Durante la cena, Leticia es la única que no toma Coca-Cola. Antes, dice, ella y su familia se tomaban varios litros al día de este refresco. Hoy, ha decidido por convicción no probarla. El motivo: está en contra de muchas prácticas de la empresa. Ella, madre de una chica lesbiana, sabe que la Coca-Cola enfatiza la idea de una familia conformada por papá, mamá e hijos; que en muchos momentos se opone a la idea de otras estructuras familiares. Pero ésta, es tan sólo una razón. La otra, tiene que ver con su salud.
Al otro día, en el desayuno, de nuevo aparece el envase de dos litros y medio. Se antoja un trago, la botella retornable suda de lo frío que está. Pero Leticia tampoco toma y aunque está consciente de su decisión, se pregunta: ¿El boicot a las marcas o a una empresa, repercuten? ¿No se afecta a los trabajadores? ¿Nos falta organización y logística al momento de hacer un boicot o una manifestación? Ella necesita saberlo para tomar decisiones.
Preguntas, dice el economista Juan Campos Vega, que pocos mexicanos se plantean como consumidores. Campos Vega es investigador en la Universidad Obrera de México y autor de “Acerca de las tareas del sindicalismo revolucionario, opiniones de Vicente Lombardo Toledano”. Piensa que en un país donde las televisoras, los bancos y empresas con gran poder e influencia en el consumo “hacen lo que quieren en México. Incluso, tienen muchas más ganancias que en sus países de origen”.
Luego de dar a conocer la presunta compra del voto del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en complicidad con la empresa de supermercado Soriana, donde diversos testimonios denunciaron que el PRI les ofreció entre dos mil y dos mil 500 pesos, abonados en una tarjeta electrónica, expedida por dicha empresa a cambio de su voto, distintos sectores de la población se manifestaron en contra de dicho ilícito.
Pero además de las empresas que presumiblemente intervienen en procesos electorales, existen consumidores que desde siempre mantienen una postura crítica ante determinadas marcas y empresas. Consumidores que ante la tradición del refresco en los domingos o salida al cine, han decidido tomar otras medidas y no volver a consumir productos que van en contra de su ideología.
LA CULTURA DEL CONSUMIDOR
Andrés Carreño es actor. Enfocado al teatro infantil y al cabaret, su indignación lo rebasa. Sí, lo rebasa porque leer los diarios o los libros, al escuchar a Joaquín López Dóriga en el noticiario de la noche, después del reciente proceso electoral y lo
sucedido con Soriana, ha propiciado que Carreño compagine su carrera actoral con una postura de activismo.
Hace unos días, en las redes sociales, publicó un video donde un grupo de actores y amigos, lo acompañaron a Soriana. “Nos manifestamos con algunos disfraces, pero sin querer entrar en personaje. La idea es que protestemos sin que la gente diga: ‘Ya volvieron éstos con sus obritas de teatro a cambiar el mundo’. Pero sí darle cierto toque, que no sea tan solemne y que además demos a conocer nuestra postura”, cuenta el actor.
Aunque el sorprendido fue él. Primero, cuando los policías le indicaron que no podían protestar afuera del supermercado, pero “sí nos sugirieron afuera del Cinemex del Soriana. De manera tácita, los policías estaban con nosotros”, dice. Sorprendidos también porque frente al cine una señora, enojada e incómoda, les gritó que les dejaran entrar a ver la película. “Nosotros no obstruimos el acceso al cine, pero me impactó porque creí que vivíamos en un país más informado”, y es que Andrés Carreño comienza a utilizar los espacios públicos con ese propósito: informarle a la gente e invitarla a que se una y juntos protesten, pero en algunos casos se topó con pared.
Juan Campos expone: “En México todavía no hay una cultural del boicot. Son pocas las personas que lo hacen y de distintas maneras. Pero a diferencia de otros países, donde se organizan y tienen una logística, propósitos claros, aquí no sucede”.
Por su parte, para Alejandro Calvillo, director del Poder del Consumidor, considera que comienza a existir una cultura de consumidores que exigen sus derechos y piden a las empresas cambios en sus prácticas. “Gente informada y honesta que se convierten en consumidores críticos. Pero todavía falta. Son unos brotes, aunque las redes sociales han cambiado la jugada”, opina.
Afuera de otro Soriana, Alejandra Atzín, de 20 años, estudiante de biología. Junto a un contingente de varias organizaciones y algunos independientes, se manifiestan con pancartas. Dan a conocer sus consignas. Alejandra Atzín cuenta que dicha manifestación pacífica se planeó en una asamblea y a partir de una línea de trabajo.
“Lo hacemos para darle a conocer a la tienda que no estamos de acuerdo con su participación directa en la imposición de Enrique Peña Nieto y también para darles a conocer a los consumidores cuál es el papel que jugó Soriana, para esto damos información a los usuarios y hacemos breves asambleas en el lugar”, además de afirmar que los propios manifestantes se presentan con pancartas y plumones. Ingresan al supermercado, llenan carritos con varios productos, en las cajas dejan la mercancía y salen en silencio. “Algunos empleados nos han apoyado levantando el pulgar”, afirma la futura bióloga y activista.
Volviendo al caso de Leticia, manifiesta en el desayuno que ella ha dejado de ver Televisa y Tv Azteca. “Además casi no suelo ver televisión”, explica. Pero con las manifestaciones a Soriana y el dejar de consumir otros productos, Leticia se pregunta si dichas acciones por un lado sirven para dar a conocer alguna inconformidad, y por el otro podrían afectar a los empleados y sus familias.
El también investigador, Juan Campos, lo desmiente: “No afectan en nada. La gente que labora en esas empresas, a pesar de que tengan un salario bajo, les pagan aunque se hagan estos boicots. Estamos hablando de grandes empresas, transnacionales. Su capital es enorme. Publicitariamente podría tener un impacto, crear conciencia. Pero el impacto económico es menor”.
Para Alejandro Calvillo el boicot tiene su relevancia en cuanto a “que son expresiones que encuentran los consumidores para cambiar las prácticas de una empresa. No es algo nuevo, hay una historia del mundo respecto al boicot y algunos impactos importantes a las empresas”, señala y refiere algunos casos.
BOICOTEOS DEL MUNDO
Era 1787, en Inglaterra. Londres lucía cuadras enteras con magníficas construcciones. Fincas para los blancos y ricos. Muchas de estas edificaciones fueron erigidas gracias al trabajo de los esclavos. Habría que recordar que en esa época, Inglaterra con su dominio naval controlaba el intercambio de esclavos en el Atlántico. Medio millón de esclavos trabajaban 12 horas al día, sin descanso, en las plantaciones azucareras de las indias occidentales de la Gran Bretaña.
Ese mismo año, un grupo opositor a la esclavitud en Inglaterra, ayudados con pancartas, manifestándose en contra del sistema esclavista, poco a poco lograron persuadir a gran parte de la población. Así que en 1792, por lo menos 400 mil personas en las islas británicas se negaron a consumir azúcar cultivada por esclavos. Hasta entonces, dice el escritor y activista estadounidense Adam Hochschild, “fue el boicot más grande que presenciaba el mundo”.
En su artículo, Lazos comunes: no estamos solos, sostiene Hochschild, los plantadores de azúcar y sus cabilderos se sorprendieron tanto cuando la gente comenzó a aglomerarse en la Plaza de la Libertad. Y a pesar del descrédito oficial, aduciendo que con el fin de la esclavitud se dejaría sin trabajo a miles de ingleses, los activistas ganaron. En 1807, se abolió la esclavitud, el mercado que durante décadas levantó mansiones y barrios lujosos.
Otro caso es el de César Chávez, activista de origen mexicano afincado en Estados Unidos. Dos siglos después del boicot azucarero en Inglaterra, brotó un movimiento sindical y campesino, liderado por César Chávez. Las condiciones de explotación y discriminación hacia latinos en los campos estadunidenses, propició que el activista creara, junto a otros colaboradores, la Unión de Trabajadores Campesinos (UFM, por sus siglas en inglés).
Desde 1962 alertó sobre las condiciones de explotación de muchos agrícolas, sobre todo a aquellos que laboraban en el cultivo de la uva. A través de su lucha de no violencia, diversos ayunos que duraron más de 20 días, la famosa huelga de uva en Delano, la marcha de 340 millas de Delano a Sacramento en 1966, la UFM logró que los cultivadores de uva y lograran los primeros contratos para los campesinos. El boicot surtió efecto.
Hoy en México, gran parte de la población mexicana acusa a Tv Azteca y sobre todo a Televisa de imponer mediáticamente a Enrique Peña Nieto. Sin embargo, en 1988 el entonces candidato por el PAN a la presidencia, Manuel Clouthier presidió una protesta multitudinaria contra Televisa. Su eslogan: “No veas Televisa porque no dice la verdad”, acusaba a esta empresa de lo que hoy también se le recrimina: apoyo mediático hacia el candidato del PRI, que en aquellos años fue Carlos Salinas de Gortari.
La protesta de Manuel Clouthier dio frutos, y aunque tarde abrió espacios tanto a él, como al candidato de la izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas. Y no sólo eso, al día siguiente de las polémicas elecciones de 1988, donde se hablaba de fraude, el propio Clouthier apuntaló: Por la que se cayó el sistema de cómputo (sic) fue porque los representantes de los partidos de oposición en dicho sistema, descubrieron un banco de datos ya con resultados, apenas dos horas después de concluida oficialmente la jornada electoral”.
Estos ejemplos, tan sólo algunos, se unen a los más conocidos en algunas otras partes del mundo en contra de las marcas o empresas. Por ejemplo, el 22 de julio de 2007, el Foro Social Mundial declaró esa fecha como el Día Internacional contra Coca-Cola. Denunciaba “las muertes de sindicalistas en Colombia, la financiación del sionismo y de la campaña de George Bush, el robo de tierras en varios países del mundo y los daños a la salud que crea la bebida emblemática de esta multinacional, que es el símbolo del imperialismo”, cita dicho manifiesto dado a conocer en diarios nacionales.
En Berlín, el 25 de marzo de 2003, bares y restoranes en las principales ciudades alemanas retiraron de su menú la Coca-Cola y no recibieron tarjetas American Express, en protesta por la guerra que Estados Unidos emprendía contra Irak. A través de un comunicado por internet, se pedía a los consumidores boicotear 27 empresas estadunidenses, incluidas Kodak y Microsoft. En solidaridad, franceses y suizos, principalmente, se unieron al llamado y dejaron de ir a Starbucks y McDonald´s.
LOS COMPRADORES EN SU LABERINTO
Andrés Carreño dejó de ir a los cines de arte Lumiere, ahora propiedad de Cinemex. No consume Coca-Cola, tampoco productos Bimbo. Sus amigos también van en su misma línea. “No nos organizamos para dejar de consumir tal cosa. Coincidimos en pensamiento y dejamos de ir a tal lugar o comprar tal marca”, dice Carreño, aunque acepta que su celular es Telcel y que tiene contrato con su sistema de cable Dish. ¿Contrariedad?
No, responde Juan Campos: “Vivimos en un país con todas estas empresas”. Andrés Carreño, un poco en tono de guasa declara: “Le digo a mis amigos, que también piensan como yo, que terminaremos en una cueva, aislados de todo el mundo”, y se ríe.
Leticia no, ella decide qué marca sí y cuál no. Va al cine, ve Hollywood, puede tomarse agua embotellada de alguna empresa transnacional, y aún así se pregunta: ¿cómo hacer un boicot eficiente?
Alejandro Calvillo confía que el movimiento Yosoy132 pueda lograr lo que en un principio mantenía con su organización y su postura. “Hay un potencial enorme de consumo social. Ojalá el Yosoy132 tenga la inteligencia para darles dirección a estas expresiones –las del boicot–. Esperemos que no desdibuje el 132, porque en verdad tenía intereses muy precisos”, declara.
Considera también la apertura en las redes sociales. No sólo la radio y las televisoras, principalmente, cuentan con espacios de difusión. Calvillo está consciente de que competir con el nivel de audiencia de los medios masivos es inequitativo, pero cree pertinente que las redes sociales también sean una punta de lanza para comunicarse y compartir información.
“Respecto a que una persona deje de consumir marcas o de ir a ciertos lugares, me parece, no sólo respetable sino lo reivindico. Estamos con el derecho de no dar nuestro dinero a tal empresa. Pero esa decisión personal, por sí sola, no cambiará a la empresa. Sí genera ruido” y también menciona casos tan típicos como apagar los celulares o la luz. Calvillo enfatiza: “Un boicot no se puede hacer con buenas intenciones, sino con planeación. Por ejemplo, cuánto tiempo durará el boicot, qué alternativas le doy a la gente y a las empresas a las que les hago el boicot. Hay que tener objetivos más claros para generar un verdadero cambio”.
Aunque para Juan Campos lo más sobresaliente es que en México no existe una organización de consumidores. Toma como ejemplo la banca y resalta la serie de abusos, intereses altos, comisiones desorbitantes, pagos excesivos por cualquier transacción. Sugiere que se investigue cuántas denuncias se realizan en la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO).
“¿Por qué no hacemos nada? Es que somos consumidores pasivos. Dejamos que los bancos se hagan ricos en nuestro país y no decimos nada. ¿Por qué? Quizá por nuestras raíces de dominación y explotación, porque las grandes cadenas tienen complicidad con las autoridades, por la corrupción, porque las reglas no están claras y nadie las ejerce. Ni consumidores ni autoridad ni empresas. Los empresarios en México están en el paraíso, hacen lo que quieren. Ellos mandan”, concluye Campos Vega.
Andrés Carreño dice que mientras digiere lo que sucedió en las elecciones y lo que hacen las empresas, desea crear un espectáculo para niños donde el tema principal sea el miedo al cambio. En algún futuro podría producir un espectáculo acerca de la falta de ciudadanía y de compromiso social. Mientras tanto, planea otras manifestaciones en la calle. Alternar el escenario del teatro por el escenario de la vida cotidiana.
Mientras tanto, Alejandra Atzín dice referente a las demás movilizaciones que organiza: “Esperamos que más grupos se unan a estas protestas, que se organicen. Se necesita tejer redes de personas inconformes. Creo que si seguimos con estas acciones, el resto de los ciudadanos podrán familiarizarse con la protesta. Porque si hacemos todo esto es porque estamos cansados de tanta barbarie e impunidad”, y lo dice con total convicción.