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COLUMNISTA INVITADO | El gaucho insufrible de Roberto Bolaño, de Juliano Ortiz

01/07/2017 - 12:03 am

Seguramente Bolaño nunca pensó, al entregarle a su editor este libro de cuentos, que tenía los días contados. Y menos que solo 15 días después fallecería a la espera de un trasplante de hígado. O quizás sí. Pero como la vida es una caja de sorpresas, junto a estos cuentos le entregó dos conferencias para añadirlas al final de la obra. Una paradójicamente se titula Literatura + enfermedad = enfermedad. ¿Entonces sabía bolaños que el final estaba cerca? muchas conjeturas se hicieron a partir de este punto, hasta llegar a decir que el libro en sí era un intento por dejarle una moneda más a su familia, o que el editor incluyó esas dos conferencias sin la autorización del escritor.

Por Juliano Ortiz

Ciudad de México, 1 de julio (SinEmbargo).- Bajo este contexto, muchos críticos consideraron que el nivel de los cuentos no estaba a la altura del mejor Bolaño. Debo contradecir a estos señores, ya que tres ("El gaucho insufrible", "El policía de las ratas" y "El viaje de Álvaro Rousselot") son verdaderos exponentes de la prosa sutil y envolvente del chileno.

"El gaucho insufrible" es un gran cuento. Es la historia del abogado Manuel Pereda quien un día deja la ciudad donde reside para afincarse en el campo de la familia. A partir de ese momento, sufrirá un cambio sorprendente atravesando diversas vicisitudes que lo pondrán a prueba, y que llevará al lector a una suerte de marcada intertextualidad con un memorable cuento de Jorge Luis Borges, "El sur".

"El policía de las ratas" sorprende por su imaginación y sesgo kafkiano y merece estar entre lo más creativo en cuanto a narrativa breve fantástica de Bolaño. Un policía Pepe el Tira es uno de los encargados de cuidar y proteger a la colonia de ratas que viven en la alcantarilla y que son víctimas de variados depredadores. A manera de recordados relatos policiales, Pepe se encuentra ante un asesino serial al que deberá descubrir y apresar.

"El viaje de Álvaro Rousselot" nos transporta a un simbolismo bastante recurrente en la obra del escritor. La trama es ágil, divertida, llena de condimentos casi humorísticos y que permite al lector compartir la extrañeza misteriosa que acompaña al escritor protagonista (Rousselot). Éste crea libros que son plagiados por un director de cine (Morini) lo que hace que se moleste de gran forma al principio, para decidir ir a buscarlo a París. En ese esfuerzo por conocer íntimamente al cineasta, conoce a una prostituta que hará fluir sus vértices más humanos. Podemos apreciar al mejor Bolaño, al mejor contador de historias.

En cuanto a los dos cuentos que completan el libro, "Jim" y "Dos cuentos católicos", hacen pensar en un primer análisis en su componente tan disímil en lo que refiere a técnica y estilo narrativo.

"Jim" es un cuento breve, de poca profundidad, construido en primera persona y en el que Bolaño experimenta con la velocidad de una leída para mostrar la fugacidad de una única acción. Al finalizarlo, es imposible no caer en los anteriores trabajos del escritor, es un Bolaño auténtico, aunque a mitad de camino.

"Dos cuentos católicos", por su parte, tienen el poder de la prosa voluntariosamente demoledora del chileno, personajes con un conocimiento introspectivo que desatan hechos casi epifánicos, místicos.

Unos cuentos maravillosos en El gaucho insufrible. Foto: Especial

Cerrando el libro, como decíamos están las transcripciones de las conferencias a modo de testamento literario que deja una suerte de vacío en el lector a sabiendas de la suerte posterior corrida por Bolaño. La primera es una joya desde la primera a la última palabra, un ejercicio que debería enseñarse en todo taller de literatura y que nos permite abrigar el verdadero sentido de la literatura. Conmueve sobre todo la referencia a partir de la poesía de Baudelaire,  “Deseamos, tanto puede la lumbre que nos quema, Caer en el abismo, Cielo, Infierno, ¿qué importa?, Al fondo de lo ignoto, para encontrar lo nuevo”. 

La segunda conferencia es Bolaño en su versión más irónica y despreciativa de lo que él llama la no literatura, el establishment académico que vive encorsetado. No ahorra adjetivos para tratar de desenmascarar a todos aquellos que hacen el corpus literario más banal y que están subidos a un pedestal de glamour intrascendente.

Roberto Bolaño ganó el Premio Herralde en 1998 y el Premio Rómulo Gallegos en 1999. Escribió entre otros libros, Estrella distante, Los detectives salvajes, Amuleto, Una novelita lumpen, 2666.

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