La versión confundida de la PGR

12/01/2015 - 12:03 am

Por María Benítez.

En el caso de Ayotzinapa hay al menos dos móviles de los que la PGR debería dar cuenta satisfactoria. Primero, ¿por qué los mataron? Esto incluye lo ocurrido antes del basurero de Cocula: ¿por qué tiraron a matar a los camiones (quitándole la vida a 6 personas, 3 de ellos estudiantes), ¿por qué dejaron en coma a Aldo Martínez, y por qué desollaron a Julio César Mondragón? Y en segunda instancia, la PGR debería proponer un móvil que responda a la pregunta ¿por qué los desaparecieron?

Hasta el momento, el móvil de la PGR es “la confusión”. Los mataron porque los confundieron con integrantes de la organización delictiva rival de la zona: Los Rojos. Pero esta versión de la PGR no sostiene la versión de la PGR. En todo el relato hecho por la Procuraduría, e incluso en la reconstrucción realizada por Esteban Illades, y publicada por Nexos, el tema de los Rojos aparece hasta que deciden llevárselos para Cocula porque Sidronio (líder de los Guerreros Unidos) lo afirma así en una comunicación telefónica. De esta parte, que debería ser clave para explicarse y explicarnos en qué radicó la confusión, qué la originó y por qué desató la masacre, no ha habido mayor aclaración.

Incluso habiéndola, faltaría explicar por qué decidieron no sólo “eliminarlos”, sino por qué decidieron limpiar todo rastro, borrar toda evidencia, desaparecerlos. ¿Cuál hubiera sido entonces la intención? Es una técnica practicada y exportada desde el norte. Así hacen los Zetas, dice la investigación de las autoridades. Pero no de manera común. Los forenses han declarado que sólo en la primera fosa hallada (al inicio de las pesquisas) y en el caso de los restos encontrados en el río San Juan han visto algo así. El texto publicado por Nexos evidencia y pone de manifiesto (queriéndolo o no) las contradicciones de la versión oficial. Pero no tomando como base otras hipótesis u otras investigaciones para las que el procurador se ha tomado el tiempo de descalificar. No. Tomando como base la misma versión de la PGR.

 Algunos columnistas y gente que se autoproclama como “intelectual” se han apresurado a decir que los padres “ya deberían admitir que sus hijos están muertos, calcinados, molidos y echados al Río San Juan”. Porque la versión de la PGR es “redonda”, dicen. Incluso invitan y retan a la población a elaborar una mejor versión, una mejor hipótesis. Tres meses después de casi un centenar de detenidos y una investigación que se proclama como la “más grande que se ha hecho en la historia de México”.

Es un error. Lo que miles han exigido en las calles de México (no del DF, de México como país), sino alrededor de embajadas y plazas del mundo es justicia. Lo que se pide y lo que indigna es que no conocemos la verdad. No es que haya una alter-procuraduría haciendo una investigación paralela para satisfacer las conspiraciones ciudadanas. Es que la versión ofrecida por la PGR no se sostiene ni a sí misma, con sus mismos datos, con sus mismas fuentes. No cierra nuestras preguntas, no encuentra razones, no muestra evidencias científicas, datos. Se limita a reducir todo -una serie de sucesos que se desplazan en el tiempo y en la geografía-, a una confusión.

México ya podría tener una lista de móviles por confusión. Un loco aislado y confundido asesinó a Colosio. Una balacera de confundidos asesinó a Posadas Ocampo. Y ahora un grupo regional menor y confundido asesinó a 46 estudiantes, 3 habitantes de Iguala y dejó en coma a un estudiante más. ¿Una confusión también generó una pira de 13 horas, la determinación de fracturar los restos más grandes, su recolección en bolsas negras y su intento de dispersión en las aguas del río?

¿En qué momento, cuando Abarca dice “Procedan” (orden que para la Procuraduría desata las agresiones contra los normalistas), el presidente municipal estaría diciendo “son Rojos”? ¿En qué momento empieza la confusión? ¿De dónde sale esa información? Esta explicación es clave. Sin embargo, dejaría sin dar razón de por qué los desaparecieron. Porque Sidronio “se dio cuenta de lo que hizo”, dicen. Pero también dicen que 20 días después de detenido, el Guerrero seguía sosteniendo que entre los estudiantes se encontraban “17 Rojos”. ¿De qué se dio cuenta entonces? ¿No de que se trataba de estudiantes? ¿O la averiguación pretende acaso decir, con esa vaga redacción de los hechos, que el líder criminal, intempestivamente, tuvo un giro moral que lo hizo arrepentirse de su propia crueldad, pero no de sus razones? ¿En serio ésa es la hipótesis “redonda” de una Procuraduría General de la República?

La historia contiene al menos dos crímenes de los que hay que aproximar una hipótesis, responder a dos móviles. Por qué los mataron y por qué los desaparecieron. Se necesita mucho desprecio para poder obviar las demandas de verdad y justicia. Se necesita mucha opacidad, mucho más contubernio, corrupción y crimen para no responder de manera sensata y profesional, como los servidores públicos que son, a la rendición de cuentas a la que constantemente han sido llamados por la población; que marcan la furia, el coraje y el hartazgo de la gente, de los estudiantes y de los familiares de los 46.

Las autoridades pueden querer comparecer, confundirse o cansarse. Lo que queda claro es que no están haciendo bien su trabajo. Y lo queda ya firmado sobre piedra es que los familiares de los estudiantes no se van a cansar de buscarlos hasta encontrarlos. Hasta encontrar la verdad de lo que les ocurrió a sus seres queridos. Hasta hacer justicia verdadera. Hasta el fin del fin, aunque quede muy lejos.

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