ENTREVISTA | El lugar humano es el lugar donde hay memoria y hay emoción: Manuel Rivas

31/12/2016 - 12:05 am

El gran escritor español visitó la Feria Internacional de Guadalajara, donde mantuvo una de esas charlas reposadas y profundas con nuestro entrevistador, el también escritor Jorge Alberto Gudiño. Habló de ese frecuente e insano oficio de cerrar una librería y donde los libros, como seres que tienen su historia, “me interesaban más como personajes que como paralelepípedos”.

Ciudad de México, 31 de diciembre (SinEmbargo).- Sentarse a platicar con Manuel Rivas implica entrar en una cadencia diferente, la de las charlas reposadas y profundas. El ritmo de su enunciación es de los que consigue envolver, crear un escenario que se aísla del entorno. Es hablar holgado, a sabiendas de que cada una de sus palabras tiene una densidad específica, la misma que alcanza a la perfección para ir configurando un mundo que se sitúa justo sobre la línea que separa la ficción de la realidad; si es que esa frontera es tal.

Por esa razón no resulta extraño toparse, de nuevo, con una novela alrededor de los libros. El último día de Terranova parte de una idea triste, al menos para quienes aman a los libros: una maravillosa librería está por cerrar. Una librería que no sólo se ocupa del comercio de los ejemplares sino que, también, ha cumplido una función más política a lo largo de las décadas. En ella se podían encontrar libros prohibidos por el régimen. También artilugios extraordinarios que bien podrían acercarla más a un gabinete de las maravillas que a un simple expendio. Preguntarle a Manuel por las razones que lo llevan, de nuevo, al tema, es entrar a los dominios de las palabras.

“Los libros son seres vivos. El escenario central de la novela es una librería que tiene por nombre Terranova, que en su interior tiene una psicogeografía: tiene tierra escondida, donde están los libros prohibidos, tiene su cámara estenopeica, tiene trasatlántica, tiene un laberinto mágico… y los libros, en este caso los libros me interesaban más como personajes que como paralelepípedos. Son seres que tienen su historia, a veces han atravesado el océano, vienen de otras partes donde hay emigración y exilio, y también son personajes que tienen su piel, su lomo, tienen el peso de la vida, de las adversidades, tienen heridas, y también son portadores, evidentemente, de esperanza. Son de los mejores portadores que puede haber. Yo introduciría ese matiz: sí, están los libros, pero están como parte de la naturaleza.”

Manuel Rivas, destacado autor español. Foto: efe
Manuel Rivas, destacado autor español. Foto: efe

–¿Y la librería? ¿Y Terranova?

–Es una librería de librerías. Y, a veces sí, se parece a mi librería ideal. En sitios muy diferentes tengo la sensación de que “aquí hay una Terranova”. Lo que sucede es que Terranova también tiene sus metamorfosis. Se va adaptando al propio lugar como la buena arquitectura, pero lo importante es esa condición de lugar. Creo que en el mundo una de las contraposiciones que vivimos es la del lugar y el deslugar. A veces estamos en sitios muy habitados, muy construidos, con enormes edificios y grandes superficies y no tenemos la sensación de estar en un lugar humano. Esa idea de que, cuando estamos ahí, somos prescindibles. En cambio el lugar humano es el lugar donde hay memoria y hay emoción. Es el lugar en el que, como ocurre en estas buenas librerías, sabemos que somos iguales; que somos iguales y que, además, nos escuchamos. Y somos iguales no sólo entre nosotros. Esta condición de igualdad también se da con los libros. Somos iguales con los autores y autoras que los escribieron. Ellos también forman parte del lugar. De alguna forma saltan de los estantes, salen de sus rincones y están en la atmósfera, están ahí. Convivimos con ellos y también convivimos con los personajes que están dentro de los libros. De tal manera que en el lugar humano podemos abrir una tertulia con Ulises y con Falstaff y con Madame Bovary tranquilamente.

–En contra de lo que se podría creer, el origen de Terranova no encuentra sus razones en la voluntad de un erudito, un amante de los libros, un librero en forma. Por el contrario, sus orígenes están más relacionados con las coincidencias, con esos avatares que, extendidos, también forman parte esencial de lo novelesco.

–Terranova nace gracias a los ahorros de un marinero de Galicia. Este hombre, antes de marchar en lo que va a ser su última marea, le pregunta a los hijos qué quieren ser (porque él ya sabe, no lo cuenta, que tiene dentro un bicho, una enfermedad que es la tisis, la tuberculosis). La hija, Comba, para su sorpresa, le dice que quiere ser librera. Entonces dice el marinero, pues si yo nunca entré a una librería. Se da cuenta de que nunca ha entrado a una librería, nunca en su vida ha abierto un libro, y dice: “vamos a ver, las librerías”. Va el día antes de marchar y se queda fascinado. Y ya cuando está en el mar, en esas circunstancias extremas en que para que no se congelen las manos y los pies tienen que irse pinchando con agujas, este hombre lo que está soñando es con una librería.

–Crear dicha librería no ha sido una labor sencilla. Como se puede colegir, tanto su fundación como el resto de su vida, han estado arropadas por decenas de anécdotas. Pequeños trazos con los que Manuel Rivas consigue crear un lienzo complejo, plagado de detalles que le confieren una densidad propia de las novelas exigentes. Por esa razón, en la novela también cabe el asunto social. Esa crítica que se relaciona con nuestros tiempos. El cierre de Terranova, ese cierre, no es sino una constatación de que los valores de nuestro mundo han cambiado. A veces hasta da la impresión de que el consumismo ha terminado con más cosas que la guerra.

–El libro arranca con lo que podría ser un final. Arranca con un letrero fatídico: “Liquidación final de existencias por cierre inminente”. La expresión máxima de la derrota está ahí. Para el librero es una derrota de la humanidad. Él lo que vive es el acecho inmobiliario porque ya no hay más estos lugares humanos. Antes se podían encontrar estas zonas de convivencia, un lugar donde ensayaban jóvenes una obra de teatro, estos lugares están cada vez más expropiados por el poder económico e inmobiliario. Lo que avanza ahí es el imperio del vacío, como lo llama el personaje. Es el deslugar apropiándose de los lugares humanos, remplazándolos. El tipo de amenaza a la que se enfrenta ahora, tras haber soportado las guerras, corresponde a leyes naturales del mercado.

Leer El último día de Terranova implica adentrarse a un mundo de emociones. Las primeras, como una suerte de collage que nos llevará de la aventura fantástica en altamar a la tristeza por el inminente cierre. Las otras, porque Manuel Rivas ha mantenido un compromiso con el lenguaje que no siempre se ve con los escritores. Un compromiso consistente en saber valorar el peso de cada una de las palabras para producir un efecto específico. El mismo que, a la larga, permite que los lectores duerman tranquilos. Es cierto, una librería ha cerrado. Sin embargo, se conservan todas sus lecturas, todo el tránsito que hubo dentro de ella; sus personajes, sus historias, sus olores y su vida. Ese lugar humano no ha hecho sino extender sus ramas para todos los que consiguieron habitarla. De ahí que leer esta novela no signifique sólo adentrarse en esta librería sino, también, habitar un poco todas las que nos han marcado a lo largo de nuestra vida. Escribir, pues, sus historias.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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