Entrevista

Los capos son apenas jugadores... los verdaderos narcos están libres, dice Carmen Boullosa

25/06/2016 - 12:03 am
Desde la década de los ’40, el Estado mexicano había ayudado a controlar el sistema de plazas para los narcos, pero llegó la cocaína con su baño de dinero y el Estado ya no pudo controlar al narco. Al contrario, el narco controló al Estado. El narco sobornó al Estado. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo
Desde la década de los ’40, el Estado mexicano había ayudado a controlar el sistema de plazas para los narcos, pero llegó la cocaína con su baño de dinero y el Estado ya no pudo controlar al narco. Al contrario, el narco controló al Estado. El narco sobornó al Estado. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

“Los capos, a quienes a veces se les ha dado más importancia de la que en realidad tienen, son apenas uno de los jugadores”, dice la escritora mexicana, autora junto a su esposo Mike Wallace de Narcohistoria: Cómo Estados Unidos y México crearon juntos la guerra contra las drogas

Por Sergio Ramos  

Ciudad de México, 25 de junio (SinEmbargo).– La relación entre México y Estados Unidos en materia de drogas ha sido cambiante.

La postura del gobierno mexicano hacia las medidas prohibicionistas y persecutorias impuestas a toda la región ha variado desde la rebeldía nacionalista de los presidentes herederos de la Revolución, hasta la abierta sumisión de los gobiernos neoliberales.

Sin embargo, doble juego siempre estuvo presente: por un lado, la aceptación de las medidas impuestas por Estados Unidos, por el otro, la regulación interna, por debajo de la mesa, de capos y organizaciones criminales que hacían de México uno de los principales surtidores de marihuana y amapola de Estados Unidos.

Con la caída del PRI en el 2000 toda esa estructura se derrumbó. La alternancia no sólo posicionó a otros partidos en los gobiernos locales, también reordenó el mapa delincuencial en México con capos que cada vez eran más poderosos que el Estado, que ya no reconocían al Estado como su garante, sino como el enemigo al que hay que corromper con dinero o vencer con las armas.

La novelista y poeta Carmen Boullosa (Ciudad de México, 1954) y el historiador Mike Wallace (Nueva York, 1942) se dieron a la tarea de documentar la historia de cómo Estados Unidos y México crearon juntos la guerra contra las drogas que hasta el momento, de acuerdo con varias estimaciones, ha dejado alrededor de 80 mil muertos.

Narcohistoria (Taurus, 2016) es un libro ambicioso en el que la corrupción, la doble moral, los prejuicios sociales y raciales tienen tanto protagonismo como los narcos mismos.

“Este libro quiere delinear un contexto general para la prolongada noche de violencia por la que pasa México. Aprehender la extensión o naturaleza de la llamada ‘guerra contra las drogas’, porque también ésta necesita un contexto para ser comprensible; tampoco es explicable si sólo nos concentramos en escrutar, a partir del 2006, el período en el que por lo regular se la confina. La última década tiene un largo y complicado trasfondo que necesita situarse en el siglo pasado (1914-2016), del que el presente mexicano es el sanguinario desenlace”, dicen los autores en el boletín de prensa distribuido por la editorial.

“Organizamos este libro de la siguiente manera: primero hacemos un recorrido por un siglo de relaciones México-EEUU, situando el comercio de drogas y los intentos por reprimirlo, en el contexto de las más amplias transformaciones políticas, económicas e ideológicas vividas por ambas naciones. Después, detallamos la guerra contra las drogas de la última década, cuando el tsunami de violencia empantanó a México. Y concluimos con algunas ideas de cómo México y EEUU podrían escribir algunas páginas nuevas en sus historias respectivas y en la conjunta. En particular, sugerimos que la rabia despertada por el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y la subsecuente decisión de los mexicanos de buscar cambios fundamentales estarían mejor dirigidas no sólo a la indispensable reconstrucción de su sistema político, económico y judicial, sino también a terminar con el régimen de criminalización de un siglo, el cual creemos que es en gran parte responsable de la situación actual”, agregan.

Décadas de políticas fallidas en México. Foto: Especial
Décadas de políticas fallidas en México. Foto: Especial

ESCRIBIR UN LIBRO A CUATRO MANOS

–¿Cómo es el proceso de escribir un libro a cuatro manos?

–Este proceso fue bastante peculiar. Mike conoce muy bien la historia de los Estados Unidos, sobre todo la relacionada con la violencia. Yo había estado leyendo bastante sobre el narco porque tenía la intención de escribir algo al respecto. Primero quise escribir un ensayo para el ojo americano en el que iba a explicar lo que estaba pasando en México, sobre todo en lugares referenciales como Tijuana, Acapulco o Ciudad Juárez. Estaba tratando el tema desde 2006 y no me acababa de hacer sentido. Me regresé hasta el 2000, con la caída del PRI, pero entonces descubrí que desde el periodo de Ernesto Zedillo se habían mandado tropas a Tijuana. Entonces dije, a ver, qué pasa aquí, y seguí retrocediendo hasta el periodo de Miguel de la Madrid y descubrí más cosas. Este asunto lo conversaba con Mike de manera obsesiva a la hora de sentarnos a comer. El primer libro de Mike es Historia documental de la violencia en Estados Unidos, de 1970, escrito con Richard Hock, quien ganó dos veces el Premio Pulitzer. Desde entonces, él ha seguido de cerca este tema y de alguna manera estaba siendo mi maestro en la investigación. Terminé una primera versión y aquello todavía no cuajaba. Se la leí en inglés a Mike y me respondió que no tenía pies ni cabeza y que había que contar la historia de los dos países porque mi ensayo era solo un pedazo del gran rompecabezas. Para Mike el asunto de México era ya una obsesión. Empezó a venir muy seguido desde 2002 y le tocó ver los cambios, el cambio en la conversación, el cambio en las noticias, el cambio en la percepción, el cambio en los lugares que podíamos ir y a los que no. Decidimos que el libro tenía que ser en orden cronológico puesto que nos habíamos propuesto contar una historia y lo armamos por décadas. Empezamos a pintar los puntos: qué pasó aquí, qué pasó acá, sin resolverlos. Mike ya tenía puesto el chip y empezó a leer cosas de México y a mandarme material y pilas de libros y artículos. Él escribía del lado gringo y yo escribía mi parte mexicana. Para Mike era clara la línea en los Estados Unidos: el asunto de la criminalización de las drogas, el racismo, primero contra los chinos con el pánico amarillo, luego contra los negros, después en 1930 contra los mexicanos y la marihuana que, paradójicamente, no es una droga mexicana porque llegó con los españoles.

–Cuando escribías el libro, ¿nunca pensaste que te metías en un terreno pantanoso, en algo ajeno a la literatura, del cual probablemente no ibas a salir bien librada tomando en cuenta la cantidad de investigaciones que se han publicado sobre el tema del narco y las drogas?

–Absolutamente. Cuando el baño de sangre empezó en México mi primera reacción fue escribir un libro de poemas: La patria insomne (Hiperión, 2011). Lo siguiente que hice fue editar una revista online en los Estados Unidos de autores literarios que tocaban el tema. Después edité otra sobre violencia en América Latina enfocada en México. Fue entonces que pensé escribir un ensayo personal explicando mi idea de México. Y luego, platicando con Mike, el libro se desarrolló de otra manera.

Los Zetas son personajes lógicos adentro de este horror. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo
Los Zetas son personajes lógicos adentro de este horror. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

REBELDÍA NACIONALISTA Y LA FRANCA SUMISIÓN

–Háblanos sobre estos cambios que es posible registrar leyendo tu libro sobre la relación entre EEUU y México en materia de drogas. Las facetas van desde la rebeldía nacionalista, la cooperación con cautela, la franca sumisión…

–Ha sido un ping pong interesante. Y un ping pong con una tabla trucada porque la mesa siempre favorece las jugadas americanas. Pensemos que sería un ping pong en el que de aquel lado son tres jugadores y de este lado hay uno. Aunque tal vez la proporción es un poco todavía mayor de aquel lado considerando lo que es el poder económico de los Estados Unidos. Nuestro jugador del lado de acá a veces ha sabido rebatir…

–El caso de Lázaro Cárdenas…

–Sí, el caso de Cárdenas, aunque primero hay que mencionar a Plutarco Elías Calles (1924-1928), que en un principio trató de repeler la política estadounidense aunque después también declaró la guerra contra las drogas. En la década de los ‘30, cuando el dedo estaba puesto en los mexicanos y la marihuana, el Secretario de Salud de Cárdenas, el doctor Leopoldo Salazar Viniegra, escribió que la marihuana no vuelve a la gente violenta o loca,  que nadie se muere por fumar marihuana. El problema, aseguró, eran los opiáceos y eso se debía enfrentar como un problema de salud pública porque ya nos había demostrado Estados Unidos con la prohibición del alcohol que solamente se obtienen cadáveres, grupos criminales, violencia y corrupción a todos los niveles de los funcionarios públicos. Parece que leyó el futuro, pero en realidad estaba leyendo el pasado estadounidense diciendo que nada de esto debía pasarle a México. Sin embargo, debido a la presión de los “gringos”, Cárdenas tuvo que doblar las manos porque amenazaron con dejar de vender medicina a México y que se murieran los enfermos de tuberculosis porque los grandes laboratorios farmacéuticos estaban en Brooklyn. Después, con Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) los “gringos” no tuvieron problemas porque padecía la misma paranoia de Richard Nixon. El caso de Luis Echeverría (1970-1976) es interesante porque tenía un ánimo nacionalista. Estados Unidos quería echar agente naranja en los campos de marihuana en México,  como lo había hecho en Vietnam. Sin embargo, el régimen echeverrista dijo no, de ninguna manera nos van a hacer eso porque nos envenenan a la gente, miren lo que está pasando en Vietnam. La respuesta de Nixon fue cerrar la frontera,  a tal grado que incluso se revisaban los cosméticos de las señoras. México, de nuevo, tuvo que ceder hasta cierto punto porque Echeverría era un político muy hábil. Aceptó un pacto de guerra contra las drogas, pero la ayuda militar que recibió de EEUU la usó para irse contra los enemigos del régimen, contra la guerrilla rural y la guerrilla urbana. La Guerra Sucia mexicana se desarrolló para limpiar Guerrero de disidentes. Pueblos enteros fueron desaparecidos. Fue una represión terrible. Esto lo supimos hasta que entró Fox al poder y se abrieron los archivos. Y todo esto sucedía mientras Echeverría, al mismo tiempo, recibía a los exiliados del Cono Sur. Jugó bien la pelota de alguna manera. Es terrible, no lo estoy elogiando, solamente estoy observando cómo lidió con los estadounidenses: los usó en su propio provecho.

Ya que el problema es conjunto, la solución debe ser bilateral. Foto: Especial
Ya que el problema es conjunto, la solución debe ser bilateral. Foto: Especial

En cambio, con Miguel de la Madrid (1982-1988) fue distinto porque tenía, por una parte, un lado moralista, pensar que las drogas eran malas, y por otra parte, ya estaba en marcha toda la agenda neoliberal. Con De la Madrid era nos agachamos, ¿quieren cinco jugadores? No, mano, nomás coloca uno y yo ni contesto la pelota. Pero, además, en esa época se generó otro fenómeno: entró fuerte la cocaína, con carretadas de dinero y la droga tiene otro signo: es dinero y es poder. La cocaína es la droga neoliberal. Y cambia la relación de poder porque entonces ya son los narcos los que tienen más plata que el Estado. Desde la década de los ’40, el Estado mexicano había ayudado a controlar el sistema de plazas para los narcos, pero llegó la cocaína con su baño de dinero y el Estado ya no pudo controlar al narco. Al contrario, el narco controló al Estado. El narco sobornó al Estado.

–¿Cómo se fue gestando en la línea del tiempo esta complicidad entre las policías, el Estado mexicano durante la primera era del PRI y los narcos para regularizar su actividad? Mencionas una frase: “la regulación estatal del narcotráfico”.

–El Estado tenía las cosas bajo control. El narco solía ser algo así como un miembro de la familia o alguien muy cercano al presidente quien se encargaba de que bajo la mesa esto no se saliera de carril. Lo tuvieron más o menos bajo control. Y claro, entraba un poco de dinero a las arcas, bien al bolsillo personal del presidente, bien a las causas políticas o incluso para pagar a la Judicial. La Policía Judicial se pagaba con ese dinero, no la pagaba el erario. Después, claro, ya no es un solo partido en el poder. Es un cóctel. Ya nadie obedece al otro tan fielmente, los estados tienen mucha más libertad. No es que no hubiera al principio caciques locales pero el Estado central fue ganando mayor poder, mayor control en todo el país, pero con la caída del único partido, los estados empiezan a ganar control y el narco ha ido ganando poder económico y va sobornando a sus aliados porque ellos no pueden funcionar sin la complicidad de las policías, los militares y los funcionarios públicos. En ese sentido, el libro quiere mostrar a todos los jugadores. Y los capos, a quienes a veces se les ha dado más importancia de la que en realidad tienen, son apenas uno de los jugadores…

–Han sido sobrevalorados mediáticamente.

–Han sido sobrevalorados, claro, porque uno ve que detienen al "Chapo" y se pregunta, bueno en qué bancos, quiénes han sido sus legitimadores, quiénes los protegieron. No me digan que lo protegía el pueblo, no. Y no me digan que él llevaba la operación completa, no. Cuando lo agarraron, no estaba "El Chapo" con 12 computadoras haciendo planes de distribución. La gran empresa no es él. Los verdaderos narcos están libres. Y esos son nuestros verdaderos enemigos sociales. Y estos verdaderos narcos libres van a empezar a quedar desvelados cuando se descriminalice el uso y tráfico de drogas.

Mike Wallace y Carmen Boullosa, autores e investigadores de Narco Historia. Foto: Especial
Mike Wallace y Carmen Boullosa, autores e investigadores de Narco Historia. Foto: Especial

LA COCAÍNA ES LA DROGA NEOLIBERAL

–Mike y tú hacen una asociación entre la entrada del neoliberalismo ya como una política de Estado firme, con el Salinato y la pérdida de control total sobre los narcos.

–La cocaína es la droga de la ambición económica, del dinero, es la droga neoliberal. Quiero ser muy cuidadosa porque cuando salió el libro en EUA alguien que no había leído el libro y era una de las personas que hicieron posible la firma del TLC nos dio un palo mayúsculo. Esta persona leyó cinco páginas en las que hablamos de estas políticas, de que el campo se queda despoblado, desprotegido, las maquiladoras, las cosas que vinieron con el TLC y con las políticas neoliberales que habían sido instaladas desde antes o preparadas desde antes y consideró que éramos unos idiotas porque atribuíamos el problema de la violencia mexicana de hoy a eso. No, pues no lo hacemos. Es una historia, es un simple pasaje más en una historia compleja. Y ese pasaje es importante. Yo creo que a ningún oído mexicano le parecerá extraño que se hable de la corrupción del Salinato, de esta avidez de corrupción y de dinero. A nadie le extraña. Es, diría yo, un lugar común. Este cóctel de factores se vuelve más explosivo cuando el PRI pierde la presidencia porque cambia el modelo. El PRI tenía un cierto modelo, y este modelo no estoy diciendo que fuera limpio, estoy diciendo que tenía un modelo en relación a las drogas, de distribución de plazas, de distribución del dinero ilegal. Cuando Carlos Salinas firmó el TLC, las fronteras empezaron a tener más tráfico, por lo tanto puede circular más droga; segundo, las drogas con más demanda son la cocaína y el crack; tercero, Colombia ha perdido la posibilidad de exportar su cocaína vía el mar porque ya le cerraron Miami. Ya no pueden aventar los paquetes al mar y que lleguen los distribuidores locales a recogerlos. Entonces se empieza a usar a México. El narco mexicano además entendió que ya no quería ser sólo mensajero, quiere el negocio. Ya rompió ese círculo. Y la ideología enteramente ha cambiado. La pobreza crece. Qué porcentaje de mexicanos vive bajo la línea de la miseria. Unos alegan que 62%, otros que 69%. La cifra es espeluznante. Son los hijos de la política neoliberal. Son los hijos de las decisiones económicas que el país ha ido tomando porque a los pobres de un país, un país rico los crea. Y México es un país rico. Y junto con eso crea la posibiliad de la violencia. Claro, si EEUU no nos proveyera de todas esas armas de alto poder, si EEUU no nos exigiera que les vendiéramos las drogas que, por cierto, también exige que sean prohibidas, si no estuviéramos metidos en este juego completo, no podríamos culpar al neoliberalismo.

–Uno de los primeros signos relacionados con el crimen organizado tras la alternancia partidista fue la aparición de los Zetas.

–Son parte de esta transformación porque el Zeta tiene el entrenamiento militar estadounidense. Son los herederos de un ejército imperial que en Centroamérica quería aterrorizar a la población civil y desde el escritorio planeaban: cómo hacemos de verdad para que la gente nos tenga miedo. Qué elementos de violencia le ponemos a la población civil para que nos vean venir y el miedo los mate. Y los Zetas fueron creciendo con esto, al mismo tiempo que se encontraron en este escenario en el que hubo un partido único en el poder, en el que se había dado la caída enteramente del sistema que se fue reconstruyendo con torpeza, con corrupción.

Los Zetas son personajes lógicos adentro de este horror. Pero no se hicieron solos, se hicieron con la mano de las fuerzas especiales norteamericanas, con la mano de la corrupción de los políticos mexicanos, con la mano de la caída del sistema de plazas.

–¿Por qué Felipe Calderón fue a la guerra? Es una de las preguntas que te haces en el libro y enumeras varias de las teorías que se han manejado: que quiso legitimizar su gobierno, que quiso cambiar la discusión pública que en esos momentos estaba centrada en el posible fraude de julio de 2006 o que en efecto la situación de violencia en algunas regiones ya era insostenible…

–Creo que todo tiene un poco que ver. No es posible saber cuánto porcentaje hubo de qué, pero lo que sí sabemos es que es una decisión que nos ha salido muy cara y que él no supo contra quiénes salía a luchar. No consideró que en ese momento cambiaban en Estados Unidos las leyes que restringían el tráfico de armas de alto poder, que crecía el mercado allá porque había un momento de boom económico, que acá había una recesión. Calderón no vio las combinaciones, no vio contra quién peleaba, y al no ver contra qué peleaba, que no son solamente los malos de la película, sino los problemas con los que se enfrentaba México, nos aventó a la hoguera. Fue un diagnóstico totalmente equivocado porque poner al ejército en las calles no ayudó. El pleito tuvo que empezar en otro lugar. Felipe Calderón se entrevistó con el embajador americano, él escuchó lo que quería EEUU y tal vez, también, necesitaba el apoyo de EEUU. Para qué: para nuestros préstamos, para nuestro comercio, etc. Tampoco es demonizar tan fácilmente. Pero sería interesantísimo que un día honestamente fuera capaz de contestarnos qué porcentaje de cuánto lo hizo tomar esta medida y no solo decir que el problema ya estaba suelto. El problema con las drogas es la criminalización. En México se consume pocas drogas comparado con el resto de los países del mundo. Ha subido un poco el consumo en México pero el mercado grande no está aquí, el mercado está en Estados Unidos, y la exigencia de la prohibición empezó allá, no empezó aquí.

¿Quién es Carmen Boullosa? (Ciudad de México, 1954) es una novelista y poeta mexicana. Entre otros premios ha recibido el Xavier Villaurrutia, el Anna Seghers y el LiBeratur. Escribe regularmente para la prensa y ganó cinco premios NY-Emmy por el programa de TV Nueva York (CUNY-TV). Ha sido Becaria de la fundación Guggenheim y del Centro Cullman. Sus libros recientes son las novelas Las paredes hablan (Siruela, 2010), Texas (Alfaguara, 2013) y el poemario Hamartia (O Hacha) (Hiperión/ UANL, 2015). Es becaria del FONCA.

¿Quién es Mike Wallace? (Nueva York. 1942) es Profesor Distinguido de Historia en el Colegio John Jay de Derecho Penal de la Universidad de la Ciudad de Nueva York y en el Centro de Graduados de la CUNY. Es fundador del Centro Gotham para la Historia de la Ciudad de Nueva York. Ganó el Premio Pulitzer de Historia por su libro Gotham: A History of New York City to 1898 (Gotham: Una historia de la ciudad de Nueva York hasta 1898), en coautoría con Edwin Burrows.

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