EL RENACIMIENTO DE PABLO ESCOBAR GAVIRIA

31/12/2012 - 12:00 am

La serie “Pablo, el patrón del mal” revivió a una de las figuras más controvertidas de la Historia reciente. El guión está basado en una biografía elaborada en 1997 por el exalcalde de Medellín, Alonso Salazar

Alonso Salazar Jaramillo. Foto: http://www.sospaisa.com/

Después de 11 años de publicado, La Parábola de Pablo –una biografía de Pablo Escobar Gaviria- ha vuelto a los estantes de Latinoamérica y se ha colocado en los primeros lugares de ventas.

Pareciera que el fantasma del capo más célebre anda otra vez por aquí o que acaso, jamás se fue. En parte, este renacimiento figurado se debe a la serie “Pablo, el patrón del mal”, de los guionistas Juan Uribe y Camilo Cano, que en estos días es transmitida por la cadena Caracol en Colombia, y que ya ha sido vendida a otros países.

Con una inversión de 130 mil euros por cada día de grabación, es el programa más caro que se ha hecho en aquel país. ¿Por qué todo este esfuerzo para hacer rondar de nuevo al fantasma de un narcotraficante? “Es que el fantasma de Escobar es el que nos ronda” –dice Alonso Salazar, el autor de la biografía.

Este hombre, nacido en 1960 entre montañas inexpugnables, a tres horas de la localidad llamada Pensilvania, siguió como detective los rastros de Escobar Gaviria. De lo que dejó tras su muerte. Así transcurrió 1995. Los relatos de sicarios, cocineros, sirvientes, la madre y otros familiares llenaron las líneas de sus libretas. Viajó por el mapa en el que Escobar no sólo operó, sino que vivió y gozó. Siguió la pista de los rumores. Los descartó o los corroboró. Luego, se dio dos años para redactar.

El autor se graduó como comunicador social por la Universidad de Antioquia en 1989. El Periodismo lo llevó al intestino de Medellín. De la ciudad envuelta en violencia surgió su primer libro No nacimos pa´ semilla en el que intentó descifrar las intenciones y los sueños de los niños sicarios. El paisaje de rudeza no cambiaba con trabajo social y Periodismo. De modo que Salazar quiso ser político. Se lanzó como concejal, pero no fue electo. La experiencia lo unió a Sergio Fajardo, un matemático sin partido que se propuso ser alcalde de Medellín. Salazar se unió a su campaña con el manuscrito de La Parábola de Pablo bajo el brazo. Fajardo se convirtió en alcalde en 2004 y Salazar en secretario de Gobierno. En enero de 2008, el mismo Alonso Salazar asumió como alcalde de Medellín. Bajo su mandato, la ciudad intentó despojarse del rótulo de “la más violenta del mundo”. Si alguien conocía a ese flagelo y sus tentáculos en esa ciudad de poco más de dos millones de habitantes –la segunda más poblada de Colombia, después de Bogotá-, era él. Pero la política tiene avatares. Algunos conocidos, otros sorpresivos. Unos, poco gratos.

El alcalde fue suspendido e inhabilitado durante 12 años por participación indebida de política en febrero de 2012. Había denunciado ante medios de comunicación que grupos al margen de la ley obligaban a votar por el entonces candidato Luis Pérez, a quien él había derrotado en 2007. Aníbal Gaviria ganó la elección. Se dijo que Salazar lo apoyó desde la alcaldía. El fallo de la  Procuraduría General de la Nación fue contundente: determinó que existió constreñimiento. “Salazar decidió influenciar el proceso electoral y filtró información a los medios de comunicación”, expuso el órgano en su resolución.

Alonso Salazar vive hoy en ciudad Bogotá. Desde ahí, en estos días, levanta el celular para dar entrevistas sobre la biografía de Pablo Escobar Gaviria, la que vuelve a estar disponible en los anaqueles de las librerías latinoamericanas. A este sitio digital le responde por correo electrónico, una vez que la comunicación por celular se interrumpe y él admite que ya no hay crédito. Se sabe, por diferentes publicaciones colombianas, que sus horas las pasa en la elaboración de sus memorias como alcalde de Medellín, esa ciudad que llama “Paraíso”.

– ¿Qué método de trabajo trazó usted para que al final, le quedara un Pablo Escobar humano; no un héroe, no una víctima, sino un hombre?

– No presenté sólo una mirada del capo, sino las  versiones diversas que de él se tienen en esta sociedad. Desde luego su familia que lo defiende y lo justifica, y habla de algunas de sus bondades; gentes del pueblo que lo admiran porque alguna vez recibieron un beneficio o porque les  gusta ese héroe capaz de desafiar poderes. Como ya sabemos, sectores marginales tienden a esa empatía con una mezcla de la cultura popular religiosa, pagana y fetichista. Oración, carnaval y muerte.

– ¿A este tipo de “malos”, como Pablo Escobar, se le puede atribuir una labor social plausible con los oprimidos de los pueblos latinoamericanos?

– La labor social de Pablo Escobar hace parte de su mitología. Construyó trescientas casas e iluminó diez canchas de futbol en barrios populares. Por lo demás lo único que hizo fue financiar su ejército de muerte compuesto en buena parte por jóvenes de barrios populares.

– ¿Qué significó la madre del narcotraficante Pablo Escobar en toda esta historia?

– Cuando en la sociedad se llega a periodos de crisis moral, de relativización de valores compartidos, la familia debe ser una instancia reguladora, esto funciona por las leyes de lo inconsciente y por lo explícito de la formación. En la familia Escobar había una madre, que fue maestra, y era una figura muy fuerte. Dominante. Y un padre campesino de bajo perfil y ausente. Doña Hermilda, la mamá de Pablo Escobar, era portadora de un mensaje  para sus hijos, en el que era importante cumplir objetivos, ser pudientes aunque hubiese que flexibilizar la moral. Esa es la huella de su madre, que además lo acompañó hasta el último momento de su agonía.

– ¿Le parece que la telenovela o serie “Escobar, el patrón del mal”, abrió heridas en Colombia o es el momento de revisar la Historia reciente porque el país ya ha madurado con suficiencia?

– Esas series son polémicas. Tienen demasiada historia de dolor, de intereses, de incoherencias. En lo personal creo que la serie tuvo buen estándar de calidad y se preocupó por dar lugar a las víctimas y a quienes lucharon contra Escobar.  A quienes dicen que esto mitifica yo les digo que el mito ya está, y nos avasalló. Quizá estas series ayudan a desmitificar. La imagen de Escobar derrotado, huyendo, delirando, creo que nunca había sido vista.

– ¿Qué puede salvar a las ciudades más violentas del mundo como Medellín en Colombia, o Culiacán y Ciudad Juárez en México? ¿La cultura renacida sobre las cenizas del narcotráfico como ahora lo propone Medellín?

– Pregunta difícil.  Debemos entender que la lucha pasa en una parte substancial por la cultura. No es derrotar a un narco. Es crear nuevas sensibilidades, nuevas estéticas en sectores excluidos y marginalizados, la lucha por la moralidad pública.

Queda el debate de la despenalización de las drogas. Si se diera ese paso ayudaría mucho.

Foto: http://artistascineytelevision.blogspot.mx/

– Hay que sacudirse de los estereotipos que nos condenan. No ganamos mucho con repetir  lo mismo. Hay que inventarse otra manera de narrarse y crear relatos sociales que ganen audiencia. En Medellín lo hemos logrado relativamente. No hay milagros. Solo lucha tesonera.

–¿Aún existen en Medellín los “no nacimos para semilla?” ¿Qué fue de ellos y cómo vive hoy esa generación?

– Por desgracia la llamada cultura del no futuro pervive y se extiende por las urbes latinas  de norte a sur. Quizá la diferencia es que  en este  nuevo milenio hay respuestas sociales más organizadas. Algo se ha asimilado.

– ¿Qué batalla considera usted que fue la más dura durante su mandato como alcalde de Medellín?

– Convencer a los jóvenes que la oferta que teníamos para ellos era más válida que la paga por el crimen.  A veces no es sólo un problema de recursos, está a prueba la capacidad de seducción para un estilo de  vida proactivo.

 – Se distinguió usted por librar luchas contra las mafias de Medellín, no precisamente las del narcotráfico. Durante su gestión se detuvo al llamado Cebollero, de la Central de Abastos; por ejemplo. ¿Qué se ganó con ello?

El narcotráfico se ha entremezclado con casi todo los fenómenos de alta criminalidad. Y tienen una gran capacidad de cooptación de espacios institucionales y significativos para la sociedad.  Si la sociedad y el Estado no los enfrentan se paga un alto costo. Pero son victorias que sólo se pueden mantener con constancia.

Foto: http://mimundosantafe.blogspot.mx/

La cuestión es que el entrelazamiento del poderes políticos tradicionales y poderes mafiosos es muy fuerte. El denunciar el apoyo de las mafias a una campaña política produjo esa inhabilidad. ¿Valió la pena?  – me preguntan. Yo digo que no haría otra cosa distinta en las mismas circunstancias.

Ahora, quienes como en mi caso, no somos políticos de profesión, tendremos que seguir entendiendo que las cosas definitivas se deciden en el campo político. Hay que perseverar.

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