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Julieta Cardona

01/11/2014 - 12:00 am

Todos tenemos una exnovia loca

La historia nos ha enseñado lo que una persona es capaz de hacer cualquier berrinche –o también cualquier acto honorable– por el ideal del amor o por desamor. Por berrinche me refiero a la potenciación de la rabieta que haría cualquier niño si lo haces enojar, o todavía peor: cometer un acto mezquino y estúpido […]

La historia nos ha enseñado lo que una persona es capaz de hacer cualquier berrinche –o también cualquier acto honorable– por el ideal del amor o por desamor. Por berrinche me refiero a la potenciación de la rabieta que haría cualquier niño si lo haces enojar, o todavía peor: cometer un acto mezquino y estúpido (ahora verán un par de ejemplos). Y por acto honorable me refiero a sublimar el sentimiento (sea de amor o de pérdida) en arte.

El punto medio y el acto honorable

No olvidemos la tragicomedia shakesperiana de Romeo y Julieta, cual no me parece ni una rabieta ni un acto honorable, sino un plan que salió mal: la muchacha –en alianza con un fraile–, finge su muerte para después encontrarse con su amado, pero el muchacho nunca se entera del objetivo y la cree muerta; indefenso ante su trágico destino, el muchacho bebe veneno al lado del cuerpo de su amada para alcanzarla en la muerte, el único lugar en donde nadie podría nunca más condenar su amor; ella despierta y se halla con la muerte de su amado e, indefensa ante su trágico destino, se entierra un puñal en el corazón. Y, bueno, aquí la historia también trata de decirnos que si un fraile está involucrado en tu hazaña, absolutamente nada puede salir bien.

Para el acto honorable se me ocurre Poe, a quien se le muere la musa y lo sublima en poemas que testifican añoranza y amor: Annabel Lee google buscar voy a tener suerte.

El común denominador del punto medio y los actos honorables es cuando, colectivamente, se asumen como hechos románticos –y por ende como buenos–, esos actos que son consecuencia de la obsesión de una persona hacia otra, pero no importa porque, a pesar de todo, el romanticismo eso es.

El acto estúpido

Todo esto para llegar a las infamias de las exnovias locas. Para que los demás te aprecien como una dama o como un caballero, no está bien visto que hables mal de tu ex, es más: ¡No tienes memoria! Pero fuck that shit si realmente la muchacha jugó con alevosía.

Ayer me encontré en Facebook una noticia que me dio mucha risa (digna de una exnovia loca): el encabezado de la nota decía “Chica invita a su novio a una boda que resultó ser la suya”. La cosa es que la muchacha le dice al novio que pronto se casa un familiar suyo y que le encantaría que fuera con ella para reforzar lazos con la familia y todo eso. Naturalmente, el novio, indefenso ante su trágico destino, le dice que sí. Al llegar a la boda, él se entera que es la suya, que la muchacha manipuló todo para casarse con él. Supuestamente él acepta y el maravilloso internet nos regala esta joya que retrata el momento:

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No discutiremos si la noticia fue verdadera porque lo importante es que sea verosímil. Y la noticia es cumplidora.

Ahora voy a lo mío y a lo ajeno porque ¡ah, cómo se disfruta una historia cuando la desgracia no es propia! Todos tenemos una exnovia loca. Todos.

Les contaré de una yo tuve. Se llama Luciana y duré con ella no más de 2 años. Desde un inicio debí saber que nuestro final sería trágico porque llevaba la condena en su nombre, pero el ideal del amor es más cabrón que la intuición. Luciana y yo nos amábamos, no vayan ustedes a creer que no, en serio nos queríamos. Sucede que yo me mudé de ciudad y nos empeñamos en seguir con la promesa de vivir nuestro amor en un futuro (entenderán que cuando una es joven y universitaria, cualquier ideal se resiste a morir) y no cabe la posibilidad de que la distancia y la inmadurez terminen por arruinarlo todo. Bueno, pues Luciana comenzó a volverse una celosa incontrolable: me llamaba entre semana a las 2 de la mañana para saber si le contestaba somnolienta y no estaba con alguien más, me texteaba todo el día, me visitaba hasta tres veces al mes (estando 1200 kilómetros lejos) y cosas de esas. Un buen día me cansé de lo tormentosa que estaba volviéndose nuestra relación y decidí terminar. Luciana, como buena mujer histérica, se negó a terminar y me llamaba para decirme que se suicidaría si la abandonaba. Yo, crédula, enamorada y también un poquito enferma, volví con ella algunas 5 veces. La sexta no me la hizo. Anda, ve y embárrate a 160 kilómetros por hora en algún árbol como tanto me amenazas, que yo no puedo seguir así, le dije. Y santo remedio.

Lo ajeno. A mi mejor amigo le jugaron la carta del cáncer. La exnovia ingrata, al ver que estaba yéndosele el muso, le inventó un cáncer de cérvix. Él la apoyó, la llevó a un chingo de clínicas y hasta se casó con ella por todo el asunto del cochino seguro. Y cuando todo ya era demasiado tarde –y grande–, ella confesó, pero él no es como yo, él no perdonó porque hay personas que cuando se pierden una vez es para siempre. Anda, ve y pídele a tus padres toda la puta atención que no te dieron de chiquita, le dijo. Y santo remedio.

Mejor no generalizo: la mayoría tenemos una exnovia loca, sino es que hemos sido alguna. En semejante descontrol, asumo el nulo entendimiento y desbordada resistencia a que la gente se mueva de lugar cuando le cuesta trabajo ser feliz. Y lo bonito de la vida llega cuando por fin comprendemos que el amor eterno también cambia de lugar hasta donde se mire distinto y no carece de validez si una de las partes se muda adonde no le cuesta, ni un poquito, ser feliz.

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