Viaje de hongos

31/08/2012 - 12:02 am

 

No por nada al mes de Agosto le dicen Hongosto en ciertas latitudes. Aquel en que la lluvia intensa y un poco distraída por estos cambios climáticos no falla y riega nuestros bosques como si se despedazara el cielo sobre nosotros. Si tenemos tiempo, podemos tomar un par de días para ir a la campiña o a la montaña, a un espacio libre de humo, con excepción del que emana del asador. Florecen pequeños brotes de colores adornados por grandes hongos en los lugares de campo. Públicos y privados, la mayoría de la población tenemos acceso a alguno de estos, si es que las avorazadas inmobiliarias y los correspondientes presidentes municipales no hacen sus chanchullos.

Ahora bien que de viajes, hay varios tipos. El último que hice en Agosto fue a Guadalajara a ver a la familia. Y para entrar al condominio donde viven mis progenitores desde hace 21 años fue como si me hubiera comido un hongo alucinógeno. Filas y filas de personas formadas. Los hombres con herramientas de trabajo, o en coches que portan cal, cemento, plantas o algún tipo de material que será el arreglo de la mansión de la “señora.” Y digo mansión porque comparados con el tamaño de la casa de un mexicano promedio, los metros cuadrados salen volando… y sobrando.

Mi madre y yo ya lo habíamos detectado. Fuimos los primeros en poblar lo que se convertiría en un valle que no tiene nada de “Real”. Con el paso de los años, la policía cambió de bicicletas a carritos de club de golf, y adquirieron unas camionetas tipo las de gobierno para cualquier incidente. Supongo que el presupuesto creció por el incremento de familias “notables” y uno que otro asesinato por negocios sucios en las respetables casas.

Al lado convive otro fraccionamiento también apellidado “Real” o “Dorado”, si no me equivoco, donde no aceptan a personas que hayan tenido en su pasado una mancha. Un divorcio, sangre judía, afro americana o cualquier otra mácula a ojos de la Dorada Inquisición les impiden el registro. Como en los tiempos de la Santa Inquisición, los investigan.

He sido testigo por pláticas de sobre mesa, que cuando un conocido de un conocido quiso entrar, los detectives “dorados” lanzaban incisivas preguntas a los pequeños críos de la pareja esperanzada por entrar al condominio: ¿Y dónde comen tus papis el fin de semana? ¿Y a dónde vas de viaje? Ya sabe, los niños y los borrachos no mienten, y supongo se les hacía impropio alcoholizar a los futuros habitantes del condominio, así que decidieron esta sutil estrategia.

De entrada me parece que los condominios o fraccionamientos privados deberían estar prohibidos por ley. Cerrar una calle y pedir identificación para entrar ¿no es un poco denigrante? Pero la aspiración a vivir más seguros, en estos tiempos de narco bloqueos, tiroteos y colgados, pareciera un camino lógico. Que nuestros niños o primos jueguen en paz. Que mi esposa se sienta segura en casa. Que mi marido puede correr por el camellón sin temor a ser secuestrado.

También quizás influye en la psique. Pertenecer a un núcleo cerrado nos hace sentir tranquilos. Dicen por ahí que tener un hijo y comprar una casa son dos de los motivadores más importantes en la vida de un ser humano. Tener una casa amplia, de dos pisos de preferencia, en un fraccionamiento en los suburbios significa un gran esfuerzo para muchos, el clímax de la vida: ser propietario de tu cachito de tierra y llenarlo de chilpayates para dejar la huella de tu camino en este mundo.

El punto que objeto es si de verdad los fraccionamientos y las aspiraciones aunados a la reproducción y compra de tierra, son consecuentes con lo que tenemos: millones de condominios que ofrecen una vida exitosa, fabulosa, representados con espectaculares de familias que no encarnan la fisionomía del mexicano promedio. Todos güeros y perfectos. Creo que hasta el olor de suavitel me llega cuando paso enfrente de alguno de estos.

Así que no, cuando cruzo la vía de “Residentes” y miro hacia mi lado derecho, el de “Visitantes”, esa fila de señoras y señores, de coches que parecieran hormigas interminables no es un viaje de hongos del tipo que ves alucinaciones estilo el fantástico mundo de Alicia en el País de las Maravillas. Es un viaje a la versión mexicana de Wisteria Lane. Es un cruce por una de las tantas fronteras de nuestra realidad nacional.

 

@mariagpalacios

http://marianagallardopalacios.wordpress.com/

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