Nadie discute la necesidad de que los criminales paguen sus cuentas con la justicia. Sean los de cuello blanco o los miembros del crimen organizado y mejor todavía los que están en los dos o más bandos o sea a quienes se les conoce como narcopolíticos o narcoempresarios, lo que se discute y genera preocupación son los eventuales efectos que tienen estas detenciones sobre la seguridad pública de regiones completas.
Y es que, cada vez que detienen líderes del crimen organizado, sus carteles tienden a fragmentarse y cada uno de esos fragmentos busca su propio ámbito de actuación y poder. Ya lo señalaba Edgardo Buscaglia, cuando producto de sus investigaciones sobre el narcotráfico, encontraba frecuentemente que las detenciones en lugar de compactar dividen.
No es casual entonces que así como Los Zetas antes de ser lo que fueron hayan sido el brazo armado del Cártel de Golfo y lo mismo el Cártel Jalisco Nueva Generación del Cártel de Sinaloa.
Y menos que sus modos de operación se separan de lo que en otro tiempo era su rasgo distintivo, se nacía y moría siendo gomero o mariguanero, más adelante exclusivo del trasiego de la cocaína o producción y distribución de metanfetaminas. Existía una especialización que hoy se ha perdido.
Eso ya cambio pues producto de esa fragmentación existen decenas de delitos muy rentables de manera que en la mañana los liberado son robacarros, en la tarde secuestradores y en la noche narcotraficantes. Cada día son menos los que se dedican a una sola actividad. La diversidad es la constante y lo único que las hace similares es su grado de violencia.
Y eso hace más complejo el diagnóstico y su combate porque al igual que los criminales los agentes corruptos están en sintonía con las nuevas rutinas del crimen organizado.
No obstante todo lo anterior, habrá quienes vean en estas detenciones de capos grandes la posibilidad maravillosa de llenar el vacío. De alcanzar ese liderazgo de la organización. Y es lo que lleva a preguntarse ¿quién tomara el lugar que deja Dámaso López?, cómo antes sucedió con la detención de Joaquín "El Chapo" Guzmán, y es que en el mundo del crimen organizado, como en el de la política, no hay vacíos de inmediato se llenan a favor de la continuidad.
Se dice, por ejemplo, que después de la captura de "El Chapo" Guzmán en cautiverio habría dicho a sus captores off record que el “Licenciado” Dámaso sería su relevo. Si así fue, que es de dudar, porque es difícil imaginar que en esas circunstancias de último momento alguien este decidiendo quien lo va relevar lo que además suena a delación. Eso se hace antes para evitar problemas de mando a la organización. Y al parecer no sucedió pues la sola mención desató una guerra entre los “Dámaso” y el hermano y los hijos de "El Chapo" Guzmán.
En Sinaloa, solo en los primeros cuatro meses de este año, costó la vida de 432 personas, 3.5 cada día, 1 cada 8 horas aproximadamente en medio de una exhibición de poder e impunidad sin precedente en el municipio de Culiacán. Solo basta ver el video del cortejo fúnebre en pleno día de Francisco Javier Zazueta Rosales, Pancho Chimal, para darse cuenta del peso específico que tiene el Cártel de Sinaloa y el papel de observadores que se le asigna a las fuerzas de seguridad.
En pregunta expresa a Quirino Ordaz, Gobernador de Sinaloa, si la detención de Dámaso López tendría efectos para el estado obtuvo como respuesta que esperaba “una disminución de la violencia en el estado”. No tenía que ser menos esperanzadora, sin embargo, la experiencia es que una acción de este tipo trae consigo una reacción violenta.
En Sinaloa hay una guerra de baja intensidad desde la última detención de "El Chapo" por el control del Cártel. No hay porque ser tan optimista como el Gobernador. Habrá seguro un impasse para volver a disputar la joya de la corona del crimen organizado. Sea a través del hijo de Dámaso López, el “Mini Lic”, o mediante el proceso expansivo del Cártel Jalisco Nueva Generación.
La guerra no termina con la detención de uno de sus capos. Se redimensiona y se potencian nuevos actores. Sinaloa seguirá en medio de la violencia. Es cuestión de días. Ahora los que deben estar contentos son los hijos de Joaquín "El Chapo" Guzmán con la detención de su enemigo y estarán buscando compartir el liderazgo en el Cartel de Sinaloa con el legendario y escurridizo Ismael "El Mayo" Zambada.
Pero, ya conocemos la historia, que se inicia cuando cae uno de los líderes de cualquier organización criminal -no es por supuesto la que enseñó la película El Padrino, que está predeterminado por lazos de sangre o simplemente que solo lo deciden la elite mafiosa-, sino aquí opera la máxima boxística de “Viva el rey, muera el rey” que no es otra cosa que el relevo. Un relevo más ambicioso y frecuentemente más despiadado. Es el fortalecimiento de una red de criminal que defienden a sangre y fuego sus espacios de influencia, pero no solo eso, desea crecer y diversificarse.
Y es lo que ha provocado, que el descabezamiento de un cártel por modernos Hércules signifique en automático la representación del mito de la Hidra es decir, la reproducción del mal al infinito, a la espera eterna de una estrategia que termine acabando con el monstruo despiadado acuático. Y es que en estados, como el de Sinaloa, el poder del crimen organizado es solo inteligible en la debilidad por la corrupción en las instituciones de gobierno.
Al tiempo.