premio Nobel de Literatura en 1981 habla de que el fuego convoca a multitudes.
Elías Canneti en su libro Masa y Poder, que le mereció el Premio Nobel de Literatura en 1981, habla de que el fuego convoca a multitudes.
Los líderes carismáticos también son capaces de convocar multitudes que desean un cambio en la situación de su país, su región, su casa, su vida.
Es un resorte que se activa contra todo aquello que representa lo peor de sus vidas, sean estas las básicas pero también en esa multitud se encuentran los que estando bien desean un alto a la violencia, corrupción, impunidad, complicidad o frivolidad de las elites.
No se detienen a pensar que todo cambio representa riesgos, por la sencilla razón de que hay intereses que no admiten ninguno, es lo que les ha permitido hacer fortuna, y que están dispuestos a hacer “lo que se tenga que hacer” para que el status quo se mantenga a despecho de las multitudes que vitorean y votan al líder.
Ese es el escenario de las elecciones que tendremos el próximo domingo, pasado mañana, al asistir civilizadamente a sufragar por nuestros candidatos de preferencia. Los sondeos de opinión indican que hasta siete de cada diez podrían asistir a votar, lo que de cumplirse, sería situarse en la antesala de los comicios de 1994 que alcanzó un nivel de participación del 77% de la lista nominal de electores.
O sea, no solo los magnicidios activan los resortes participativos, sino también el hartazgo, la irritación y la impotencia largamente acumulada, como mecanismo de defensa de la ciudadanía ante los abusos del poder.
En México hay mucha gente enojada con la gestión de Peña Nieto. Y es que el Presidente, después del Pacto por México, que sin duda fue un buen ejercicio de concertación política, independientemente de los resultados que hoy tenemos y la oferta de que con las reformas vendrían a mejorar la situación de todos, le ganó la corrupción, la complicidad y la frivolidad.
Una tercia maldita que los medios de comunicación se encargaron, en plan de negocios, de dimensionar al nivel de las carencias de decenas de millones de mexicanos aún cuando ha sido el gobierno que gastó más dinero público en manejo de imagen y control de daños.
Lo cual habla bien de la ciudadanía que no se tragó la píldora de la publicidad con que se buscaba mantener y hasta sobredimensionar aquella imagen satisfecha de renovación generacional en su partido y en la política nacional.
Varios de estos jóvenes compañeros de ruta que llegaron al poder antes y después de finales de 2012, y que Peña Nieto presumió ante los medios de comunicación como ejemplo de renovación del PRI, hoy purgan condenas por corrupción dentro y fuera del país y otros están a la espera, o en la desesperación, por que gane el PRI para seguir teniendo encima el abrigo protector que los ha salvado de ir a una prisión.
A la gente no le pasó desapercibido el escándalo de la Casa Blanca, Ayotzinapa, Tlatlaya, Odebrecht y tantos otros casos de corrupción y abusos. Son todos ellos una pesadilla que se afirma rutinariamente y fue así que en las últimas elecciones federales y estatales, de 2015, 2016 y 2017, se ha vivido una desafección y realineamiento electoral que tendrá culminación el próximo domingo cuando la gente salga a emitir su voto.
Y vaya, sorprendentemente será por la izquierda morenista, que hasta ahora gobierna muy poco, pero que en estos comicios los sondeos indican que puede ganar no solo la Presidencia de la República, sino la mayoría absoluta en las dos cámaras y varias gubernaturas, municipios, delegaciones y congresos locales.
Solo una locura de última hora podría llevar a actuar en contra del ejercicio libre del voto, como el año pasado se hizo en el Estado de México, donde se puso en marcha una operación de Estado para evitar perder la cuna del grupo que ha gobernado este país en las últimas décadas.
Sin embargo, el país no es Atlacomulco, son altos los riesgos que se corren al intentar hacer una operación de Estado. No obstante, no sé si como parte de una operación coordinada, pero están en marcha en distintas regiones operativos de compra de votos que lamentablemente los miembros de los organismos electorales, acuciosos en recibir mejores presupuestos, pero que no parecieran hacer acuse de recibido y, mejor, voltean a ver a otra parte.
La pregunta es si esas acciones alcanzan en unas elecciones cuando salgan a votar decenas de millones de mexicanos que han decidido hacer valer su voto preferente, o se trata de operaciones destinadas a conseguir el voto para los candidatos a la alcaldía o la gubernatura.
¿Cuántos millones de votos pueden comprar a 1, 500 pesos cada uno de ellos? Se rumora que es el precio de cada uno de ellos. Me parece exagerado que así sea, y si es así eso da cuenta dónde puede estar la fuente de esos recursos. Serán una parte de Odebrecht, "La Estafa Maestra", el desvío de recursos públicos que hizo famoso el tesorero del PRI hoy en una celda de una cárcel de Chihuahua, o las contribuciones que hacen los grandes empresarios con tal de “que un loco llegue a la Presidencia de la República”.
Tatiana Clouthier dice que podrán comprar entre 5 y 6% de los votos que se emitan y eso, si mantiene la diferencia existente hasta ahora, no representaría mayor cosa. Sería una inversión a fondo perdido. Pero, hay más, la intimidación que se está haciendo contra candidatos y sus familias a las que se amenazó para que le “bajaran” a las campañas.
En definitiva, hoy en México está un fuego encendido que podría crecer mucho más allá de lo esperado y eso podría tener un desenlace solo reconocible en los momentos más climáticos de nuestra historia contemporánea.
Ya los sabremos en unos cuantos días.
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