Alberto Ruy-Sánchez
08/12/2017 - 12:00 am
Inhibir o estimular el acceso público a los libros
El 6 de diciembre, la comisión de Cultura del Senado de la República convocó a una audiencia pública sobre la Ley del Libro. Simultáneamente, una iniciativa desde el sector educación, sin consultas ni estudios se propone limitarla. Esta fue mi participación: Agradezco la invitación para enunciar mi opinión sobre la necesaria reforma a la Ley […]
El 6 de diciembre, la comisión de Cultura del Senado de la República convocó a una audiencia pública sobre la Ley del Libro. Simultáneamente, una iniciativa desde el sector educación, sin consultas ni estudios se propone limitarla. Esta fue mi participación:
Agradezco la invitación para enunciar mi opinión sobre la necesaria reforma a la Ley del Libro. Opino como lector que ha vivido en países muy diversos, como autor cuyos libros se publican en lenguas con leyes muy variadas y como editor mexicano. La REforma necesaria a la Ley debería ser más radical y opuesta a la iniciativa que se ha propueeto en los últimos días desde otro sector que no es el de Cultura.
1. Tomemos como punto de partida la necesidad de aumentar el acceso a los libros a la mayoría de la población, a los precios más accesibles, con la diversidad de libros más amplia posible.
Si estamos de acuerdo con la premisa anterior es indispensable, antes que nada, tomar conciencia de qué prácticas y mecanismos de la circulación del libro son trabas para que eso sea posible.
2. La primera y más grave porque es muy difícil de comprender tiene que ver con la naturaleza del libro como un producto diferente a todos los que se producen como zapatos o salchichas. Un libro no es un zapato, no sólo porque tiene un contenido sino como producto mismo es diferente. El libro es anterior al capitalismo y las leyes del mercado lo afectan de manera distorsionada. La persona que mejor analizó estas anomalías del mercado con ciertos productos obtuvo el Premio Nóbel en 1983, es Douglass North (Su libro principal, Instituciones, cambio institucional y desempeño económico está publicado en México, por el Fondo de Cultura Económica). Analiza por qué algunas maneras de organizar las transacciones estimulan el crecimiento y otras lo estancan. Su reflexión nos sirve para darnos cuenta, por ejemplo, de por qué la circulación del libro en España y Francia crece y en México disminuye.
3. Los problemas son múltiples pero el eje del que todos se nutren se puede llamar Régimen de Precios Inflados. Trataré de resumir su funcionamiento con un ejemplo lo más simple posible:
a. Supongamos un libro que cuesta 100 pesos al público. Lo normal sería que el 40 por ciento de ese dinero vaya al comercio que lo vende. La casa editorial necesitará 60 pesos para pagar imprenta, otros gastos de producción, derechos de autor y calculemos un 5 por ciento de ganancia. Esa era una distribución normal de los ingresos de la Industria Editorial por muchos años.
b. Al entrar en acción las comercios llamados de grandes superficies que exigen un porcentaje mayor al 40 por ciento normal, digamos un 80 por ciento (y que de todas maneras por más ejemplares que compren, por la naturaleza del libro no hace que el costo de producción disminuya realmente); si el editor sigue necesitando esos 60 pesos iniciales, para poder recibirlos la tienda deberá aumentar el precio de venta del libro desde el incio un 300 por ciento. El libro que debe costar 100 pesos estará costando 300 ( 80 por ciento para el comerciante, y 20 por ciento= 60 pesos para el resto de los gastos). Aún si la tienda dice después que ofrece al público un descuento del 50 por ciento, con 150 pesos al público estará aumentando el precio de un libro que debería costar 100 pesos.
El Régimen de Precios Inflados hace que, detrás del telón aumenten los precios simulando por delante que disminuyen.
Esto se aplica de la misma manear al comercio electrónico. (Hay en Amazon de Estados Unidos, por ejemplo, libros editados por mí que cuestan 200 pesos y allá están en 1200 pesos, con cincuenta por ciento de descuento).
4. El antídoto para esta práctica enviciada fue inventado en Francia por Diderot, en su Carta a los comerciantes de libros, de 1767. Y ataca el origen del círculo vicioso: eso que Douglass North llamó el aumento desproporcionado del «costo de transacción» (del 40 al 80 por ciento), con el pretexto de un falso descuento al público. Realizado finalmente, es cierto, pero después de haber hecho que los precios se inflaran innecesariamente.
Incentivar ese falso descuento (como propone con inocencia la reforma enunciada recientemente) es incentivar la práctica del Régimen de Precios Inflados. Quienes creen que dan a los lectores mayor acceso a los libros mediante descuentos falsos, en realidad están haciendo lo contrario.
El antídoto en Francia se perfeccionó y se hizo eco de una política alimentaria de supermercados con el menor precio posible que se llamó Tiendas Prix Unique: Tiendas de Precio Único. Precio único no significa «Precio controlado» sino el Precio más bajo posible.
La Ley del Fomento a la Lectura, con su Precio Único no está en contra de los precios más bajos, no está en contra de los descuentos sino en contra de los descuentos sobre precios rutinaria y subrepticiamente inflados por la inercia viciosa de la Industria.
5. El antídoto del Precio Único incluye la necesidad de que, por el bien de los lectores, las librerías grandes y las pequeñas tengan igualdad de condiciones en sus «costos de transacción». Incluye también un conocimiento sobre el ciclo del libro y el periodo de tiempo necesario para que en un mercado normal las librerías grandes y pequeñas, todos los lectores en su conjunto, tengan ese precio no inflable durante un periodo de dos años, que en México es de 18 meses. Recortarlo aún más es boicotear su efectividad. A mediano y corto plazo, volverlo inflable.
6. La Ley del Libro que existe en México nunca ha sido realmente aplicada porque fue intencionalmente boicoteada desde su práctica y desde la elaboración nulificante de su reglamento.
El precio del antídoto contra los precios inflados debería ser el detonador inmediato de otras prácticas que incentivaran la circulación, más variada y más barata del libro, con una política agresiva de apoyo a las librerías (comenzando por una corrección fiscal necesaria de la tasa cero para ellas también), una política agresiva de consolidación de un amplio mercado interno y de un inmenso mercado externo para el libro mexicano.
La ley del libro tendría que incentivar la difusión del libro conociendo mejor nuestras prácticas viciosas y analizando las que, en España por ejemplo, han sido muy efectivas. El libro es allá un porcentaje alto de su PIB: entre otras políticas españolas, su costo de envío es 30 por ciento del nuestro y gozan de un exención fiscal del 50 por ciento de lo que exporten.
7. Deberíamos estar avergonzados de perder tiempo discutiendo iniciativas que son nuevas trabas, nuevas prácticas entorpecedoras en vez de discutir las estrategias para convertirnos en la economía editorial más grande del mundo de habla hispana. Tenemos todo para serlo. Y hoy, una reforma de la Ley del Libro que fuera realmente estimulante de su dinámica haría toda la diferencia.
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