Antonio Salgado Borge
01/01/2016 - 12:01 am
Políticos “affluenza”
Una buena forma de empezar a entender a nuestras élites políticas es considerando el caso del joven “affluenza”, quien cumple una condena bajo libertad condicional después de haber atropellado y matado, conduciendo en estado de ebriedad, a cuatro personas en 2013. Su nombre es Ethan Coach, es un ciudadano estadounidense y proviene de una familia millonaria. El lunes pasado fue detenido en México porque aparentemente violó las condiciones de su libertad.
Uno de los aspectos que más llama la atención de nuestras élites políticas es su aparente falta de empatía. Muchos de nuestros representantes y sus socios comerciales recorren incansablemente zonas marginadas o visitan hospitales públicos donde los pacientes son atendidos en condiciones inhumanas. En estos eventos, candidatos o funcionarios entran en contacto directo con muchas personas. Sienten sus cuerpos. Las ven llorar, las escuchan suplicar apoyo, estrechan sus manos, besan rostros, huelen su hacinamiento.
Pero nada de esto parece ser suficiente para hacer a nuestros sonrientes representantes ponerse en los zapatos de los sufrientes y sentir así su miseria. Apenas tengan la oportunidad, estos mismos funcionarios desviarán para sus arcas o sus campañas recursos destinados para el desarrollo rural, para hospitales o para escuelas. Llegado el momento ningún límite, ni siquiera la vida, resultará irrebasable.
Una buena forma de empezar a entender a nuestras élites políticas es considerando el caso del joven “affluenza”, quien cumple una condena bajo libertad condicional después de haber atropellado y matado, conduciendo en estado de ebriedad, a cuatro personas en 2013. Su nombre es Ethan Coach, es un ciudadano estadounidense y proviene de una familia millonaria. El lunes pasado fue detenido en México porque aparentemente violó las condiciones de su libertad.
El caso del joven “affluenza” no ocupa actualmente las primeras planas de los periódicos internacionales por la naturaleza de su incidente, sino porque en el juicio en que obtuvo su libertad condicional un psicólogo, consultado por su abogado, le diagnosticó un trastorno muy cuestionable. De acuerdo con este experto, Coach padece del “síndrome de affluenza”, un trastorno no reconocido por la APA que se produciría en la gente adinerada y que incluiría síntomas como falta de motivación y una sensación de aislamiento. El término “affluenza” proviene de la unión de las palabras “affluent” –rico o adinerado en inglés- e influenza. La defensa de Coach argumentó que, como consecuencia de no haber sido bien educado por sus millonarios padres, el joven carece de sentido de responsabilidad.
Si bien la relación dinero-irresponsabilidad no ha sido lo suficientemente estudiada, no ocurre lo mismo con la que existe entre dinero, poder y empatía. De acuerdo con un conocido estudio llevado a cabo por tres psicólogos estadounidenses, los miembros de las clases más altas son más ineptos para leer emociones que los pertenecientes a niveles socioeconómicos inferiores. Tres experimentos distintos realizados por estos investigadores obtuvieron resultados en el mismo sentido.
Un estudio independiente, elaborado años después, arrojó conclusiones similares; pero la falta de empatía de las clases más altas se le atribuye más al poder antes que al dinero. Cuando las personas experimentan poder, se concluyó, sus cerebros sufren modificaciones que alteran su capacidad de sensibilidad hacia otros.
La explicación más aceptada para este fenómeno es que, al no contar con los recursos para contratar a terceros, los miembros de las clases menos acomodadas necesitan más de la colaboración y del apoyo mutuo que aquellos que pertenecen a las élites. Si aceptamos lo anterior, es al menos probable que el joven “affluenza” no se sienta responsable de sus actos por ser indiferente ante el sufrimiento de terceros.
Si consideramos que mientras más poder tenga un individuo menor probabilidad habrá de que sea empático, resulta claro que sería estéril pedir a nuestros gobernantes que sean más sensibles. También sería ilógico pensar que la renovación de nuestro podrido sistema pasa exclusivamente por “sacar a los malos”. Piense en el caso que más representativo le parezca: Vicente Fox, Gabino Cue, Amalia García, Guillermo Padrés… Cada cambio viene acompañado de algún grado de decepción al punto de que muchos mexicanos desconfían hoy de la democracia misma; sin embargo, sólo construyendo una auténtica democracia se pueden materializar barreras donde hoy los límites son inexistentes.
México cuenta actualmente con las condiciones propicias para que proliferen y se reproduzcan dinastías completas de políticos “affluenza”. Aún si resulta cierto que el joven Coach padece de la imposibilidad de responsabilizarse por sus actos, es importante subrayar una importante diferencia entre este adolescente estadounidense y las élites políticas nacionales: el joven “affluenza” cometió la imprudencia de conducir alcoholizado, mientras que nuestros políticos “affluenza” actúan en muchas ocasiones sabedores de los inevitables efectos que se derivarán de sus actos.
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