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Alejandro De la Garza

31/12/2022 - 12:03 am

El peor de los poderes

(…) el Poder Judicial, las fiscalías, los tribunales, jueces y funcionarios integran un Poder colapsado desde hace años, con una imposibilidad crónica para abrir el número necesario de investigaciones y además incapaz de resolverlas.

“En realidad, todos sabemos de lo incomprensible de ese lenguaje legaloide, diseñado casi específicamente para no ser entendido por el ciudadano (…)”. Foto: Martín Zetina, Cuartoscuro

Este fin de año, el sino del escorpión fatigó las noticias e investigaciones más recientes sobre las incontables anomalías, vicios, falencias y corrupciones dentro del peor de los poderes: el Poder Judicial, el tercero de los tres Poderes de la Unión establecidos en la Constitución. Si contrastamos los poderes Ejecutivo y Legislativo con este tercer poder, responsable fundamental de impartir justicia, perseguir el delito y proteger los derechos humanos, de inmediato observamos diferencias notables: si bien el Ejecutivo y el Legislativo tienen los suyo en materia de contubernios, enredos y “cola que les pisen”, sin duda el Poder Judicial de la Federación (junto con sus correspondientes en cada Estado), es el más tortuoso, elitista, laberíntico, opaco y soberbio. A nadie rinden cuentas jueces, magistrados, fiscales y ministerios públicos más que a ellos mismos y, encima, se consideran una casta superior tan autoritaria como intocable.

El alacrán revisa los escándalos más sonados de la última semana en el PJF: índices gravísimos de nepotismo, una Magistrada como presunta plagiaria de su tesis y un Juez displicente liberando a un ebrio que mató con su auto a un vendedor callejero. Y esta es sólo la punta del iceberg, muestras anecdóticas pero contundentes de la incapacidad o insuficiencia de las acciones de un Poder hundido en prácticas arbitrarias e inequitativas y en conflictos de interés; en resumen, un fuerte olor a podredumbre y corrupción en Dinamarca. El venenoso ya ve a los especialistas de la Libre de Derecho (¿derecha?), del CIDE y el Instituto de Jurídicas de la UNAM —atildados, de corbata y olorosos a loción—, reclamarle su desconocimiento del tema y acusarlo de ignaro en el lenguaje de la litis (¿qué tal el escorpión y su latinajo leguleyo?).

En realidad, todos sabemos de lo incomprensible de ese lenguaje legaloide, diseñado casi específicamente para no ser entendido por el ciudadano de a pie, el denunciante común de algún delito, sometido al abuso de esa jerga prepotente esgrimida con aire de superioridad moral e intelectual por el ministerio público, el fiscal o los abogados, diciéndole al ciudadano en tono de Rey Sol: “El Estado soy yo, y si no entiendes, de cualquiera manera debes someterte porque soy la autoridad”. En cierta ocasión, la mala fortuna del robo de un automóvil de su familia llevó al arácnido a denunciar el hecho ante el Ministerio Público de Naucalpan. El viacrucis fue infernal (y que dios nos coja confesados). Ahí va reptando el alacrán cuesta arriba en el monte Calvario de la justicia de la fiscalía naucalpense, hasta llegar a la cúspide, es decir al momento de pagar por la generosa atención del MP y la colaboración de los judiciales, comprometidos a encontrar el vehículo robado mediante la entrega de algunos miles de pesos de “apoyo al seguimiento de la investigación”. El saqueado alacrán tuvo que pagar hasta el costo de las placas del vehículo robado. “¿Algo más?”, pregunto al MP revisando su desfondada cartera.

Pero estos casos son minucias contrastados con la negligencia de los MP en las circunstancias terribles de la desaparición de una mujer, de los feminicidios, homicidios dolosos y más. Ahí está el verdadero infierno: el esposo iracundo buscando a su esposa revictimizada por la autoridad, unos padres desesperados e impotentes exigiendo la búsqueda de su hija ante la indiferencia ofensiva de los ministerios, los jueces o las policías de investigación. El escorpión ofrece los algunos datos duros del Inegi: la tasa de homicidios en México fue de 28 por cada 100 mil habitantes en 2021, después de alcanzar un índice de 29 durante los tres años previos, su nivel más alto en la historia. Mientras tanto, son 17 mil 776 feminicidios desde 2018, más de 3 mil 500 cada año, 300 al mes, diez al día. El documento añade los delitos más comunes en orden de importancia en 2021: 1) Robo, 2) Violencia familiar, 3) Lesiones, 4) Daño a la propiedad, 5) Amenazas, 6) Delitos contra la salud relacionados con narcóticos en modalidad de narcomenudeo, 7) Fraude, 8) Homicidio, 9) Despojo y 10) Abuso de confianza. De estos delitos, casi la mitad se cometió con violencia.

Por su parte, la organización México Evalúa reporta impunidad en 94.8 por ciento de los casos denunciados en México (sin tomar en cuenta la elevada cifra negra de los delitos no denunciados), como producto de “un sistema que no cuenta con herramientas de priorización ni capacidades suficientes”. Las cifras varían si vienen de una ONG privada, civil o de organismos oficiales o públicos, pero la diferencia no es siquiera significativa, entre el 90 y 94 por ciento de los delitos en México quedan impunes. “¿Y el Poder Judicial? Bien, gracias por preguntar”. En México, en 2020 existían 11 fiscales, nueve peritos y 14 policías ministeriales en promedio por cada 100 mil habitantes. El mismo informe destaca las principales causas de la elevada impunidad: “las defensorías públicas y las Comisiones Ejecutivas de Atención a Víctimas no cuentan con las condiciones para hacer contrapeso a las fiscalías, reciben pocos recursos y carecen de apoyo para desarrollar su propia investigación o para contar con análisis periciales propios”.

Para el alacrán es claro: el Poder Judicial, las fiscalías, los tribunales, jueces y funcionarios integran un Poder colapsado desde hace años, con una imposibilidad crónica para abrir el número necesario de investigaciones y además incapaz de resolverlas. Añádase a lo anterior el incremento de la muy polémica prisión preventiva oficiosa. ¿Y el Fiscal General de la República? Misterio, apunta el venenoso al estilo Ibargûengoitia. También habría que hablar de los abogados y sus cuestionables prácticas, pero como hacerlo exigiría el doble de este espacio, el escorpión finaliza con un comentario del litigante de un bufete tan adinerado como famoso: “Este invierno hace tanto frío, que los abogados están metiendo las manos en sus propios bolsillos”.

@Aladelagarza

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

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