Antes de mandar este artículo a SinEmbargo recibo la información de que la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados envió la propuesta de ingresos para el 2016 para ser votada en el pleno de la Cámara con una modificación al impuesto a las bebidas azucaradas. Seguramente esta modificación ya haya sido aprobada por el pleno a la hora de que usted lea esta nota. En esta iniciativa se reduce el impuesto de 1 peso a 50 centavos por litro para las bebidas que tengan 5 gramos de azúcar por cada 100 mililitros, lo que equivale a una cucharada cafetera de azúcar. Es decir, una bebida que en 600 mililitros tenga 6 cucharadas cafeteras, como la Coca Life, tendrá un impuesto de 30 centavos, insignificante.
La modificación se logró con un fuerte cabildeo de las refresqueras en el Congreso, de los llamados mosquitos-cabilderos que ahora son los encargados de propagar la epidemia de sobrepeso, obesidad y diabetes.
Sabemos que el impuesto general a las bebidas azucaradas tendría que haber sido de 2 pesos por litro, aproximadamente 20 por ciento de su valor, como lo recomendaba la Organización Panamericana de la Salud, el Instituto Nacional de Salud Pública y otros organismos internacionales y nacionales. Sin embargo, no fue así, el impuesto fue de 1 peso y ahora se propone reducirlo a 50 centavos para parte de las bebidas azucaradas, lo cual le hace perder su efecto.
Si consideramos que un 20 por ciento de los mexicanos no consumimos bebidas azucaradas los que las consumen ingieren 600 mililitros o más al día. Los 30 gramos de azúcar contenidos en 600 mililitros en una bebida como Coca Life, a la que se le propone rebajar el impuesto por litro de 1 peso a 50 centavos, es más azúcar que el máximo diario recomendado para el cuidado de la salud por la Organización Mundial de la Salud.
La medida de reducir el impuesto tendrá su mayor impacto en los niños ya que todas las agüitas saborizadas de Nestlé, Coca Cola, Danone y Pepsico, diseñadas, publicitadas y comercializadas para niños pequeños tienen esa cantidad de azúcar (5 gramos de azúcar por 100 mililitros). La medida favorece la comercialización de esos productos en la población más vulnerable.
Debemos considerar que los niños mexicanos tienen uno de los mayores riesgos de desarrollar diabetes a lo largo de su vida, teniendo como una de sus causas centrales el alto consumo de bebidas azucaradas. Se estima que uno de cada tres niños mexicanos desarrollará diabetes a los largo de su vida. Hay que recordar que el 70% del azúcar añadida que consumimos los mexicanos provienen de las bebidas azucaradas. Los legisladores con esta medida promueven que los niños consuman más bebidas azucaradas.
El hábito de consumir bebidas azucaradas se desarrolla desde los primeros años de edad y justamente, los queridos diputados y diputadas, en su profunda ignorancia o por razones inconfesables, retiran parte del débil impuesto que tenían estos productos, lo que incentivará su consumo. Son justamente los niños pequeños los que deben hidratarse con agua y es nuestra obligación que no consuman bebidas azucaradas, y es justo a ellos a los que más impactará negativamente la medida promovida por los legisladores.
La azúcar en las bebidas en los primeros años de edad no sólo tiene un impacto negativo sobre la salud de los niños pequeños, contribuye a generar un hábito que se convierte en adicción. Las agüitas de Nestlé “Aguita Vital”, las de Coca Cola “Ciel Mini”, las de Danone “Danone Kids” y las de Pespsico “E-Purita” son las bebidas azucaradas diseñadas y comercializadas específicamente para niños pequeños; desde su etiqueta, publicidad hasta el diseño de la propia botella está dirigida a los niños pequeños. Un niño de cuarto de primaria ya no desea tomar estas bebidas porque “son para bebes”.
¿Cree usted que en algún momento los queridos diputados y diputadas pidieron escuchar a los expertos, tener un análisis de la medida que estaban tomando? No, ellos escucharon las voces de las refresqueras, de FEMSA, de quienes les expresaron las bondades de esa decisión.
El hecho es claro, los diputados y diputadas que nunca han impulsado una iniciativa que tenga efecto directo en reducir el consumo de los alimentos y bebidas que están causando esta epidemia de sobrepeso, obesidad y diabetes, han tomado una decisión que afecta la única política pública que ha mostrado resultados en este sentido: el impuesto a las bebidas azucaradas. Y lo hacen afectando a los niños pequeños mexicanos que es una de las poblaciones infantiles más dañadas por el consumo de estas bebidas en el mundo.
El impuesto a las bebidas azucaradas debería de ser de 2 pesos por litro sin importar la cantidad de azúcar que contengan y las bebidas que se dirigen a los niños con azúcares y cualquier tipo de endulzante que deforme sus gustos, deberían tener un impuesto mayor.
Señores diputados y señoras diputadas: ¿para eso llegaron al Congreso?
Anteriormente a recibir esta noticia había preparado la siguiente nota que habla del carácter adictivo de estos productos y sus efectos entre los niños mexicanos, una reflexión que se presta mucho para el caso.
Un estudio reciente del Hospital Infantil de México Federico Gómez confirma lo que diversas investigaciones alrededor del mundo han encontrado: la obesidad va acompañada de una adicción a los alimentos. El intenso trabajo desarrollado por la Clínica de Obesidad del Hospital Infantil, como lo explica el jefe de la clínica, el Dr. Salvador Villalpando, ha logrado sacar de la obesidad solamente al 6% de los casos atendidos. Ante esto, la Clínica se dio a la tarea de investigar cuales eran las causas del bajo éxito obtenido durante años de esfuerzos. El estudio encontró que la principal causa que evitaba reducir la obesidad en los niños estaba en el carácter adictivo que éstos habían desarrollado a los alimentos. Para la investigación se sacaron imágenes de resonancia magnética del cerebro de los niños y niñas. Se encontró un impacto de la adicción a los alimentos similar al registrado entre los adictos a diversas drogas.
A través del diseño de las bebidas y alimentos ultraprocesados se busca la hiperpalatabilidad de los productos, que el consumidor coma o beba más. Esto se logra al activar el centro de generación de la hormona de la dopamina, una hormona que se genera con el placer. Con las adicciones este centro va reduciendo su tamaño y se requiere de un mayor consumo de la sustancia que lo ha activado. La adicción generada por el consumo de alimentos hiperpalatables provoca, con el tiempo, una disminución de la producción de dopamina lo que lleva a comer de más. Las imágenes del cerebro de los adictos a la cocaína, una de las drogas más adictivas, muestra una clara reducción del centro de generación de la dopamina. Una imagen muy similar se encuentra en las personas con obesidad y en las adictas al azúcar, o a las combinaciones de azúcar, grasa y/o sodio, la formula común a la denominada comida chatarra. Estudios d elaboratorio con animales han encontrado, incluso, una mayor adicción a la bebida azucarada que a la cocaína. Recomiendo ver en la red el documental francés “Sobredósis de Azúcar”.
El diseño de los alimentos ultraprocesados y de las bebidas azucaradas busca generar el mayor consumo del producto y con ello se provoca una adicción a la composición de estos productos desde muy temprana edad. En el estudio realizado en el Hospital Infantil se reporta que el 66 por ciento de los niños con obesidad presentaba ansiedad y la mitad síntomas de conducta obsesivo-compulsiva.
Con uno de los mayores índices de obesidad infantil en el mundo podemos decir que los niños mexicanos presentan uno de los mayores índices de adicción gracias al consumo de la comida chatarra proveniente de las grandes corporaciones de alimentos y bebidas. La comida chatarra y las bebidas azucaradas logran dominar la alimentación infantil con el diseño adictivo de sus productos y las estrategias publicitarias que desarrollan dirigidas a la infancia, a esa población reconocida en un estado de vulnerabilidad.
Las empresas publicitarias han reconocido que el principal objetivo de las campañas publicitarias dirigidas a la infancia es provocar que los niños fastidien (“nag factor”) a los padres para que les compren el producto. Esta estrategia tiene su mayor éxito cuando el producto tiene un potencial adictivo, de esa manera se cierra la pinza: publicidad que genera fastidio para la compra de productos que generan y satisfacen una adicción.
El estudio realizado por la Clínica de Obesidad del Hospital Infantil registró también que entre los niños con obesidad, en el momento que dejan de comer como lo venían haciendo, se presenta el mismo tipo de síndrome de abstinencia que en los adictos a las drogas cuando dejan de consumirlas.
La literatura sobre la adicción a los alimentos y bebidas con altas cantidades de azúcar, grasas y/o sal es cada vez más extensa. El propio David Kessler, comisionados federal de la Food and Drug Administration de los Estados Unidos durante las administraciones de Clinton y Bush abordó este tema a partir de su experiencia personal en su libro “The end of Overating”. Desde ese libro hasta la compilación de estudios sobre el tema realizada por el Dr. Kelly Brownell y el Dr. Mark S. Gold, “Food and Adiction”, pasando por números trabajos, se demuestra el efecto que ha tenido el desarrollo de la industria procesadora de alimentos y bebidas enfocada en lograr que los consumidores consuman cantidades mayores de sus productos.
El problema del sobrepeso y la obesidad, que se ha constituido en la peor epidemia para nuestro país, parte de una deformación no sólo del gusto de los niños por productos hiperpalatables que desplaza el gusto por los alimentos naturales, también de una deformación/alteración a nivel cerebral generando hábitos que se convierten en adicciones de por vida, con uno de los ejemplos más claros en las bebidas azucaradas.
Pero esto no lo saben ni lo quieren saber los diputados y diputadas que se estrenan con estas acciones contra la infancia.