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Ramiro Padilla Atondo

22/06/2015 - 12:00 am

¿Por qué es atractivo el nazismo?

Los nazis vinieron, hicieron un desmadre y fueron derrotados. Así de fácil. No fue una derrota a medias. Fue una derrota total. Pero quedó una estética del nazismo. Un cuasi romanticismo ridículo que pervive en nuestros días. De repente surgen oleadas de descerebrados que vindican a uno de los regímenes más mortíferos en la historia […]

Los nazis vinieron, hicieron un desmadre y fueron derrotados. Así de fácil. No fue una derrota a medias. Fue una derrota total. Pero quedó una estética del nazismo. Un cuasi romanticismo ridículo que pervive en nuestros días.

De repente surgen oleadas de descerebrados que vindican a uno de los regímenes más mortíferos en la historia de la humanidad. La industria hollywoodense se ha encargado de recordarnos con películas alusivas, los horrores de una sarta de locos que pusieron en peligro a nuestra civilización.

Los nazis malos, los nazis destructores, que a fuerza de ser tan malos en todos lados han llegado a quedarse como parte de la conciencia colectiva para bien o para mal.

Al referirme a una estética del nazismo, más que una ideología, el nazismo se ha convertido en una suerte de fetichismo, una especie de coleccionable del mal, atractiva para blancos y blancos wanna be en general.

La parte más importante de este “resurgimiento” (lo entrecomillo porque más que resurgimiento, el nazismo como tal es una de las infinitas maneras que tiene el hombre de ser imbécil,dixit>) es el hecho de que sea en su totalidad, si la pudiéramos llamar doctrina, una doctrina para los supremamente ignorantes.

Un régimen que proclamaba la superioridad racial está lejos de ser un régimen cuerdo. Pero vayamos por partes.

Los precursores de esta doctrina como se puede ver, el compositor Wagner, la malinterpretación de Nietzsche, el falso libro de los protocolos de los sabios de Sión, sentaron las bases para el odio contra los judíos.
Una estrategia muy socorrida por ciertos sistemas políticos es la de canalizar las frustraciones sociales. El pueblo alemán, inteligente, pero no por ello ajeno a las manipulaciones gubernamentales, compró una idea que serviría de canal a esa frustración colectiva.

Millones de muertos después, los alemanes entendieron que esta idea de la superioridad de la raza no dejaba de ser un mito. Es claro también que las naciones necesitan mitos cohesionantes, Hitler supo venderlo muy bien.

El nazismo con sus uniformes elegantes, esvásticas y demás parafernalia no deja de ser atractivo para aquellos que han visto muchas películas de guerra, donde siempre los norteamericanos (los blancos buenos) ganan.

Hace algunos años, miembros de una organización neonazi en el sur de California fueron capturados. Lo divertido del asunto fue que ni uno de ellos era blanco por completo, todos eran mestizos.

Lo mismo pasa en México. Ser mexicano y nazi es una contradicción tan profunda como rara. Parte del malinchismo interactivo que vivimos en estos días, pero no por ello menos atractivo.

El nazismo es la cultura de los perdedores. Una curiosidad histórica, cuyos horrores son alimentados por la industria hollywoodense, que a fuerza de satanizarlos los ha convertido en anti héroes. Y sobre todo, los ha convertido en anti héroes para aquellos que tienen mucho tiempo libre y pocas ideas.

Que no conozco a un solo pro nazi educado. Todos abrevan de las aguas de la idiotez. Y quizá su mayor atractivo sea que no hay que pensar. Solo sentirse blanquito. En fin.

Ramiro Padilla Atondo
Ramiro Padilla Atondo. Ensenadense. Autor de los libros de cuentos A tres pasos de la línea, traducido al inglés; Esperando la muerte y la novela Días de Agosto. En ensayo ha publicado La verdad fraccionada y Poder, sociedad e imagen. Colabora para para los suplementos culturales Palabra del Vigía, Identidad del Mexicano y las revistas Espiral y Volante, también para los portales Grado cero de Guerrero, Camaleón político, Sdp noticias, El cuervo de orange y el portal 4vientos.

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