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Gustavo De la Rosa

31/10/2017 - 12:01 am

Metida de pata internacional

Otra vez la equivocada política internacional de México nos mete en un conflicto totalmente ajeno. Aunque la crisis por la independencia de Cataluña (con su capital en Barcelona) de España ha sido un proceso histórico muy largo y serio, queda claro que si más de 90 por ciento de los catalanes que votaron lo hicieron […]

Dependerá de los españoles y los catalanes buscar y encontrar la forma de resolver este histórico conflicto de convivencia. Foto: Francisco Seco, AP

Otra vez la equivocada política internacional de México nos mete en un conflicto totalmente ajeno.

Aunque la crisis por la independencia de Cataluña (con su capital en Barcelona) de España ha sido un proceso histórico muy largo y serio, queda claro que si más de 90 por ciento de los catalanes que votaron lo hicieron por la separación del país ibérico significa que algo están haciendo mal las autoridades de aquella nación.

La sensación de que Barcelona aporta mucho más al reino de España de lo que recibe es un sentimiento generalizado en las zonas industrializadas y más desarrolladas del resto de la región ibérica, y la zona se percibe a sí misma como la última colonia de Madrid, y todas las colonias aspiran a la independencia.

Desde los sesenta los norteños de México y chicanos que viven en los estados del suroeste de Estados Unidos hemos alimentado el sueño utópico de reconstruir el país originario: La Gran Chichimeca, que se dividió artificialmente por la frontera en 1848. Ese país originario va desde Texas hasta California y desde Baja California hasta Tamaulipas.

En la lucha por reconstruir este país, Aztlán, murieron varios activistas; en aquellos años enfrentamos a las policías de ambos lados y hubo quienes pensaron no sólo cuáles serían las fronteras sino los principios sobre los que funcionaría esta nación, poblada por mexicanos mestizos y que además reconocería la soberanía originaria de los pueblos prehispánicos que recorrían de cabo a rabo la gran pradera y montañas de esa región.

Logramos formar organizaciones y grupos que giraron en torno al sueño del nuevo país, libre de las decisiones absurdas que se toman en los escritorios de la capital de México y de Washington que afectan diariamente a los que vivimos en medio del desierto, pero estas acabaron por agotarse.

Ahora renace la idea y, aunque hoy gira en torno a la separación y autonomía del Estado de California, es defendida por miles de trabajadores que se esfuerzan día a día y que ven cómo lo que producen es aprovechado políticamente por quienes ocupan las sillas presidenciales y sus grupos de socios y amigos.

Por este sueño, que a veces crece y otras veces casi desaparece, comprendemos la dimensión de lo hecho por los catalanes; ellos no sólo lo mantuvieron vivo por siglos, sino que probaron tanto con estrategias armadas y violentas, y con la lucha republicana. Si lográramos lo que ellos, que en una votación 90 por ciento de los electores apoyaran la independencia, nuestros políticos temblarían mucho más de lo que la tierra tembló el 19 de septiembre.

Los españoles pueden tener muchos argumentos para sostener que Cataluña forma parte de España pero, aunque pueden ser válidos e históricamente justificados, la nación ahora se encuentra ante un problema viejo que le hace crisis y que afecta a los seres humanos que viven tanto en el centro de la península ibérica como en el norte del Mediterráneo. Dependerá de los españoles y los catalanes buscar y encontrar la forma de resolver este histórico conflicto de convivencia.

Precisamente por esto, porque hemos entendido que la independencia de Cataluña es una crisis que sólo los españoles pueden resolver, México en otros momentos (durante la época de Cárdenas por ejemplo) habría evitado tomar parte en ese asunto acudiendo al principio “todos los pueblos tienen el derecho a la libre autodeterminación”, contenido en el artículo primero del Pacto Internacional de los Derechos Económicos Sociales y Culturales de la Carta de los Derechos Humanos.

Por eso pregunto, ¿qué demonios andan haciendo la Secretaría de Relaciones Exteriores y Peña Nieto declarando por adelantado que no reconocerán a la nación catalana? ¿Qué va a pasar si España sí la reconoce? ¿México cómo queda? El problema va creciendo.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.

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