La ecuación civilizatoria que compromete la sobrevivencia de nuestra especie está creada por el vertiginoso aumento de la población mundial y el aumento del consumo de cada uno de los individuos, fenómenos ambos que se han disparado exponencialmente sin que el planeta pueda aguantarlo.
La población ha pasado de 600 millones hace poco más de 300 años, a más de 7 mil millones actualmente. El crecimiento de la población mundial se ha disparado siglo a siglo. Entre 1700 y 1800 creció en 300 mil habitantes; entre 1800 y 1900 creció en 600 mil habitantes; entre 1900 y 2000, en 100 años aumentó, 4 mil 500 millones y en sólo doce años, entre 2000 y 2011, incrementó mil millones para llegar a 7 mil millones.
Se estima que en la Edad Media el consumo de calorías por persona al día era de aproximadamente 26 mil kilocalorías, considerando vestido, comida, fuego, etc. Actualmente se estima que ese consumo llega a las 230 mil kilocalorías por persona al día. Es decir, la energía que estamos tomando de nuestro entorno a través de nuestros hábitos de consumo y derroche ha crecido sin límites, en un periodo de tiempo geológico insignificante (600 años).
Si tomamos una referencia más cercana, un individuo al inicio de la Revolución Industrial, mediados del siglo XVIII, éste ya había alcanzado un consumo de 77 mil kilocalorías al día contra las 230 mil que consumimos actualmente. Al problema del consumo cada vez mayor se suma una población también en crecimiento exponencial. Al inicio de la Revolución Industrial existían 600 millones de personas, actualmente somos 6 mil millones de personas.
En la sociedad del hiperconsumo en el que una minoría concentra el poder de compra, la producción ya no está destinada a satisfacer las necesidades básicas de la mayoría de la población sino a crear nuevas necesidades y en convertir en mercancía lo que antes no lo era. Susan George, entre otros expertos, ha demostrado que las grandes hambrunas no se han debido a falta de alimentos. La causa ha estado en la falta de acceso a los alimentos que, incluso, eran producidos en las regiones donde la hambruna se presentaba. En toda la existencia del homo sapiens la producción estaba destinada a satisfacer las necesidades de la comunidad, esto cambió con la estratificación de las sociedades y se agudizó con la sociedad de consumo, especialmente, con la de hiperconsumo que comenzó a desarrollarse en la segunda mitad del siglo XX.
En la sociedad de hiperconsumo los alimentos son sustituidos por productos ultraprocesados comestibles, elaborados en base a ingredientes artificiales: sabores artificiales, colores artificiales, consistencias artificiales y diversos ingredientes para volverlos hiper-palatables, es decir, que se consuman mucho. Para que la industria de alimentos y bebidas sea exitosa debe lograr que el consumidor consuma más y los resultados están ahí: la epidemia global de obesidad y diabetes.
La lógica de aumentar el consumo para aumentar las ganancias, de que el consumidor cautivo consuma más y que se sumen más consumidores al consumo del producto, marca la lógica de la sociedad de hiperconsumo donde la racionalidad en el uso de los recursos y del bienestar de la población no existe. Usar y tirar adquiere mayor velocidad y es condición para el crecimiento del PIB, para el crecimiento económico.
Cuando hablamos de otro tipo de productos, la clave está en su obsolescencia programada, es decir, en que el producto tenga una duración de vida limitada que obligue a la compra del producto sustituto. La obsolesencia programada se logra por tres medios principales: el producto simplemente deja de operar, de servir, en un tiempo determinado, programado (impresoras, celulares, electrodomésticos, zapatos, etc); el producto deja de estar de moda frente a una nueva generación de productos, entra en caducidad ; el producto ya no es compatible con los demás productos.
Evidentemente, la muestra más clara de la obsolescencia programada está en los aparatos y tecnologías electrónicas. Las empresas de electrónicos que dominan el mercado han esclavizado a los consumidores moviéndonos del consumo de una generación a otra de productos que tienen una vida muy corta tanto porque dejan de funcionar como porque dejan de ser compatibles con el resto de los productos.
La introducción de todos estos productos de nueva generación no sería posible si no se hubieran creado nuevas necesidades. La creación de nuevas necesidades está marcada por la necesidad de las grandes empresas de aumentar ganancias que por la mejoría de las condiciones de vida. La creación de nuevas necesidades se extiende a toda la industria, incluso, a la farmaceútica. La industria farmaceútica ha sido muy exitosa en influir en los criterios para determinar cuando una persona está enferma y, por lo tanto, requiere atención médica y medicamentos, así como para crear nuevas enfermedades.
Existe actualmente una lucha desde la sociedad civil y ciertos funcionarios nacionales e internacionales para modificar esta lógica. Desde la recuperación de la alimentación saludable en base a las tradiciones alimentarias de las diversas regiones del planeta, hasta la propuesta de establecer el tiempo de vida de los productos como información obligatoria. La economía basada en el hiperconsumo y la obsolesencia programada es en si obsoleta, el planeta y nuestra calidad de vida requiere una economía diferente, basada en el bien común, requiere estar basada en un sistema realmente democrático en el que prevalezcan los intereses colectivos, los bienes comunes.