María Rivera
31/08/2023 - 12:01 am
Era Xóchitl
“Más temprano que tarde descubrirán que renunciaron a lo único que tenían y que los diferenciaba de Morena, para convertirse en su patiño”.
Es Xóchitl, porque es Xóchitl. O sea, no importa, querido lector: era, es y será Xóchitl. Si para conseguirlo el frente opositor tiene que ir evidenciando la simulación democrática, qué se la va a hacer. Ora sí que ya ni modo. Romper sus propias reglas, hacer que los candidatos se retiren para que, pues, no haya competencia alguna. Así nomás.
La candidata que es “un fenómeno” no puede ganarle a ningún contrincante por la buena. De hecho, no puede ganar, ni por la buena ni por la mala, sencillamente no puede, ni debe, competir. Los titiriteros que mueven los hilos fueron bajando de la contienda uno a uno para que la “ganadora” gane. Un ridículo mayúsculo. A la última que queda, ya la descarta el presidente de su propio partido ¿puede haber una “competencia” más cupular y fingida? Imposible.
Es más o menos el colmo que quienes hacen estos chanchullos tengan el descaro de acusar a la contienda de Morena como una simulación; ni la burla perdonan, la verdad.
Adelantan los resultados de unas encuestas que ahora lucen sencillamente inverosímiles como una desesperada maniobra para apuntalar a la elegida y tratar de obligar así a Beatriz Paredes a renunciar antes de una consulta que podría evidenciar que su “fenómeno” es un mero fenómeno de propaganda política. Vacía como una fuente vacía. Ya podemos escuchar el guion que le escribieron “las encuestas no me favorecen, por el bien de México bla bla bla”. Tienen miedo de que su teatrito caiga estrepitosamente. Es tan escandaloso el show que el presidente del PRI decía el lunes que las encuestas no favorecían a Paredes mientras, en ese preciso momento, las encuestas estaban levantándose…
Es Xóchitl, porque es Xóchitl, han de repetir como un mantra sus patrocinadores del frente. Claro, el asunto es que, pues, ya todos nos dimos cuenta de la simulación democrática de su payasada. Disculpe usted que la califique así, pero no podemos referirla de otra manera. Es una payasada hacer una contienda que no es una contienda, es una payasada lanzar por los cielos a una candidata como ganadora, que no puede ya no digamos ganar, sino competir contra los suyos, es una payasada que quiere pasar por ejercicio democrático.
En realidad, es como si ese grupito de hombres poderosos que deciden en ese batidillo de intereses que es la oposición prianista estuviera jugando a hacer política y no supiera, ni le interesara cómo hacerla. Vamos, ni guardar las formas más elementales de la simulación. Ah, ¿qué las reglas que inventamos no favorece el resultado que determinamos desde antes? Ah, pues es muy fácil: cambiamos las reglas. A ver, tú Fulanito, me vas bajando a todos, me adelantas las encuestas, apuntalas el resultado ¿competencia, cuál competencia?
Pero este show, querido lector, con todo y su patetismo es muy útil, en realidad, para conocer las entrañas de una oposición que no es partidista, sino un mero vehículo para empresarios poderosos de este país que quieren volver a gobernarnos a todos, o a robarnos a todos. Otra vez. Porque hay que reconocer que poder sí tienen, para mangonear a sus prestanombres en el Frente. Lo han hecho desde hace mucho, acostumbrados a que los políticos, que debieran trabajar para todos, los sirvan a ellos y a sus intereses mezquinos. La adulteración de la función del político y del sentido de lo público, es palmaria. Qué indignidad de todos los políticos priistas y panistas que se prestaron a jugar ese papel, de patiños de una candidata que no tiene mayores virtudes, salvo ser la elegida de unos cuántos. Está ahí la evidencia de “su amor por México”, nítida e incontrovertible.
Pero esta puesta en escena, le decía, es muy útil porque además nos deja ver quién es Gálvez, qué tipo de política es: ni tarda ni perezosa se prestó a esta simulación democrática más propia de una lucha vecinal que de una contienda presidencial. No le tembló la ética ni tantito cuando sus contrincantes, con apenas días, comenzaron a declinar para que ella se quedara sola jugando a que había contienda; se prestó feliz al batidillo, se vistió con el disfraz que le inventaron, y jugó el juego que crearon para ella, sin pestañear. Es el producto, qué digo producto, es el títere agradecido que sabe que no tiene méritos sino patrocinios ¿quién acepta participar en una contienda que no es una contienda sino un tinglado? ¿quién que realmente tenga aspiraciones para gobernar un país acepta “ganar” una candidatura sin ganarle a nadie? ¿quién sabiéndolo se atreve a enarbolar discursos como si hubiese ganado? Ah, querido lector: el pri. Sí, el alma mater de la política en México. Estamos frente a una escena rocambolesca, muy familiar, donde todos saben lo que está ocurriendo, pero todos convienen en no decirlo: todos juegan su papel en el teatro del ridículo. Todos aplauden. Esa es la cultura que está detrás de este batidillo y que representa la candidatura de Xóchitl Gálvez.
Y no hay que subestimarla. Ni a la cultura de la simulación priista ni a los titiriteros que mueven los hilos. Tampoco a una política frívola y deshonesta, sin carrera real y sin méritos. Alguien que es capaz de simular que gana algo que no ganó, como se pone una botarga de dinosaurio, no tiene ética. No, nadie debería subestimarlos porque a pesar de la ridiculez de este partido de futbol donde los jugadores se salen dejando solo a un jugador para que meta gol con la ayuda del árbitro, está el dato de que los dueños de frente opositor no tienen escrúpulos y su títere, tampoco. Son un peligro real porque representan todo eso que durante décadas le hizo daño a este país, en estado puro: ya sin partido, ni formas, ni proyecto, vamos, hasta sin retórica. Si en algún momento alguien pudo creer que representaban una opción “democrática” y por lo menos pulcra para México, este batidillo despierta a cualquier ingenuo.
Esta debacle opositora lo que revela es lo siguiente: no entendieron nada del fenómeno del lopezobradorismo. Creyeron que era una prenda, una forma de hablar, un origen. Un populismo, nada más. Miopes, no entendieron que el lopezobradorismo es y fue un movimiento social que representó para la población una esperanza de revertir las injusticias de quienes gobernaron este país y hoy quieren regresar camuflados en los huipiles de Xóchitl Gálvez. No entendieron nada, está visto. Por eso, creen que necesitaban a una política “diferente”, capaz de empatizar con la masa que votó por López Obrador. En suma: decidieron ofrecer un batidillo como opción que al menos se pareciera a lo que ellos creen que significa el movimiento social que llevó a la izquierda al poder.
Mala decisión, sin duda. Más temprano que tarde descubrirán que renunciaron a lo único que tenían y que los diferenciaba de Morena, para convertirse en su patiño. Los ayudarán a conservar el poder muchos, muchos años. Se lo merecen, querido lector, porque ya no representan a nada ni a nadie salvo a sí mismos, actuando en un teatro vacío.
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