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Tomás Calvillo Unna

31/03/2021 - 12:02 am

Javier Sicilia a diez años del Cáliz

Tus palabras poeta de la fe, en la arena política, dislocan los discursos y pocos, muy pocos las entienden.

Las manos del poeta. Fotografía Isolda Osorio

Para quienes resisten desde el dolor más profundo de las entrañas de la nación y con heroica dignidad sostienen la palabra cargada de rebeldía, como emblema de la razón de ser, ante el crimen, la complicidad y la indiferencia de una clase política ciega, sorda y muda. Para las y los poetas cuyas voces han acompañado al MPJD, con el bálsamo de sus versos que alumbran en la larga noche estas huellas de la conciencia.

Tus palabras poeta de la fe, en la arena política, dislocan los discursos y pocos, muy pocos las entienden; no captan desde donde pronuncias el mundo; muchos continúan atados a sus pesadas lápidas ideológicas; no comprenden los signos de tu quehacer: los trazos de la trascendencia entre los estertores del poder….

He aquí algunas líneas sueltas de tu silenciada poesía:

Soy del hombre que cuelga en esta tarde
el clavo de su mano, la derecha;
soy la lanza, la punta que lo acecha,
en su carne el flagelo que más arde;
soy el madero y soy de aquel judío,
que muere con la tarde, su lamento,
sus llagas soy, su sed, su amargo aliento,
su purulenta sangre y su vacío;
soy la plebe que yede y con su salva
de befas lo contempla en esta hora
que es la sexta, la hora más amarga,
la terrible, la oscura, la que embarga.
Soy lo peor de su muerte ayer y ahora,
soy su sangre vertida que me salva.
(Viernes Santo II, VIGILIAS)

 

La nave ya ha varado y en la cala,
Noé ve a la paloma que regresa
con la brizna de yerba y seca el ala.
Todo está bien ahora y todo empieza,

mas la forma del Arca no ha parado,
su arquetipo en la noche de las cosas
continúa su viaje desolado:
hay otras tempestades dolorosas

que el hombre habrá creado en su anatema,
tempestades de fuego, no de agua.
Eso lo narra Juan en un poema
terrible y poderoso cual la fragua.
(Fragmento de El Arca no varó en el Ararat, VIGILIAS)

 

No es distinto buscar al dios
que de pronto encontrarlo en los rasgos amados.

Tan cercano estaba,
tan próximo a nosotros,
que pasamos ante él sin darnos cuenta,
como si sólo el dios habitara en el cosmos,
en el nocturno espanto de una revelación
donde no hay pausa alguna
sino el terror del ser inabarcable.
(Fragmento de El Otro, Tríptico del Desierto)

 

Y entonces hubo el ruaj sobre la nada,
sobre ti lo dijiste,
el pneuma respiraste
-un decirse de sí sobre sí mismo,
una articulación que al nombrarse devuelve,
en un exacto espejo,
su belleza extendida hacia sí mismo-
y lo que está en él se hizo afuera:
claridad de la luz,
espejo de mil formas,
jerarquías, umbrales,
puentes, escaleras,
pasadizos del verbo hacia sus labios,
que irradian su belleza y se ordenan en él,
como si el dios se hubiese retirado en su palabra
para hacerse presente
(Fragmento de Atmósfera, Tríptico del Desierto)

 

Empobrécete toda, Hija del Hombre,
y no guardes del dios idea alguna,
porque una idea sería demasiado;
empobrécete toda, hasta ser nada,
porque sólo en la nada el hueco del amor se hace
visible,
porque sólo en la nada el hueco del amor,
porque sólo en la nada,
en el brillo desnudo de la nada.
(Fragmento de La estría en el yerno III¸ Tríptico del Desierto)

 

Y levantándose partió hacia su padre
(Tumayo siya at tumungo sa kanyang ama)

En invierno volvimos
mitad atados
medio libres también
regresamos a casa

junto a las flores rotas
entre restos de cena están las migas
los olvidados coros de la noche
perdidos en la juerga

nada hay
nadie hay
donde nos aguardabas
y serviste la cena
sino la larga esclusa de esta noche
y la delgada estría de tu estancia
arrancada a la ausencia
en medio del desastre:

un fragmento de pan
y los restos del vino.
(Época-Panahon II, Desde la otra orilla)

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