Para las personas con discapacidad, los obstáculos de siempre. La línea dorada se convirtió en una isla: dentro hay accesibilidad, pero ésta se pierde al transbordar. Ello se vive con creces desde una silla de ruedas
Todo es nuevo en la Línea Dorada o línea 12 del Sistema Colectivo de Transporte Metro. En las estaciones recién abiertas todavía se percibe ese olor a nuevo, la pintura está impecable y se siente ese frío de cemento fresco. Da la impresión de estar en perfecto orden y los usuarios, que aún exploran cada rincón, se mueven con respeto. Se puede percibir cómo leen atentos cada cartel que se encuentra en alguna de estas modernas estaciones que aún no son invadidas por el comercio ambulante (y está la promesa de que no llegará). En los vagones se escucha música tipo lounge en vez de los tradicionales pregoneros con su música popular.
Una voz femenina va anunciando también el nombre de la siguiente estación, una adecuada medida de accesibilidad para personas con discapacidad visual. Eso sí, la Línea 12 no es territorio Telcel o de alguna otra compañía de telefonía celular, pues no hay señal en los andenes o en los vagones, como en otras líneas del Metro.
Hicimos un recorrido por las 20 estaciones que van de Tláhuac a Mixcoac y sí, la accesibilidad se hace presente. Desde que en la entrada de las estaciones hay rampas, elevadores y guías Braille.
Los paneles con señalización en Braille están a más de 1.50 de altura del piso, algunas más bajas, pero no hay uniformidad. Hay guías táctiles de color amarillo para ser usadas por personas con bastón blanco para orientarlas hacia los andenes y las salidas. Pero tendremos que hacer el recorrido con un usuario con discapacidad visual para verificar su funcionalidad.
Lo que es de agradecer es que hay baños públicos en cada estación. Cuesta tres pesos, el acceso es automático, aunque hay alguien que ayuda a los usuarios. Los baños son amplios y hay un cuarto que cumple con las medidas para usuarios con discapacidad motriz.
En cuanto a los trenes, pude observar también que los vagones son más amplios pero, ahí va el primer dato: no hay muchos lugares marcados como reservados para personas con discapacidad o de la tercera edad, y como suele ocurrir, los que hay, van ocupados por alguien que no los necesita. Hay que decir que adelante, en cada carro hay dos asientos abatibles y con cinturones de seguridad para sujetar a dos personas en silla de ruedas. Aunque no parecen muy prácticos.
Pudimos observar también que si bien hay accesibilidad dentro de las estaciones, al salir de éstas, la realidad se hace presente y quienes tienen alguna discapacidad física se enfrentan a los obstáculos de siempre: banquetas irregulares que dificultan el acceso, obras viales sin concluir, cruceros peligrosos, además de que son pocos los lugares en lo que hay semáforos parlantes.
Durante el recorrido observamos a adultos mayores y personas que usaban bastón, andaderas, muletas y sillas de ruedas y me di cuenta de que aun con la accesibilidad del lugar, la cultura de respeto y consideraciones hacia ellos es mínima, estas personas iban de pie mientas los demás viajaban cómodamente sentados.
BAJAR EN 20 DE NOVIEMBRE: UNA AVENTURA
Nos llamó la atención que en la estación Hospital 20 de Noviembre, un punto importante de esta ruta porque facilitará el acceso a este centro que cada día es visitado por cientos de personas, muchos con movilidad reducida, el elevador que permite entrar desde la calle a los torniquetes del metro aún no está terminado, de manera que los usuarios con discapacidad física que quieran entrar, aún deben ser apoyados por algún buen samaritano. Y quien sí pudo entrar en otra estación con su silla de ruedas, al llegar al Hospital no pueden salir.
Seguimos viajando y nos encontramos con Julio y Karime, quienes pertenecen al Movimiento Vida Independiente y estaban también verificando la tan prometida accesibilidad de la Línea Dorada con colegas de un diario nacional.
La primera falla, dijo Julio, la noté desde que hice el transbordo en la estación Zapata desde la línea Indios Verdes-Universidad . “Las dos últimas son las mismas de hace años y tengo que seguir brincando escaleras y esquivando obstáculos”. Pero en la nueva estación Zapata “el problema es para entrar al vagón, pues el tren no está a ras de piso –a la misma altura del andén- y hay una gran separación, por lo que tienes que hacer la silla hacia atrás y dar un pequeño salto”.
Seguimos avanzando y Karime comentó sobre los dos asientos abatibles en el primer carro: “Hay dos asientos que pueden hacerse hacia atrás para que ahí se coloque la persona en silla de ruedas y se sujete con un cinturón de seguridad, pero, hubiera sido más funcional si la orientación para atar el cinturón hubiera sido lateral como el resto de los asientos (pegados a la pared del vagón) y no vertical. Nosotros, Julio y yo, tenemos fuerza en el tronco y podemos estabilizarnos pero si algún usuario no la tiene y el metro frena, simplemente se lastima”.
Entre la relajante música lounge y la atención de los usuarios por la explicación que daban Karime y Julio, seguimos viajando hasta llegar a la estación Parque de Los Venados, en la que el pasado 30 de octubre las autoridades realizaron la inauguración.
El personal nos explicó que para cuidar que no haya un abuso en el uso de esta ayuda técnica, cada elevador tendrá una cámara lobby de reconocimiento, que será vigilada desde dentro de la estación para sólo dar acceso a quien lo necesite y no a quien sí pueda entrar por las escaleras. Aquí la cuestión que surge es, como comentó Julio con el asunto de las llaves, si habrá siempre alguien detrás de la cámara para autorizar el acceso.
En ese momento Julio dijo: “Pues yo no tengo problemas, si la escalera eléctrica funciona puedo bajar por ahí”. Sin embargo, Karime quien no tiene la misma experiencia, estaba un poco temerosa de bajar por ahí. Luego de meditarlo, dijo: “Está bien, pero me ayudas Julio”. Así lo hicieron y de repente cuando Karime y Julio iban por la escaleras aparecieron dos “ángeles”, dos jóvenes con chalecos color anaranjado con la leyenda de Red Ángel que de inmediato corrieron a ayudar a la joven y lo mismo ocurrió cuando regresamos al andén, personal de seguridad se acercó a Julio para preguntarle si necesitaba ayuda para entrar. Pero Julio les pidió que lo dejaran maniobrar solo. Luego nos comentó que en cinco años que ha sido usuario del metro nunca se había acercado el personal del transporte para ayudarlo, “pero ahora que vienen ustedes con las cámaras sí se aparecen.”
Al finalizar este tramo del recorrido, Julio habló así de su experiencia en la nueva línea: “Si hablamos de accesibilidad, hablemos para quién fue. Si fue para una persona de pie está perfecta, pero si fue para una persona en silla de ruedas, faltan muchos puntos. Valdría la pena saber quién dio luz verde para esta accesibilidad y sería bueno que desde una silla de ruedas o con los ojos vendados (en caso de quienes usan bastón blanco) hiciera un recorrido y se percataran de la accesibilidad. Yo invitaría también (a los funcionarios) a que hicieran un transbordo en silla de ruedas de la línea 12 a la línea verde y vieran si hay accesibilidad”. Esto, en relación a que con todas sus novedades, la Línea Dorada se vuelve una isla de accesibilidad que se termina en los puntos de transbordo, donde siguen los obstáculos de siempre.
Para que la línea sea accesible, señala Julio, “no es sólo contar con elevador o escaleras eléctricas, sino que funcionen, tomar en cuenta que los vagones o trenes estén a la altura del piso. Para mí la línea quedó igual que todos los metros, es la misma infraestructura. En cuanto a los elevadores ojalá sean funcionales porque si el guardia que tiene la llave para el elevador no está, resultará igual de inaccesible que los demás. Los que estamos en Vida Independiente sabemos movernos por la ciudad, pero los usuarios del Metro no sólo son de nuestro equipo, también hay adultos mayores, personas amputadas y cientos de discapacidades y no porque nosotros brinquemos un escalón –que lo sabemos hacer- significa que todos pueden hacerlo”.
Al término de esta entrevista, Julio dejó un mensaje a los encargados de diseñar la accesibilidad en esta línea del metro: “Que no visualicen las cosas como cuando se camina, sino desde la perspectiva de tener una discapacidad. Dicen que si se quiere aprender a montar, se monte en un caballo, lo mismo digo si quieres conocer sobre la discapacidad, vívela un poco y con esto no digo que la tenga sino que la visualice un poco más y que hagan bien su trabajo”.
