Rogelio Guedea
07/11/2017 - 12:01 am
Los colimenses viven con miedo, los que opinamos también
La violencia en Colima sigue imparable: sólo el pasado fin de semana hubo cinco ejecutados y cuatro heridos, entre ellos un bebé de diez meses que iba en los brazos de su madre muerta. También, entre los muertos, se contó el crimen del ex director de Tránsito y Vialidad del municipio de Manzanillo, Cristian Montero, […]
La violencia en Colima sigue imparable: sólo el pasado fin de semana hubo cinco ejecutados y cuatro heridos, entre ellos un bebé de diez meses que iba en los brazos de su madre muerta.
También, entre los muertos, se contó el crimen del ex director de Tránsito y Vialidad del municipio de Manzanillo, Cristian Montero, quien antes había estado en la cárcel acusado por delitos contra la salud y en 2014 había salido ileso de otro atentado.
Además, fue asesinado en una brecha (como si se estuviera en plena “temporada de cacería”) un joven motocicleta que participaba en el llamado “Cuyutlanazo”, evento que año con año realizan las comunidades de aficionados y profesionales de la motocicleta en la costa colimense como una forma de alentar, paradójicamente, la buena convivencia social.
Cinco crímenes en total en un solo fin de semana y ante el ni me va ni me viene de la administración de José Ignacio Peralta Sánchez, un gobernador que en estos escasos dos años de gestión le ha dado completamente la espalda a la sociedad colimense para dedicarse con exclusividad a atender asuntos de interés estrictamente personal, incluidos los propios romances que se le adjudican.
No menos hace un par de semanas se suscitó un escándalo que, en un principio, parecía sólo responder a un asunto de carácter político pero que al poco tiempo derivó en uno también de tipo sentimental: la renuncia del priista Édgar Larios Carrasco, ahora ex secretario de Organización del Comité Directivo Estatal de este instituto político (quien acusó al gobernador Peralta Sánchez de “vanidoso, intolerante y soberbio”), pronto fue relacionada con el amorío que mantiene el Ejecutivo estatal con la ex mujer de Larios Carrasco, tal como también se le ha relacionado sentimentalmente con otras mujeres e, incluso, hasta con hombres.
Ninguna relevancia tendría referir la vida privada del mandatario estatal (ampliamente denunciada en las redes sociales y a través del periodismo crítico del Estado) si ésta no estuviera siendo la causante de esta indignante ingobernabilidad que vive esta pequeña entidad de la república. Hasta los mismos funcionarios del gabinete nachoperaltista están sorprendidos de la incapacidad mostrada por el gobernador para gobernar, y del poco interés que muestra para ello.
Ni la presencia de las fuerzas de seguridad federal, ni la del ejército, ni la promesa hecha en campaña de que la sociedad colimense viviría feliz y segura, ni el cerco mediático tan rígido que intenta encubrir la realidad, ni las voces apologéticas del sector empresarial, ni nada ni nadie han sido suficientes para recuperar la calma en este Estado.
Los colimenses viven con miedo, los que opinamos también. Todos estamos aterrorizados de que la violencia se haya metido ya hasta debajo de nuestra cama, dentro de nuestro closet, y ahora esté atenazada a nuestros huesos.
En una entrevista reciente a Milenio el gobernador Peralta Sánchez dijo estar dispuesto a someterse a la revocación de mandato.
¿Qué esperamos para tomarle la palabra?
Rogelio Guedea
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