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Jorge Alberto Gudiño Hernández

31/01/2015 - 12:03 am

Mis amigos de Fb

Según Facebook, el promedio del coeficiente intelectual de quienes son mis amigos en esa red social supera los 130 puntos. La medición del IQ no me encanta, me parece que existen mejores formas de entender y evaluar a la inteligencia que una cuantas preguntas sobre temas muy específicos. Sin embargo, llama la atención lo inteligentes […]

Según Facebook, el promedio del coeficiente intelectual de quienes son mis amigos en esa red social supera los 130 puntos. La medición del IQ no me encanta, me parece que existen mejores formas de entender y evaluar a la inteligencia que una cuantas preguntas sobre temas muy específicos. Sin embargo, llama la atención lo inteligentes que son mis amigos.

         Al margen de todas las discusiones que han existido en torno a las diferentes formas de medir la inteligencia, lo cierto es que muchos evaluadores han optado por la escala de los 100 puntos presentada hace ya más de un siglo. Es cómoda, funciona y se puede adaptar a la forma de una Campana de Gauss. La clave del asunto está en esos 100 puntos. Es la media, el promedio, pues. La inteligencia “normal”, lo que sea que signifique eso. Aún más, sólo entre el 2 y el 3 por ciento de la población está arriba de los 130 puntos. Y casi todos mis amigos de Fb lo están.

         Eso es un motivo de orgullo indiscutible, concluyo no sin cierta soberbia. A fin de cuentas, los amigos también definen a la persona. Así pues, quien tiene amigos tan inteligentes es, casi por fuerza, alguien del mismo nivel.

         El desencanto llega pronto (y eso que no hice la prueba, no fuera a ser que obtuviera una calificación lamentable). Mezcladas con las pruebas de inteligencia, llegaron varias andanadas de publicaciones en la red social. Todas provenían de diferentes tests. Tras verlas, me enteré de varias cosas. A saber: que, de haber sido escritores en otras vidas, varios serían Shakespeare, por decir lo menos; que, de ser una estrella de Hollywood, ellas serían Angelina Jolie y ellos Brad Pitt; que, de haber sido un personaje histórico, varios de mis amigos habrían sido Gandhi y, otros tantos, Napoleón (jamás podré reunirlos). Y las listas seguían… y siguen.

         Confieso que muchas veces me he sentido tentado por esos tests, tanto los de inteligencia como los que plantean hipótesis inviables. La tentación está alimentada por las mismas motivaciones de mis amigos, supongo: mucho tiempo de sobra, curiosidad, demasiado estrés o la necesidad de ocupar cada segundo de pensamiento libre para no enfrentarnos con nosotros mismos. Hasta ahora, he sabido resistir. No es porque sea fuerte ni mucho menos. Al contrario, he resistido porque sé que, si caigo, luego no podré dejarlo.

         Así pues, no me intrigan las razones por las que se practican esos juegos, puesto que no son otra cosa. Me intrigan, en cambio, los motivos que llevan a mis amigos a compartir los resultados. Y me intrigan mucho. ¿Qué suponen que alguien, por ejemplo yo, piensa cuando ve que determinada persona tiene un IQ de 165, debería vivir en Dublin, ser un príncipe o Afrodita, haber sido Sócrates y, al mismo tiempo, un personaje de Beckett? Más aún: ¿creen que mi forma de relacionarme con esa persona cambiará dada esta nueva información? ¿Se han dado cuenta que, en la mayoría de los casos, todos estos tests sólo arrojan resultados positivos?

         Como no he podido responder a mis preguntas, las dejo en la palestra. Para que no se ofendan mis amigos, sepan que prefiero a las personas que son que a las que podrían haber sido. Algo más: no soy un viejito amargado. Entiendo bien el componente del entretenimiento que todo esto implica pero es un vicio en el que me rehúso a caer. A diferencia de otros, éste no me ofrece nada placentero. Así que, por esta ocasión, paso sin ver ni probar.

Sé que, quizá, ésta haya sido la más trivial de mis colaboraciones. Fue propositivo. Ya no sé cómo pronunciarme ante el horror y los desatinos que se siguen acumulando en el país. Valgan mis palabras anteriores como un breve remanso para quien lo necesite. Yo mismo lo necesitaba.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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