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Divorcio: la fractura del amor que desde el cambio de siglo satura los juzgados en México

20/06/2016 - 12:02 am

Los 42 juzgados familiares del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal se han vuelto microcosmos del repunte de la fractura del amor, un fenómeno observado desde 2000, cuando las parejas mexicanas empezaron a separarse ante jueces con una tasa anual promedio de 5.8 por ciento cuando en 1990 esa cifra era de 4.3. No sólo llegó la alternancia política. La esperanza de vida se incrementó en 1.1 años. Y los conceptos de existencia, bienestar, amor y sexo viraron. Hoy, cada día, en promedio, los jueces reciben 35 mil casos, a veces por demandas de divorcio, a veces por cuestiones relativas a esa figura jurídica como la custodia de los hijos. No es nada fácil. En el camino hay fantasmas permanentes. El miedo al futuro, el dolor en el presente y la desesperanza por todo son los más señalados en los consultorios y en los despachos de abogados. Porque el divorcio encarna un trauma inevitable. Pero también una esperanza de otra vida.

                       

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El empoderamiento femenino es un factor que ha influido en el incremento de divorcios en México. Foto: Shutterstock

Por: Linaloe R. Flores y Alejandra Padilla

Ciudad de México, 20 de junio (SinEmbargo).- Frente al edificio de Bellas Artes o alrededor de la Plaza Juárez de la Ciudad de México, las filas para ingresar a cualquiera de los 42 juzgados de lo familiar del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal (TSJDF) son una crónica fiable de un cambio de cifras observado en México desde 2000, cuando cambió el siglo: el incremento del divorcio en México. Como lo indica el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi), mujeres en sus 37 años y hombres en sus cuarenta acuden ante los jueces para disolver sus relaciones de amor que años antes habían concretado en matrimonio. Cada día, en promedio, los jueces reciben 35 mil casos, a veces por demandas de divorcio, a veces por cuestiones relativas a esa figura jurídica como la custodia de los hijos, a veces por la disputa de bienes.

Con su pesada carga –una de las mayores del mundo, según sus propios datos-, estos juzgados se volvieron microcosmos del repunte de la fractura del amor. Cuando cambió el milenio, las parejas mexicanas empezaron a separarse ante jueces con una tasa anual promedio de 5.8 por ciento cuando en 1990 esa cifra era de 4.3. No se trata de una Estadística fría y que sirva sólo como medición de un cambio. Psicoterapeutas, sociólogos y abogados reconocen que la incidencia del divorcio en México se debe a la gestación de nuevas formas de relaciones y una mayor capacidad de los mexicanos para romper vínculos malos, lo que ocurre tanto en parejas homosexuales como heterosexuales. A ello se añade la emancipación de las mexicanas. Aunque aún con sombras en la equidad de género, la presencia femenina en los centros laborales como en el poder gubernamental influyó como un factor en el crecimiento de la separación legal.

En 2000, en México, no sólo la alternancia política interrumpió los 71 años que llevaba el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder. Los conceptos de existencia, bienestar y amor viraron en mucho porque la esperanza de vida se incrementó. El Inegi dio 77 años para las mujeres y 72 para los hombres. Para ambos géneros era de dos años menos. Después, un estudio de la Universidad de California, advirtió que la violencia generada por la Guerra contra las drogas en 2006, tiró tal expectativa y le restó cinco años. Pero el divorcio continuó con su ritmo. Y  cuando llegó 2013, más de 108 mil parejas mexicanas pusieron fin a sus matrimonios sólo en ese año, lo que alcanzó el pico más alto hasta ahora en las cifras del Inegi. Se trata de un panorama que para los especialistas consultados ya no tiene reversa.

ES ASÍ: EL DIVORCIO ES UN TRAUMA

Porque en este camino hay fantasmas permanentes. El miedo al futuro, el dolor en el presente y la desesperanza por todo son los más señalados en los consultorios y en los despachos de abogados. El divorcio encarna un trauma inevitable. Martín García Beltrán, fundador de BuenDivorcio recibe en una oficina del Centro Histórico de la Ciudad de México. De las paredes cuelgan litografías de El Quijote. Ha completado más de una década en la atención a casos de separación no sólo en el ámbito legal sino emocional. Su oferta para sus clientes incluye un “coaching de vida” y no sólo la asesoría y el trámite legal.

El abogado no logra separar las palabras divorcio-trauma. “El divorcio siempre resultará traumático. Es un shock, una ruptura, una pérdida. Si las pérdidas se ponen en orden de nivel de gravedad, primero está la muerte de un ser querido y en segundo lugar, el divorcio. Y es que los seres humanos decimos, puse en tus manos mi vida. Mi proyecto está en ti. Grave error, pero eso es lo que pasa”, expone.

Si se consideran las cifras, son miles de mexicanos que han pasado por este pasaje. El año pasado al TSJDF ingresaron 280 mil 786 demandas de divorcio a los juzgados. Arieth de la Torre, especialista en Derecho Familiar en Despacho Ortiz Rubio Legal, expone que esta saturación de trabajo vuelve aletargado al proceso de divorcio y entonces, más traumático de lo que por sí es.  ¿Qué le espera a estas personas? ¿Viven la experiencia en lo individual o puede decirse que la sociedad misma la padece? La psicoterapeuta Teresa Díaz de la Universidad Panamericana responde que todo sucede  “una era de malestar amoroso”. Describe el problema de manera gráfica: “La gente llega desolada porque atribuye a la pareja o a ella misma el fracaso de la relación”.

Teresa Díaz explica sobre lo primero que escuchan de ella esos pacientes. “Lo primero que hago es contextualizar. Las cosas han cambiado tan rápido y en tan poco tiempo. Todo lo que la humanidad cambió en millones de años ocurrió en el siglo XX y la primera década del XXI. Es decir, en 110 años. El ser humano está parado en una realidad nueva a través de la tecnología, los derechos humanos, la situación de la mujer y los avances científicos. Hay, de repente, otra manera de abordar y ver la vida”.

Asesorado por Félix Palavicini y Luis Cabrera, en 1914, el entonces Presidente Venustiano Carranza expidió la Ley del Divorcio Vincular. Desde entonces, los mexicanos pueden divorciarse. En total, en en el país hubo 21 causales de divorcio contenidas en el artículo 267 del Código Civil Federal. Algunas eran, entre otras: el adulterio, el hecho que la mujer diera a luz a un hijo concebido antes de celebrarse el contrato, la propuesta del marido para prostituir a su mujer, la incitación o la violencia hecha por un cónyuge al otro para cometer algún delito; padecer sífilis, tuberculosis, o cualquiera otra enfermedad crónica o incurable; padecer enajenación mental incurable y la separación de la casa conyugal.

En 2008, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) legisló la figura del divorcio incausado o exprés. Y a partir de entonces, en la Ciudad de México, ambos cónyuges o cada uno por su lado pudieron promover su separación jurídica sin tener que brindar las explicaciones tradicionales. Este cambio fue un boom. Un análisis del despacho Ortiz Rubio arrojó que en 2014 la tasa de divorcios de este tipo se disparó 50 por ciento en la capital del país, lo que significó el deseo irreversible de las parejas para separarse. La modificación se replicó en el país. En febrero de 2015, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió que cualquier persona en la República que deseara divorciarse puede hacerlo sin tener que argumentar una causa: bastará que lo pida.

Con todo, persisten dos tipos de divorcio: uno es el llamado exprés o incausado y otro el de separación de cuerpos. En el de separación de cuerpos, el cónyuge que no desee romper el vínculo puede solicitar al juez que se suspenda la obligación de cohabitar con su pareja, según se prescribe en el artículo 277 del mismo código, y el juez, con conocimiento de causa, puede decretar esa suspensión.

Ahora, ¿por qué se divorcian los mexicanos? Esas respuestas no pasan a las estadísticas oficiales, pero García Beltrán, director general de BuenDivorcio dice: “Las razones son económicas, competenciales, de violencia, injerencia de los familiares en la vida de la pareja y la infidelidad”.

La emancipación femenina, la presencia justa de las mujeres en los centros laborales también ha influido. Los abogados responden que a sus despachos son más las mujeres las que llegan para solicitar información o con la decisión firme de entablar el divorcio. Arieth de la Torre de Ortiz Rubio Legal no duda en brindar como causa principal del incremento en la cifra de divorcios la fortificación del papel de las mujeres en la sociedad. “Antes, las familias las amenazaban. Se les decía que no podía haber una divorciada en la familia. Incluso en la pareja, los esposos advertían con quitarles a los hijos si se divorciaban o no darles nada (de dinero)”.

En cuanto a la igualdad socialitaria o de género dentro de los matrimonios, el panorama no es luminoso por completo. La psicoterapeuta Teresa Díaz expone que sobrevive el resabio que “la mujer vive por y para el hombre”. Y el director de BuenDivorcio ve las inquietudes de hombres y mujeres como un fotógrafo detrás de un angular. Por una parte, está la crisis económica que obliga a las parejas a contrastar sus competencias porque por necesidad o por ejercer su derecho a desarrollarse, la mujer sale a trabajar y a veces gana más que el hombre. Por el otro, está el choque cultural de los mexicanos. “¿Cómo va a ganar ella más que yo?” En ese despacho de BuenDivorcio, lo que han dejado los testimonios es que aún no se evoluciona hacia hogares equilibrados.

García Beltrán expone: “El avance se da en ciertas parejas muy pro y vanguardistas. En la clase alta definitivamente no se ubica esta igualdad. El hombre es el proveedor del dinero. La gente de mucho dinero tiene cinco o seis hijos. La mujer se dedica a ser mamá profesional. En las bajas sucede algo parecido. Es la clase media la que es más abierta”.

EL AMOR TIENE NUEVAS FORMAS Y HAY GRANDES ESPERANZAS       

Todo esto ocurre en un contexto mundial en el que el amor ha pasado por muchos conceptos, consideraciones y análisis. En los cincuenta fue concebido como el instrumento necesario para la reproducción; en los 50 y 60, la expresión de la libertad; en los 80 una actividad de alto riesgo por la aparición del VIH, y hoy una práctica libre y saludable si se toman las debidas precauciones.

Adriana García Andrade, del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, describe que el amor ha abierto la óptica de los cambios en la sociedad a través de las relaciones de pareja. Hoy, dice la observadora, el amor se desgrana en discursos; por ejemplo, subsiste el de la Cenicienta de “vivieron felices para siempre”, pero a la vez están otros de vanguardia y algunos más que aún reproducen la desigualdad de género.

Para la psicoterapeuta Teresa Díaz, amor y sexo están vinculados en el sentido de que “antes el sexo no era tan importante porque el hombre y la mujer tenían que estar juntos por los hijos. Hoy, si la parte pasional se ve trastocada, la gente se siente con la autoridad o el derecho de buscar algo mejor. Se trata de una sociedad sexualizada”.

Añade: “Antes, la gente se casaba porque se tenía que casar, porque no había otra forma de sobrevivir, porque la reproducción era central en la sobrevivencia de las personas. Una familia sin hijos era una familia que no tenía muchas oportunidades. Los hijos eran mano de obra. La mujer valía por su capacidad reproductiva y si no era fértil, no servía para nada. Una mujer que no formaba parte de los bienes de un varón era un estorbo. Las relaciones de pareja les convenían a las familias para ampliar sus tierras, para intercambiar bienes y sostener un estatus de clase y raza”.

Vencidos o no esos preceptos, hay algo que cabe menos en los matrimonios: el engaño. Dice el director de BuenDivorcio: “Ahora hay una situación más diferenciada. Tú no tienes por qué ser infiel. El matrimonio implica fidelidad, reciprocidad, equidad y dice la ley que el matrimonio implica igualdad. Tenemos que ser parejos, iguales. Y esto no significa que si tú me engañas, yo te engaño”.

Pero hoy por hoy, la construcción del amor es una de las más vulnerables. “El amor se convierte ahora en algo central. En encuestas, la gente nunca responde que se casaría por otras razones que no sea amor; sin embargo, el amor es mucho más frágil que ciertos contratos”, agrega Teresa Díaz.

Al final, los especialistas consultados hablan de que el amor es un tema político. En su concepto está contenido el bienestar de los individuos y de la sociedad. Teresa Díaz propone: » Hablemos de amor, señor Presidente; hablemos de amor, futuros candidatos”. García Beltrán sostiene que la conceptualización errónea de este tema desde los medios ha abonado con la violencia doméstica, pero también a nivel nacional. El Inegi muestra que el divorcio en México va en aumento.

 

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