Julieta Cardona
06/12/2014 - 12:00 am
Las mujeres de mi vida este año
Y para no perder la costumbre de hablar de mis romances con muchachitas, vengo a platicar de ellas, hermosas y completamente inmerecidas. Ana Lucía Ella, por sí sola, es una historia fuerte, triste, solitaria. Todo terminó cuando el año comenzó —este 2014— y he llegado a pensar que aunque diciembre recién empieza, ella sigue aquí, […]
Y para no perder la costumbre de hablar de mis romances con muchachitas, vengo a platicar de ellas, hermosas y completamente inmerecidas.
Ana Lucía
Ella, por sí sola, es una historia fuerte, triste, solitaria.
Todo terminó cuando el año comenzó —este 2014— y he llegado a pensar que aunque diciembre recién empieza, ella sigue aquí, conmigo, solo que diferente. Como cuando aprendes a amar distinto porque sabes que el lugar donde siempre estuvo más segura fue lejos de ti, así.
Me enamoré sin paracaídas después de salir con ella durante meses. Horas de pláticas y miradas entre ojos grandes (los míos y los suyos). Y hoy, después de suficiente tiempo y dolor, nos quedó el agradecimiento.
Daniéle
Digamos que con Daniéle comencé el año, pero apenas nos duramos lo que el invierno. Un viaje a la playa y un amor a primera vista, así ella. Entre luces y el pop reventándome los tímpanos, nos encontramos en la pista de baile (puede que hasta aquí suene a película, pero así fue; la gente se encuentra de la manera más convencional, en serio, el amor no es tan original). Ella hablaba inglés y francés (su lengua natal); sabía contar hasta el cinco y podía decir “Hola” y “Adiós” en español, entonces nos entendíamos con el inglés, y besándonos. Después el deseo que nada resuelve: el deseo de estar juntas. Y la distancia. Y el fin.
Tamara
Las noches de copas y el amor que muy pocas veces vienen de la mano. Así comenzó. Después salir a cenar; asombrarme por su porte, su cabello, sus pestañas; pláticas de ella, de mí, pero nunca de las dos. Nos dejamos porque hay certezas que se sienten solo una vez en la vida y yo jamás la sentí con ella, ni ella conmigo.
Julia
Soy viajera, ¿qué les digo? Me fui a Chicago por casi dos meses y de nuevo las copas y confundirlo todo con amor.
—Wanna dance?
Me enamoré de sus maneras y sus frases cortas. Tal vez también de su penthhouse. Y tal vez también de su insistencia por sacarme los otros cuerpos del mío. Después lo eterno de lo efímero: no volvimos a saber la una de la otra.
Gabriela
México y las dos de cerca, muy cerquita.
Creo que Gabriela fue una ilusión, como un amor de fantasía, ese amor de fantasía que se vive más en horas mentales, muchas más, pero no por eso demeritorio, no.
Ya saben: conversaciones infinitas, política, economía, distribución del espacio público y ella, siempre ella. Y el ansia latente por encontrarnos, hasta una noche que cayó en mi cama para soñar sueños distintos, amanecer abrazadas y desgraciadamente nada más.
Otra vez despiertas con certezas y ella no era la mía. Todo lo que había existido alguna vez ya no estaba; como cuando el cielo se despeja, así; como cuando las dos se bajan de una montaña rusa sabiendo que hay un camino de senderos que se bifurcan, así; como escribió Borges, así.
Florencia
Florencia me hizo llorar. Y está bien porque llorar sirve para lavarse por dentro y por fuera.
Florencia es la historia que comenzó en el jacuzzi de la reunión de una mujer que estaba enamorada de él. Tal vez aquella fue la primera luz roja a la que debí poner atención, pero yo nunca he hecho caso a los semáforos.
Otra vez pláticas, besos, muchos besos, más pláticas de box (su pasión), de letras (la mía), y más besos. También más luces rojas y mi acelerador al fondo.
La verdad es que no sé bien qué salió mal, pero todo se jodió. Supongo que porque las ganas unilaterales no funcionan, porque para luchar por amor hacen falta dos y yo solo era una.
A veces creo que las mujeres que me han marcado no pueden sostener ni su propia agonía y por eso no les cabe mi corazón. En seguida me retracto y caigo en la cuenta de que no fueron hechas para mí, ni yo para ellas y por eso el desencuentro.
Luego aprender a soltar para al final estar completita, pero con un pedacito de mí en su piel, muy adentro, pedacitos míos tan resbaladizos que les inunden todo hasta llegar a su centro, el lugar donde siempre quise estar.
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