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Antonio Salgado Borge

27/11/2015 - 12:04 am

Un presidente robot

Hace más de un año Enrique Peña Nieto fue testigo de una breve exhibición de las facultades del robot Asimo, fabricado por la empresa japonesa Honda. Al finalizar esta demostración, el Presidente, visiblemente sorprendido, dirigió un discurso a los asistentes al evento en el que afirmó que Asimo le había hecho sospechar que, en el […]

Hace más de un año Enrique Peña Nieto fue testigo de una breve exhibición de las facultades del robot Asimo, fabricado por la empresa japonesa Honda. Al finalizar esta demostración, el Presidente, visiblemente sorprendido, dirigió un discurso a los asistentes al evento en el que afirmó que Asimo le había hecho sospechar que, en el futuro, un robot podría gobernar un estado o un País. También dijo que los robots estarían preparados para hacer muy bien las cosas porque sus decisiones no estarían influenciadas por emociones.

En su momento, esta declaración volvió a Peña Nieto el objeto de todo tipo burlas. El video de este discurso ha resurgido con intensidad en las redes sociales en días recientes y, un año después, la tónica burlona sigue siendo exactamente la misma. Pero en esta ocasión el Presidente no cometió ningún error garafal. Hayan sido con conocimiento de causa o sin él, la sospechas de Peña Nieto coinciden en buena medida con la realidad. Por lo tanto, esta vez se equivocan quienes lo critican.

Las máquinas capaces de igualar las capacidades del ser humano son esperadas desde 1940. En su libro Superintelligence (Superinteligencia, 2014, Oxford University Press), Nick Bostrom, filósofo de la Universidad de Oxford, explica que en aquella década se pronosticaba que en 1960 las máquinas y los humanos serían igualmente inteligentes. Los retos técnicos que se interpusieron en el camino fueron, empero, más complicados de lo esperado y esto no sucedió así. Evidentemente tampoco ocurrió en la siguiente década y no ha ocurrido en la actual.

Sin embargo, todo parece indicar que esto pronto cambiará. Bostrom, quien también es director del Instituto para el Futuro de la Humanidad en Oxford, explica que a partir de los 1990’s se han venido incorporando nuevas técnicas en el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) basadas en redes neurales y algoritmos genéticos. Esto significa que algunas máquinas ya están capacitadas, de la misma forma que el cerebro humano, para reconocer elementos presentes en el mundo y para recabar las experiencias de sus encuentros con éstos. Al poder identificar patrones estadísticos ocultos, algunas máquinas están también facultadas para aprender y cambiar a partir de sus experiencias; es decir, pueden evolucionar a través de la preservación de todo aquello que les lleve al éxito o del desecho de todo lo que les sea perjudicial o inútil.

A estas nuevas técnicas debemos sumar que la capacidad de la IA –medida en términos de su velocidad y la automejora de sus algoritmos- se ha venido duplicando cada 18 meses desde hace más de 70 años. No parece que este fenómeno, llamado Ley de Moore en honor al apellido de su descubridor, se vaya a detener en un futuro cercano.

En su libro Race Against the Machine (Carrera Contra la Máquina, 2014, W. W. Norton & Company), Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee, destacados científicos del MIT, postulan que la Ley de Moore se combina con otro fenómeno denominado “sigilo de la multiplicación exponencial”. El mejor ejemplo para ilustrar en que consiste este “sigilo” es la vieja historia del creador de ajedrez, quien supuestamente pidió a un emperador como pago por el recién inventado juego un grano de arroz por el primer cuadro del tablero y para el cuadro siguiente el doble de los granos asentados sobre el cuadro anterior. De esta forma, el segundo cuadro tendría 2 granos, el tercero 4, el cuarto 8 y así sucesivamente. El emperador accedió gustosamente a esta forma de pago porque a su juicio el precio de tan fascinante juego parecía ser una verdadera ganga. Cuenta la historia que siguiendo el patrón de multiplicación acordado, al llegar al último cuadro se había acumulado una montaña de arroz más alta que el monte Everest.

Al igual que como ocurre en la Ley de Moore, en el caso del ajedrez el patrón de multiplicación fue constante; sin embargo, éste no empezó a ser relevante para las observadores hasta que no se rebasó la primera mitad del tablero. Esto se debe a que, a pesar de seguir el mismo patrón original, gracias a las cantidades acumuladas es entonces cuando la multiplicación empieza a aparecer como exponencial. Brynjolfsson y McAfee señalan que lo mismo ha venido ocurriendo con la inteligencia artificial desde los 1940s; ahora que ya hemos rebasado la mitad del tablero es cuando empezamos a notarla y lo que veremos en los próximos años rebasará cualquier pronóstico.

La Inteligencia Artificial duplica su capacidad cada 18 meses, por lo que sigue la misma lógica en que en un tablero de ajedrez en el que cada cuadro duplica el contenido del que le antecede. Imagen: Jisseo
La Inteligencia Artificial duplica su capacidad cada 18 meses, por lo que sigue la misma lógica en que en un tablero de ajedrez en el que cada cuadro duplica el contenido del que le antecede. Imagen: Jisseo

Peña Nieto tiene entonces razón al concebir a los robots inteligentes como posibles sustitutos del trabajo humano. En una publicación de la Universidad de Oxford (2013) dos académicos han calculado que 47 por ciento de los trabajos actuales está en riesgo inminente de ser sustituidos por máquinas. Tal como se ha señalado antes en este mismo espacio, el aspecto laboral de la vida humana es el que se está viendo más impactado por el advenimiento de la inteligencia artificial. Uno de los puestos más amenazados es el de empleado de mostrador. Si se quiere un ejemplo actual, aunque aún rudimentario, sólo hay que pensar en las máquinas que despachan boletos en los aeropuertos o los servicios automáticos que se pagan en cajeros automáticos. Pero, si nos basamos en la tendencia antes descrita, gradualmente casi todos los empleos estarán en riesgo, incluidos los que hoy ejecutan nuestros gobernantes.

La idea de un gobierno automatizado no es nueva. En los 1970’s, cuando la inteligencia artificial aún gateaba y estábamos lejos de rebasar la mitad del “tablero”, el presidente chileno Salvador Allende contrató a un experto en cibernética británico para que le ayudara a construir un sistema que permitiera a su gobierno nacionalista asignar recursos a favor de los chilenos, automáticamente y de la forma más eficiente posible. Para estos efectos se llegó a construir un cuarto de control cuyo diseño parecía inspirado en la serie de televisión Star Trek. El trágico final de Allende es de todos conocido y con su vida se perdió también este proyecto. El día de hoy, con los algoritmos y el hardware disponible, seguramente su centro de control sería exponencialmente más eficiente.

Peña Nieto tiene razón en sospechar que en un futuro los robots podrían desempeñar muchas de las funciones que hoy corresponden a nuestros gobernantes. Se equivoca, empero, en suponer que las máquinas tomarán las mejores decisiones posibles gracias a su supuesta objetividad; alguien tiene que programarlas en origen, y ese alguien podría transmitir sus intereses o idolologías a la IA. Este es uno de los aspectos que más preocupan a algunos filósofos: por más eficiente que este sea, ¿cómo podría acabar con la injusticia un sistema que no está preparado para reconocerla?

Lo cierto es que las máquinas continúan evolucionando a través de ensayos y errores y que su inteligencia será cada día mayor y más parecida a la humana. El escepticismo es natural; pero, a quienes dudan que de este proceso puedan surgir seres tan inteligentes como los humanos, Bostrom les responde con un argumento contundente: sabemos que los procesos evolutivos ciegos pueden producir inteligencia general de nivel humano. Y lo sabemos porque ya lo han hecho antes en al menos una ocasión.

@asalgadoborge

Antonio Salgado Borge

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Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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