Ahí está Vicente Fox más viejo, más lenguaraz, más estridente, más gesticulador, más egocéntrico, más locuaz, más paternalista, más servidumbre que nunca, buscando quizá en su desvarío que las luces mediáticas lo vuelvan a iluminar generosamente.
“Si no es el pueblo de México, yo me voy a encargar, yo personalmente, de que ese cuate [AMLO] no llegue [a la Presidencia], que no queremos otra Venezuela aquí”, lo afirmó ante un público de ex presidentes latinoamericanos conservadores y ahora tan nostálgicos como él, remataba además con la provocadora frase antidemocrática: “yo tengo mis mañas”.
El guanajuatense con esa frase de guerra se suma a la campaña de asustar con el petate del muerto venezolano y se olvida, que aun con todo lo desprestigiadas que pueden estar las instituciones después de lo ocurrido en el estado de México, hay reglas formales que deben cumplirse en la competencia por los votos.
Y, es que este hombrón ya encorvado por los años, que cuestiona al gobierno de Venezuela entre otras cosas por el escaso apego a las reglas democráticas con su estridencia hace exactamente lo mismo que cuestiona, desde su triste papel de ex presidente, que busca reverdecer en la próxima campaña presidencial.
No lo sé, si hay alguien en sus cinco sentidos, que lo tome en serio y asuma su estridencia como algo bueno para nuestra vida pública.
Lo cierto, es que estamos en la antesala del inicio del proceso electoral, y todavía se siente en el ambiente político los efectos de la campaña de “golpe dado ni dios lo quita” y eso incluye por supuesto una estrategia del miedo para multiplicar los negativos de López Obrador que los tienen como los demás. Véase, como evidencia, las encuestas de percepción y mejor la cantidad de votos que están obteniendo los competidores de otros partidos.
Fox se monta en una campaña en marcha para tumbar la intención de voto favorable al tabasqueño y qué hoy lo sitúan como el aspirante con mayores posibilidades de triunfo en la contienda presidencial de 2018.
Pero es ahí donde radica la balandronada de Fox, su locuaz paternalismo del “yo me voy a encargar, yo personalmente”, que nos recuerda al padre autoritario que con las mismas palabras amedrentaba, asustaba, amenazaba al hijo o la hija que se desviaba de su control y autoridad.
Vamos, si alguien puede proferir esas amenazas es quien tiene el poder y el control de las instituciones, no un ex Presidente avejentado, achacoso, que vive de la nostalgia y los ya lejanos sueños de la gloria de la alternancia que no representó ningún cambio, que trajo frustración colectiva, y mucho por este tipo de balandronadas.
Quien, por ejemplo, no recuerda sus expresiones desafortunadas como aquella de campaña cuando ofreció “resolver la crisis chiapaneca en 15 minutos” o aquella antes de dejar la Presidencia que hoy toma tinte de realidad: ''Ya hoy hablo libre; ya digo cualquier tontería, ya no importa. Ya. Total, yo ya me voy",
En el mejor de los casos, la aparición de Fox en la escena pública, es la de un hombre descompuesto quizá por el exceso de los antidepresivos Prozac y por estar siempre dispuesto a prestar servicios al PRI de intimidación, lo que lo reduce a su mínima expresión política, a una suerte de servidumbre a lo que ofreció combatir y es que nunca antes hubo un ex Presidente en una situación de conversión no digamos ideológica, sino de roles democráticos, terminó siendo una caricatura, decepción absoluta.
En el PRI seguramente no les gusta la incursión mediática de Fox, sin embargo, probablemente lo ven como un tonto útil. Alguien que se le puede poner la tarea y la hace aunque sea mal. No cambia el sentido de los votos en el mejor de los casos degrada la política. Solo contamina la de por si contaminada atmosfera política. Su mesianismo “democrático” que busca salvarnos de no terminar siendo Venezuela es no entender la singularidad de cada uno de los países.
Pero, tampoco, es que se trate de entender y es cuando su mesianismo, que por cierto tanto crítica en AMLO, se ve que es propaganda chafa, a la que se le ve la intención de desacreditar al oponente, ir al terreno de las emociones, explotar el miedo que todos traemos adentro acaso, en su paso por la Coca Cola, no aprendió de publicidad. Acaso, los medios que le abren el espacio para decir sus balandronadas, no contribuyen a esta contaminación.
Claro, en el fondo de lo que se trata es desacreditar un oferta política, a la que millones de mexicanos lo ven como la salvación de la nación, que es el contraste con relación a los “mismos de siempre”, la corrupción y la impunidad, no es gratuito que muchos que tienen una posición crítica al tabasqueño terminan admitiendo que frente a lo demás es lo mejor que tenemos como oferta para el 2018.
Estamos entonces en el terreno de la propaganda que busca ir minando la credibilidad de AMLO que se expresa en la intención de voto y de esa manera allanar el camino a las opciones del PAN y el PRI, o sea a lo mismo que hemos tenido con resultados negativos, y en eso personajes como Fox y sus mensajes populacheros atemorizantes pretende meter miedo a los más débiles y que son los que resultan más afectados con las políticas y privilegios del llamado “cambio estructural”.
En definitiva, hay quien dice que AMLO mete miedo a políticos como Fox, creo que sí, han cometido tantos atropellos contra la sociedad que temen rendir cuentas y en particular Fox que es un personaje que hizo una fortuna con dinero público que es patente en una sola de ellas, sus ranchos colindantes de la Estancia y San Cristóbal, una propiedad fastuosa que es inadmisible en un ex Presidente que prometió democratizar el poder de manera de reducir la brecha entre pobres y ricos. Que, además, cobra una pensión vitalicia.
Por eso, además, Fox con su discurso paternalista, suena patético.