La masacre de Villa Unión

14/07/2017 - 12:04 am
los acontecimientos trágicos de Villa Unión plantean el drama que se vive en muchas regiones del país y los mecanismos que se utilizan para combatir al crimen organizado. Foto: Cuartoscuro/Archivo

No cuadran las declaraciones oficiales. No dicen que un grupo de hombres “fuertemente armados” llegó hasta una casa de esta sindicatura de Mazatlán e intentó levantar a una persona y en el forcejeo dos personas fueron asesinadas. Llega la policía hasta el lugar de los hechos cuando se llevaban al levantado y se inicia una persecución por el camino a la comunidad de La Amapa donde en un punto los sicarios se bajan del vehículo para internarse en el monte.  Ahí, se dice que los esperaban personas en cuatro vehículos para auxiliarlos. Para entonces las fuerzas federales y estatales ya habían hecho acto de presencia y se suman a la persecución que concluye en el entronque que lleva al poblado Aguaje de Costilla.

Hasta ahí suena lógico, más con los cinco policías que resultaron heridos en la refriega, que son la prueba de la demostración de fuerza. Luego la información empieza a ser confusa lo que llama a la inevitable especulación. ¿Qué pasó? Se habla de que las fuerzas federales en un santiamén acabaron con los 17 sicarios. Ningún muerto o herido entre las fuerzas federales y estatales. Esto para muchos no suena lógico porque además no es que los hayan agarrado por sorpresa sino aquellos estaban alerta y armados. Quizá, al ver la diferencia de fuerzas, obligó a la rendición y entregaron las armas. Luego lo sabido. No es casual que luego algunos familiares hoy estén hablando de un juicio sumario y que otros ciudadanos hayan iniciado una petición en charge.org  advirtiendo de un nuevo Tlatlaya.

Es, probable, que los sicarios en la refriega no tuvieran capacidad de respuesta efectiva. Pero, nada, la información es volátil e inasible. Se respira el ambiente de temor en la comunidad más cuando en los días siguientes ocurrieron una serie de hechos que demuestran reacciones violentas y uno de ellos en la mismísima puerta del inmueble que ocupa el Tribunal de Barandilla de la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito Municipal, donde fue levantado un detenido y otro termino herido luego resistir.

Con el paso de los días cualquiera esperaría que hubiera más claridad de lo sucedido la noche del  30 de junio pero no hay información confiable. Está sigue siendo confusa. No se sabe siquiera a que grupo criminal pertenecen todos los fallecidos, sus nombres y edades, los propietarios de los vehículos  o la procedencia de cada uno de ellos. No hay nada nuevo. O si, está un video que exhibe cuerpos apilados en las cajas de los vehículos utilizados. Cómo si hubieran sido arrojados una vez que los alcanzaron las balas. La prensa no va más allá de las versiones oficiosas. Los partes judiciales. No hay elementos que lleven a esclarecer lo que verdaderamente sucedió en la penumbra de la noche veraniega.

Ciertamente, este grupo tenía meses en la región del rio Presidio y su acción violenta nutría la nota roja de la prensa regional, había evidentemente un problema de delincuencia organizada, tarea de las fuerzas de seguridad. Ya se habían dado algunos enfrentamientos y detenciones. Y es que la sindicatura de Villa Unión es la puerta  sur del centro turístico. Es obligado pasar por la cabecera de la sindicatura para ir más al norte. Cubrir los 8 kilómetros de distancia que separan ambos centros de población es cuestión de 10-15 minutos dependiendo del tráfico vehicular. Es por lo tanto  un punto estratégico para cualquier grupo criminal que busca hacerse presente o ir más al norte del estado. No es la primera vez que células criminales se instalan en la zona rural de Mazatlán. Sea en la sindicatura de El Habal en el norte o en la de Villa Unión al sur.  Desde estos puntos entran y salen a Mazatlán los sicarios dejando su impronta de violencia.

La desaparición de este comando ha relajado momentáneamente el ambiente social de estas comunidades rurales, la vida parece tomar un nuevo respiro y la gente sale con menos temor a la calle. Se ha reanimado la actividad pero persiste la idea del carácter de puerta de Villa Unión. Y en cualquier momento se puede reanudar la atmosfera de balas y temor. Esto lamentablemente no acaba de la noche a la mañana. Sinaloa vive en medio de la violencia. La fractura del Cártel de Sinaloa y un entramado complejo de desprendimientos o franquicias provocan la formación de nuevos células y un estado de permanente zozobra en ciudades y poblados.

El gobierno del estado se ha mostrado incapaz de controlar la situación porque, y lo acepta aunque él gobernador Quirino Ordaz ha dicho, “no voy a negociar la paz con el crimen organizado”. Y es que aunque quisiera, ¿con cuál de todos esos cárteles, grupos, células lo haría si se encuentran enfrentados entre sí?, si el mismo Cártel de Sinaloa, se encuentra dividido entre “damasos” y “chapitos”. No hay interlocutores válidos como los hubo en el pasado. Quizá, eso explique, que el accionar de las fuerzas federales sea un tanto errática.

La única salida que parece viable es que este gobierno acompañe su política de seguridad con las iniciativas ciudadanas que esta viviendo una etapa vigorosa. La última fue el activismo de franjas de ella para detener una iniciativa de ley promovida por la fracción parlamentaria del PRI, más el PAS, PANAL y el Verde, que buscaba llevar para las cuentas públicas del pleno del Congreso del Estado hacia su Comisión de Fiscalización para su resolución.

Es decir, se trataba de resolver estos problemas reduciendo el efecto mediático y reducirlo a una cuestión de acuerdos de las cúpulas partidarias. Claro, el gobernador no es ajeno a esta iniciativa pero le permite ahora ver donde se encuentra una parte del poder e identificar el ciudadano. La siguiente lucha ciudadana ya está en marcha y tiene que ver con el robo de autos.  Sinaloa ocupa el segundo lugar en robo con violencia y solo en el primer trimestre de este año fueron robados 1 759 autos un promedio de 19 autos por día.

En definitiva, los acontecimientos trágicos de Villa Unión plantean el drama que se vive en muchas regiones del país y los mecanismos que se utilizan para combatir al crimen organizado, pero también las oportunidades que se abren para que gobiernos y ciudadanos caminen juntos para civilizar la lucha contra las franjas del crimen organizado.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.
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