Así nunca vamos a regresar al primer mundo

01/04/2014 - 12:01 am

José López Portillo declaró en 1978: “México, país de contrastes, ha estado acostumbrado a administrar carencias y crisis. Ahora (con) el petróleo en el otro extremo, tenemos que acostumbrarnos a administrar la abundancia”. Dos décadas más tarde, en 1993, Carlos Salinas de Gortari aseguró que a partir del siguiente año ingresaríamos al primer mundo.

Hoy, después de 35 y 20 años respectivamente, leemos durante el mismo día cuatro notas que revelan que alguien nos ha de haber engañado. Según el Banco Mundial, México fue el país latinoamericano más afectado por la recesión del 2009 (2.5 millones se volvieron pobres); con 42 decesos maternos por cada 100 mil partos, seis estados superan la tasa de muerte infantil en el país según una ONG; el BID acusa que habitantes de ciudades latinoamericanas, entre ellas México, demandan transparencia y seguridad y, finalmente, un experto afirma que la apertura bancaria estancó al país. Escalofriante.

Quienes ya razonábamos en aquellos años esperábamos que para el 2014 hipotético, ese tipo de notas correspondieran a un Haití dominado aún por Papa Doc, a Vietnam que salía de la guerra, a Indonesia que sufría los efectos de un sangriento Golpe de Estado, a España que estrenaba democracia, o a China que todavía no se recuperaba de la revolución cultural (cuando a alguien lo ignoraban en alguna reunión, muy molesto reclamaba “¿Y yo qué, soy chino?”).

Jamás pensamos que a México le pudiera pasar esto, porque para estas fechas hipotéticas, el país tendría un ingreso per cápita equivalente al 50 por ciento del norteamericano. Pero algo sucedió, nos perdimos en el camino y hoy México no rebasa el 10 por ciento del ingreso norteamericano.

No soy economista ni quiero serlo, porque ellos juraban sobre la biblia de Adam Smith que íbamos por buen camino, y fallaron (varias veces, en 1982, 1994, 2001, 2009 y contando). Su equivocación fue tan estrepitosa que, si los médicos tuvieran ese margen de error hoy seríamos sólo 40 millones de mexicanos. Espero que la SEP declare nulos todos los títulos de licenciatura y posgrados de esa carrera obtenidos después de 1970, porque nadie tiene derecho a semejantes yerros.

Al salir de la devaluación de 1982, ellos acuñaron una serie de frases para calificar al periodo histórico que venía desde 1938 y que terminaba entre las lágrimas y mocos de López Portillo el primero de septiembre de ese año. Todos al parecer acordaron en asegurar que la tasa de crecimiento promedio superior al 7 por ciento era “Economía Ficción”.

Con la tasa de crecimiento de 2 por ciento en promedio entre 1983 y 2013, ¿será ésta la “Economía de la Realidad”? Preferiría ser personaje escénico de una novela de Luis Spota a vivir en esta puntual vida real.

En aquella época se decía que vivíamos en un régimen populista, pero hoy cuando vemos que la mitad de los mexicanos siguen siendo pobres, al igual que sus choznos, tatarabuelos, bisabuelos, abuelos y padres, casi quisiera gritar “arriba el populismo”. Cuando quiero presumir que ya no somos populistas, guardo silencio y no encuentro el adjetivo para este régimen. ¿Será elitista, televisista, o Slimista? Porque ya no podemos echarle la culpa al gobierno priista, pues hay panistas y perredistas, y ¡Ah! ¡Cómo se parecen a la triada de PRI-PARM-PPS de entonces!

No nos decíamos democráticos, éramos autoritarios, revolucionarios y nacionalistas. No se valía hablar mal del presidente, vamos, ni siquiera de la esposa de López portillo que usaba como sombra de ojos el arco iris completo. Ahora en día, cualquier lepe con Twitter critica a nuestro primer mandatario porque se equivoca al hablar en público.

No soy economista pero soy abogado y como tal puedo dar fe que la corrupción, que ya entonces era cosa mayor, se ha multiplicado en sentido inverso a la caída de la economía mexicana. Entonces era impensable que unos miles de gángsteres aliados con policías aterrorizaran al país como hoy sucede, aún a pesar de que el jefe policiaco capitalino fuera el “Negro” Durazo.

Lean las noticias, en un solo día tenemos problemas de muertes infantiles, de millones de pobres, de inseguridad y opacidad gubernamental, de bajo impacto favorable al mexicano por la actividad bancaria. Los ahorros de los trabajadores disminuyeron porque las Afores le apostaron a la bolsa y ésta se desinfló en un año, ahora se van a pagar las pensiones de desempleo y ancianidad con los techos de las casas que ya no podrán adquirir en el INFONAVIT y vemos como el IMSS se parece cada día más al Seguro Popular.

Tal vez me encuentre de mal humor, tal vez se deba a que en los sesentas, mi padre como obrero industrial muy bien pagado, con un solo empleo, esperaba cumplir 60 años y diez de cotizaciones para recibir la pensión por edad avanzada del IMSS, y yo a mis 68 años voy recibiendo el último cómputo de posibilidades de retiro y me dicen en la Universidad y en Pensiones del Estado (soy profesionista con dos trabajos) que mi combinación será 92 años de edad y 35 de trabajo asalariado.

Yo pensaba envejecer en mi casa del Valle de Juárez, viendo crecer a mis nietos jugando con los borregos, patos y tortugas de mi esposa. Pero parece que no lo podré disfrutar, porque cuando sea viejo y me pensionen, mis nietos tendrán más de treinta años y tal vez tarden más que ahora en tener hijos.

Quizá por esas noticias que te comunica un flamante economista con voz de computadora te pones de mal humor.

¡Mejor hubiera sido chino!

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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