Diego Petersen Farah
11/11/2016 - 12:03 am
La otra cara del muro
¿Qué pasaría si Estados Unidos realmente sella la frontera? No se acabaría la migración porque, finalmente, les guste o no a las vecinos del norte, la economía estadounidense necesita de la mano de obra mexicana y centroamericana.
Dice Primitivo Rodríguez Oceguera, un investigador y activista de los más saben del tema de migración en México, que terminar el muro no es tan mala idea, más aún, es lo mejor que nos puede pasar en estas circunstancias. No es la primera vez que lo dice y no se está subiendo al tren del mame de Trump; Primitivo lo había hecho público ya desde el 25 mayo de 2006, y su pronunciamiento mereció incluso la frase del día en el New York Times. Rodríguez Oceguera no es político, ni patriotero, es un activista de los derechos de los humanos de los migrantes.
Su argumento es impecable. El muro ya existe: hay mil kilómetros de muro desde San Isidro hasta El Paso; de Tijuana a Ciudad Juárez, si queremos verlo desde este lado. La construcción la comenzó Bill Clinton en 1994, por eso Hillary nunca pudo responder con seriedad a la propuesta de Trump. Antes del muro, a finales de los ochenta y principios de los noventa, cruzar la frontera era muy fácil, pero todo cambió con Clinton. Lo que provocó el muro incompleto fueron dos cosas: Primero, aumentó el precio y riesgo de cruzar (ahora hay que hacerlo por el desierto en medio de temperaturas extremas). Segundo, desplazó a los antiguos polleros y convirtió el negocio del cruce en una rama más del crimen organizado. Desde su perspectiva, México debería de pelear o para quitar todo el muro o para que éste se termine en toda la frontera, porque hoy vivimos el peor de los dos mundos. La primera opción, estaremos de acuerdo, está por ahora, cancelada.
¿Qué pasaría si Estados Unidos realmente sella la frontera? No se acabaría la migración porque, finalmente, les guste o no a las vecinos del norte, la economía estadounidense necesita de la mano de obra mexicana y centroamericana. Lo que se acabaría es la migración ilegal. Volveríamos poco a poco pero necesariamente a un esquema de visado de trabajo similar a lo que fue el programa braceros.
Dentro de lo insoportable y desagradable del discurso xenofóbico de Trump (lo odioso no se le quitará nunca al personaje) hay una parte que puede ser positiva: obligará a todos los actores, mexicanos y estadunidenses a quitarse la máscara. La hipocresía existe de ambos lados de la frontera. En ningún periodo se deportaron a tantos migrantes como con el demócrata y premio Nobel de la Paz Barak Obama; ningún gobierno provocó un problema de derechos humanos como el suyo, pues hay en la frontera casi medio millón de menores, ciudadanos estadunidenses, que fueron desplazados porque sus padres, migrantes, fueron expulsados. Ningún gobierno trata más mal a los migrantes centroamericanos como el mexicano. La extorsión por parte de autoridades de migración y policías locales es el pan de cada día, y cuando no son ellos, los repasan los grupos del crimen organizado, apoyados por autoridades.
Por las peores razones y en medio de las peores noticias, quizá sea momento de repensar completamente el tema migratorio. México tiene que dejar de pensarse como víctima y tomar la iniciativa.
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