Julieta Cardona
18/04/2015 - 12:00 am
No soy un ser de luz
«No soy un ser de luz…», te dices cada mañana al despertar. Te levantas, vas directo al espejo y terminas lo que comenzaste: «..pero puedo intentarlo». Así llevas meses, así llevas dos vidas. Estás segura de ser un alma joven; siempre estás segura de cosas que no entiendes. Tú vives en una ciudad que es […]
«No soy un ser de luz…», te dices cada mañana al despertar. Te levantas, vas directo al espejo y terminas lo que comenzaste: «..pero puedo intentarlo». Así llevas meses, así llevas dos vidas. Estás segura de ser un alma joven; siempre estás segura de cosas que no entiendes.
Tú vives en una ciudad que es un monstruo, pero no te da miedo porque tú cargas con muchos en tus adentros.
La primera vez que escuchaste la palabra «monstruo» tenías tres años; tus padres te dijeron que, cuando fueras desobediente, algún engendro saldría debajo de la cama. Desde pequeña estabas tan aburrida, tan sola, tan aburrida, tan aburrida, que le gritabas a tu madre que la odiabas y, con toda premeditación, corrías a esconderte debajo de tu cama y esperabas a que apareciera, puta madre, alguien, algo, algo, alguien, cualquier cosa.
Pronto te diste cuenta de la mentira de tus padres, comenzaste a juzgarlos y, con todo el derecho que creías poseer, comenzaste a mentir, a dudar de todos, a creer solo lo propio. Por eso hoy crees que puedes amar a más de dos mujeres: porque creciste con certezas de cosas que no entendías. Posees un poder infinito por destruir lo bello; como cuando te liaste con aquel hombre que te adoraba y, apenas lo supiste tuyo, le rompiste el corazón cuando te descubrió chupándole la vulva a una mujer que, como el resto, poco tiempo se quedó en tu vida.
Como cuando poco después de lo de aquel hombre, entendiste que la vida no perdona y te lo cobró con justicia cuando te enamoraste de una mujer que nunca te amó.
Tú tienes mucha suerte a pesar de tus mentiras. Llegan a ti las almas más blancas y más viejas y las chupas completas hasta que, después de rendirse, se evaporan. Posees un poder infinito por destruir lo bello; como cuando llegó la única mujer que no te condicionó y comprendió tus actos deshonestos. Eres más triste que deshonesta; más vacía; más malsana. Eres cianuro.
Ella hizo sus maletas y por fin conociste la culpa cuando te dijo, llorando y loca de amor por ti, que no todo podía ir siempre a tu favor. Reconociste que siempre encuentras suficientes tus razones más estúpidas y, acercándote a ella, te detuviste a hipar en su pecho. Ella se quedó. Tienes más suerte que mentiras.
Tú aún buscas la manera de aplacarte por dentro, de no gritar tanto por dentro, de no mentir para adentro. No tienes miedo. No eres un ser de luz.
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